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P. Juan Carlos

6 min

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APRENDER A SUFRIR CON CRISTO

En el mundo de hoy, muchos de nosotros nos enfrentamos a muchas presiones en el día a día. Jesús nos invita a tomar Su yugo sobre nuestros hombros. El yugo es un marco de madera utilizado para unir un par de bueyes por el cuello para que puedan tirar de un arado o una carga.
Mientras caminamos a su lado, compartiendo el yugo y la carga, la carga no desaparece, sino que se hace más ligera. En comunión con Jesús, nos enteramos de que su yugo no es duro y opresivo, pero es razonable.

DIOS NOS INVITA A DESCANSAR EN ÉL

Este jueves la Iglesia nos propone uno de los evangelios más bonitos de todo el texto de san Mateo. Y dice:

“Jesús tomó la palabra y dijo: Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mi, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio; porque mi yugo es suave y mi carga ligera”.
(Mt 11, 28-30).

En el mundo de hoy, muchos de nosotros nos enfrentamos a presiones del día a día. A menudo se espera que encontremos un equilibrio satisfactorio en el uso del tiempo para la familia, los amigos, el trabajo y para nosotros mismos. A veces es fácil llegar a estar como frustrado y agotado. ¿Cómo podemos aprender a experimentar este descanso del cual Cristo nos invita tiernamente?

APRENER A SUFRIR CON CRISTO
NUESTRAS CARGAS A SUS PIES

La intención de Dios para nosotros es, que podamos experimentar ese descanso para el cuerpo, para el alma y para el espíritu. Esto sólo puede ocurrir a partir de confiar completa y verdaderamente, rindiéndole a Él todas nuestras cargas.

Debemos decidir dónde ponemos nuestras cargas, ya sea a sus pies o en nuestra propia miseria con nuestra propia fuerza. Si tenemos más confianza en lo que nosotros podemos hacer o en lo que Cristo nos invita: que dejemos nuestras cargas a sus pies.

El salmista estaba convencido de esa capacidad de Dios para satisfacer la necesidad de su alma cuando dijo:

“Mi alma encuentra descanso en Dios mi salvador, porque viene de él. Solo él es mi roca y mi salvación; él es mi fortaleza”

(Sal 62).

Él es mi fortaleza, de Él vienen todas las cosas.

EL SEÑOR COMPARTE NUESTRO YUGO

Es que ser discípulo del Señor implica un trabajo, implica un esfuerzo. Jesús nos invita a tomar el yugo sobre nuestros hombros. Utiliza un ejemplo de la agricultura, tan familiar a sus discípulos para poder ilustrarles su enseñanza.

Los yugos de los bueyes eran unos marcos de madera que se utilizaban para unir un par de bueyes por el cuello, para que pudieran tirar de un arado o de una carga que se les pusiera. Digamos se trataba como de un dispositivo de compensación. A veces, un buey joven necesitaba que se le enseñe a trabajar, y era emparejado con un animal de más experiencia, un buey viejo.

Y esto ilustra a la perfección nuestra relación con Cristo. Mientras caminamos a su lado, compartiendo el yugo y la carga, la carga no desaparece, sino que se hace más ligera.

Así, en comunión con Jesús, nos enteramos de que su yugo no es un duro y opresivo, sino que es razonable. Y la dulce compañía de Jesús, es la que nos trae la paz y la comodidad. Él permite que podamos seguir adelante, que sigamos tirando de esa carga.

APRENDER A SUFRIR CON CRISTO
SER DISCÍPULOS SIEMPRE

Es por eso que el apóstol san Pablo podía decir:

“Estoy persuadido de esto: el que comenzó la buena obra en ustedes, la irá perfeccionando hasta el día en que Cristo Jesús resucite”

(Flp 1, 6).

Entonces, ¿cómo podemos aprender a experimentar la presencia de Cristo de una manera que traiga paz y consuelo? ¿Cómo podemos realmente compartir nuestras cargas con Él?

Nuestra parte, es mantener una relación de momento a momento, de comunión con Él; buscarle en todas partes y darnos cuenta que las cosas que nos suceden no son tan graves. Que estar con Él implica llevar también el yugo, un yugo que a veces se presenta de distintas formas. Es el costo de ser discípulos, por así decir.

LAS BIENAVENTURANZAS

Jesús nos ha trazado un mapa de distintas formas de encontrarle, y ese mapa se encuentra en las Bienaventuranzas. A veces nos gustaría que las Bienaventuranzas nos lleven rápido al camino, al premio, pero que no nos hagan pasar por todas las cosas.

Como la que dice:

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos del reino de los cielos”

(Mt 5, 3).

Nos gustaría ya estar en el Reino de los Cielos, pero no nos gustaría ser pobres de espíritu.

O:

“Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra” (Mt 5, 5).

Nos gustaría heredar la Tierra, por supuesto. Pero eso de ser manso, ya es más dudoso que nos guste. Y así nos puede pasar muchas veces.

