LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR
Hoy día en San Lucas, en un texto que nos trae el Evangelio de la Misa, el Señor cuenta una historia, una parábola pedagógica, sencilla, fácil de memorizar, de retener, de transmitir: La del sembrador; y luego Jesús la explica.
“El sentido de la parábola es éste: La semilla es la Palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al oír, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre abrojos, son los que han oído, pero dejándose llevar por los afanes, riquezas y placeres de la vida, se quedan sofocados y no llegan a dar fruto maduro. Los de la tierra buena son los que escuchan la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia”
(Lc 8, 11-16).
Y cada uno de nosotros, según lo que queramos rezar, según lo que el Espíritu Santo también mueve, suscita en nuestro corazón, cada uno de nosotros irá por algún lado -quizás tú te vas por uno, quizás yo me voy por otro.
ES CRISTIANO AMAR A LA PATRIA
Pero pensaba hoy día aprovechar esta parábola para pensar en ser tierra buena nosotros, y en darnos cuenta cómo vivimos en una tierra.
Es algo muy cristiano ser patriota. Es decir, amar, honrar a nuestros padres, querer dejar a los que vengan detrás de nosotros, a las generaciones que vendrán, un país, una patria buena. Leyes justas, prosperidad económica, cariño, unión en el país.
Es muy cristiano esto, este patriotismo. Amar a la patria, la tierra de los padres; amar, honrar a nuestros padres; amar, querer a los hijos de esta patria, a los que vendrán. Es sumamente cristiano.
TIERRA BUENA
Y ahora mismo podemos quizá pedirle al Señor: “Jesús que mi patria, que mi tierra, sea esta buena tierra de la que hablas Tú. Que mi tierra, que mi patria, la tierra de mis padres, la tierra de nuestros hijos, sea tierra buena, no sea tierra dura, no sea tierra con abrojos que no sofoquen ese fruto de vida eterna en las tonterías que se lleva el viento. Quizás cosas buenas, pero pasajeras, y si son pasajeras, en verdad, es que no eran tan, tan en el fondo buenas. No Señor, que mi patria sea una tierra de Dios, una tierra tuya”.
LA MADRE PATRIA
Cuando estuvo en Chile hace tres años, el Papa Francisco, cuando tuvo ese encuentro con los jóvenes -tuvo muchos encuentros con muchas personas. Cuando hubo un encuentro con los jóvenes, habló bastante, al principio, sobre todo, de patriotismo.
Quería aprovechar algunas palabras de él quizá nos puedan servir para hacer oración ahora.
En un momento decía lo siguiente el Papa, especialmente a los jóvenes, a los que son sobre todo el presente, pero con cara de futuro del país. El Papa decía: “El amor a la patria es un amor a la madre. La llamamos madre patria porque aquí nacimos, pero ella misma, como toda madre, nos enseña a caminar y se nos entrega para que la hagamos sobrevivir a otras generaciones”.
Y sigue el Papa: “Por eso, quise empezar con esta referencia de la madre, de la madre patria. Si no son patriotas -no patrioteros, patriotas-, no van a hacer nada en la vida. Quieran a su tierra, chicas y chicos; quieran a su Chile. Den lo mejor de ustedes por su Chile” (Mensaje S.S. Francisco, Santuario de Maipú, enero 2018).
El Papa lo decía con garra, con mucha fuerza. Lo puedes mirar, hay un video por ahí; basta el testimonio, se puede ver fácil.
El Papa habla con fuerza, con garra. Y la gente, un montón de gente joven, vibrante.
Y nos decía el Papa: “quieran a su tierra, chicas y chicos; quieran a su Chile”. Y en cada país, amar a nuestra patria profundamente, ¿verdad?
MUY PATRIOTAS, NO PATRIOTEROS
Decía el Papa: “No patrioteros”, o sea, esos que, el Diccionario de la Real Academia Española dice esto: patriotero es el que alardea tontamente, o fuera de lugar o fuera de contexto; el que alardea desmesuradamente de patriotismo.
¡No! Ni patrioteros, ni nacionalistas. Sin divisiones tontas. Al revés, hombres de unidad, personas de unidad, con el Espíritu Santo, la unidad de Pentecostés, ¿verdad?
¡No! No nacionalista, no patriotero nos decía el Papa, pero sí: muy patriotas. El Papa nos decía aquí, y nos lo dice a todos ¡muy patriotas!
Y seguía un poquito más adelante: “Quise empezar por esta referencia a la patria, porque el camino hacia adelante, los sueños que tienen que ser concretados, el mirar siempre hacia el horizonte, se tienen que hacer con los pies en la tierra, y se empieza con los pies en la tierra de la patria”.
Y volvía el Papa sobre esta idea, decía: “Y si ustedes no aman a su patria, yo no les creo que lleguen a amar a Jesús y que lleguen a amar a Dios”.
AMAR LA PATRIA PARA AMAR A DIOS
Fuerte la expresión, fuerte la convicción del Papa. Si no aman a su patria, yo no les creo que lleguen a amar a Jesús y que lleguen a amar a Dios.
Se lo decía a los jóvenes, removiendo el sentido de responsabilidad, de cariño, de agradecimiento por lo que hemos recibido a Dios, de nuestros padres: la patria. Y al mismo tiempo de agradecimiento, pero de responsabilidad hacia adelante.
Quizás nosotros también podemos hacer oración hoy día, aquí en Chile, en cualquier parte de América: amar nuestra patria. El Papa se lo decía, sobre todo a los jóvenes aquí en Chile, pero en verdad es para todos, en todas partes: que amemos a nuestra patria.
AMAR A LA FAMILIA ES PATRIOTISMO
Esto seguramente, quizás podemos pensar en: ¿de qué manera yo cuido mi familia? que es la célula básica de la sociedad. Es profundamente patriótico cuidar la propia familia, amar la familia, rezar por la familia. ¿Cómo quiero yo, cómo cuido yo a mi familia?
Quizá el Señor nos pueda dar alguna pista por ahí, o quizás por otro lado, el modo en que yo, el corazón con el que yo trabajo, con qué horizonte en la cabeza. Quizás en el último tiempo me he empezado a poner un poco individualista pa´ mis cosas. Es un horizonte muy pequeñito, muy estrecho, y el Señor nos quiere con corazón grande, con ese horizonte de bien común de la sociedad, del país, de la patria.
Seguramente nos imaginamos a San José, a la Virgen, a Jesús muy contentos, muy orgullosos de ser de la patria que eran, del pueblo elegido. Por supuesto que sí.
SAN JOSÉ Y MARÍA, TAMBIEN PATRIOTAS
Pero, por ejemplo, yendo a Egipto no estarían ahí a regañadientes o como sintiéndose fuera de lugar. Se integrarían ahí, de modo agradecido, aportarían, estarían contentos, aprenderían un montón de cosas de otras latitudes, de otras sociedades, de otras culturas, y luego llevarían de vuelta el gozo de volver a su patria.
Pero llevarían de vuelta tantas cosas, tantos aportes de otros lugares.
Seguramente pensamos en San José trabajando en Egipto esos años, esa temporada que pasaron allá por querer divino.
Podemos mirar a San José, podemos mirar a la Virgen, podemos mirar a Jesús profundamente, también, patriotas. No nacionalistas, no patrioteros. Así queremos ser nosotros también, agradecidos de Dios, profundamente responsables de nuestra patria.