APRENDER A SUFRIR CON CRISTO
UN MAPA TRAZADO POR ÉL

Sin embargo, ese mapa que hace el Señor, es para todos los que necesitan de Dios; y como realmente seremos buenos cristianos, es necesitando de Él.

Porque los que no necesitan de Él, los que tienen todo, esos son los ricos, esos son los que difícilmente entrarán en el Reino de los Cielos. ¿Y quiénes son los que, en cambio, entran en el Reino de los Cielos? Pues, está aquí: los pobres de espíritu, los que necesitan de Él porque solos no pueden.

“Señor Jesús, que nos escuchas en este rato de oración, te pedimos que nos des este convencimiento de que, sin Ti, no podemos nada. De que sin Ti no vale la pena ninguna victoria; que sólo tiene sentido cuando estamos junto a Ti, cuando somos misericordiosos, cuando pasamos hambre y sed de justicia, cuando somos mansos, cuando hemos llorado, cuando somos pobres de espíritu…

Porque esos son los caminos que nos hacen llevar este yugo. Y cuando pesen mucho todas estas cosas, saber que solo Tú nos darás el consuelo para seguir adelante. No porque nos quitarás la carga, sino porque estarás caminando junto con nosotros”.

Por eso, cuando nos volvemos fríos, es porque tal vez hemos perdido de vista estas cosas.

«Ya no siento lo mismo, -me dicen a veces algunas personas- ya no siento lo mismo cuando voy a la misa. Antes comulgaba y me transportaba, ahora estoy como frio, estoy en una época menos conectado con Dios, y quisiera conectarme».

APRENDER A SUFRIR CON CRISTO
IR A LOS QUE SUFREN

Pues lógicamente, lo que hay que hacer es ir a los que sufren. Dios está cerca de los que sufren; y tal vez hay que hacer una visita de pobres o ir con los que han perdido un familiar. Lo que tenemos que aprender a hacer es: ir a los que sufren.

Si todo está bien a nuestro alrededor, tenemos que buscar un poco más lejos, buscar a los están pasando hambre. Hay que preguntar en la parroquia a ver quiénes están pasando por un momento difícil para poder acompañarlos. Quizás alguno de nuestra misma familia que se han quedado sin empleo o han sufrido más las consecuencias del COVID por distintas cosas.

O tal vez somos nosotros mismos, que teníamos una idea de cómo debería ser la Iglesia, cómo debería haber sido tu matrimonio o cómo debería ser tu trabajo. Y te das cuenta de que no es así.

La vida quizás te ha llevado por otros caminos, y que es el sufrimiento, la desesperanza o la desilusión lo que te tiene así. Tenías la ilusión de que sea de una forma y termina siento de otra.

Y en lugar de botar la toalla, en lugar de cansarte y de recriminar, acuérdate de esto: que es ahí donde tienes que ser manso y humilde de corazón. ¡Porque es allí donde encontrarás a Jesús!

Es ahí donde te das cuenta de que no estás solo, que el Señor está contigo y que las cosas tendrán más sentido.

APRENDER A SUFRIR CON CRISTO
JESÚS CAMINA A NUESTRO LADO

Cuando vienen las cosas difíciles, desagradables, es cuando Él nos está buscando. Por eso nos dice:

“Vengan a mí los afligidos, agobiados, y yo los aliviaré”

(Mt 11, 28).

Es Él el que tiene las soluciones. Es Él el que nos aliviará. Solo Él nos puede dar esa felicidad, esa paz. No para quitarnos el problema, no para volvernos antes de que sucediera todo esto, si no ahora.

Cuando las cosas no funcionan, saber que Él está al lado nuestro para acompañarnos en el camino. Porque Él nos dará el alivio,

“Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”

(Mt 11, 30).

El yugo no se lleva solo; no lo lleva ni solo Cristo, ni sólo tú, ni solo yo: ¡lo llevamos con É! Y lo llevamos con Él cuando cuidamos nuestros ratos de oración, cuando vamos y se lo decimos una y otra vez: Señor, ayúdanos a cumplir tu voluntad.

TE PIDO SEÑOR:

“Jesús, quiero creer realmente en Ti, porque sé que eso es lo que les pides a todos los que se acercan: que creamos realmente en Ti.

Quiero creer en Ti con todo mi corazón, para que sea un buen instrumento, un buen discípulo. Jesús quiero llevar tu yugo.

Te lo pido y pongo esta intención en manos de tu santa Madre, la Virgen María”.


Citas Utilizadas

Ex 3, 13-20

Sal 104

Mt 11, 28-30

Reflexiones

Señor, que aprenda a sufrir Contigo, a llevar mi yugo, para que sepa ser un buen discípulo Tuyo.

 

Predicado por:

P. Juan Carlos

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COMENTARIOS

  1. Sol Nuñez Vela de Cornejo dice:

    No pudo ser más intenso , me llegó al alma
    Me encanto !!!
    Dios Los bendiga por este regalo ????????

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