Hace un mes tuve la suerte de ir a Buenos Aires, la capital de Argentina, ¡Qué lugar más bonito!
Nos reunimos sacerdotes venidos desde Canadá hasta Chile, para aprender y compartir experiencias sobre la predicación.
Fue una convivencia de una semana. Comenzábamos cada día con la celebración de la santa Misa.
Y después de un desayuno donde no podía faltar el dulce de leche, típico de Argentina, nos disponíamos para tener las clases.
LA PATRONA DE ARGENTINA
Así discurrieron aquellos días de esa semana de convivencia muy agradable, todos los días menos uno, en que hicimos un parón para hacer una visita obligada a la Basílica de Nuestra Señora de Luján, la patrona de Argentina.
Y resulta que hoy es la fiesta de la Virgen de Luján, de manera que no me resistí a la tentación de hablarte de ella.
De la historia de la imagen que se venera al interior de la Basílica, es una historia muy sencilla.
Llegó desde Brasil, en un cajón de madera, era una imagen pequeñita de la Inmaculada.
Iba en una caravana dentro de una carreta, que estaba tirada por dos bueyes. Hasta que llegaron a la orilla del río Luján.
Después de descansar, al día siguiente al disponerse a emprender de nuevo la marcha, los bueyes dejaron de andar.
¡Ya no avanzaba la carreta! No hubo poder humano que les hiciera moverse, hasta que tuvieron que quitar la carga de la carreta.
Asi comprobaron, que solo si se bajaba la caja con la Virgen, los bueyes se movían, no así con otras cajas.
Ellos interpretaron este gesto inusual como una señal de la Virgen, un milagro de la Virgen, que quería decirles algo: “Yo aquí me quedo, yo de aquí no me muevo.”
Obviamente fue muy grande su sorpresa cuando abrieron aquella caja y se dieron cuenta que era una imagen de la Inmaculada.
Siguieron su intuición; hicieron un pequeño oratorio en ese lugar, ahí fueron custodiando la imagen de la Virgen.
Empezó a ir muchísima gente a rezarle a la Virgen, pero la devoción a la Virgen fue creciendo, porque nuestra madre dispensaba en Luján, muchísimas gracias a todas las personas que acudían a su intercesión.
A tal grado, que trasladaron la imagen a un lugar donde se pudiera atender mejor el culto.
NUESTRA VIDA COMO UN VIAJE
Así comenzó la construcción de un gran Santuario, en diversas etapas, hasta la Basílica que existe actualmente.
Miles de peregrinos acuden cada año para encomendar a la Virgen todas sus necesidades.
Pensando en ese viaje que hizo la Virgen, en esa carreta hasta Luján, a mí me gustaría proponerte algo.
Que te imagines que nuestra vida es también como un viaje, y que tú y yo vamos en esa carretita, que va siendo llevada por esos dos bueyes.
Asi vamos en nuestro viaje rumbo al Cielo, y esa carretita es como la virtud de la esperanza.
En ese viaje, no vamos solos, va María con nosotros, y ella nos va diciendo por dónde ir y también por dónde no ir.
Porque a veces somos un poco tercos, como esos bueyes, y por eso le podemos pedir hoy a la Virgen de Luján, en su fiesta:
¿María, dónde quieres que me quede? ¿Dónde quieres que yo me asiente?
Porque en algún momento de la vida, hay que establecerse, hay que parar, y decir como dijo ella: ¡De aquí no me muevo! ¡Yo aquí me quedo!
Hoy, que el mundo va muy a prisa y vivimos en lo que se le denomina; una sociedad líquida.
Una sociedad en la que hay tantos cambios, que la gente es tan poco estable, y pues se van debilitando los vínculos humanos.
Quizás esta fiesta de Luján, es una buena ocasión para pedirle a la Virgen más estabilidad en nuestra vida.
Pedirle un sentido de fidelidad con las personas con las que trabajamos, con las que vivimos.
Por ejemplo, cuando nos piden en casa que estemos más presentes, y ¡Qué equivocados estamos, Señor, cuando pensamos que no hacemos la diferencia!
TU PRESENCIA CAMBIA EL AMBIENTE
¡Claro que hacemos la diferencia! ¿No te das cuenta, de que tu presencia cambia el ambiente que te rodea?
¡Créetela! No es una frase bonita, pero es verdad que tú eres la alegría de tu casa, que no es lo mismo contigo, que sin ti.
Cuando fui a la Basílica, cuando llegamos, cuando entramos, me llamó mucho la atención que, de lejos, pues la Virgen apenas y se ve, porque es muy chiquita.
Apenas con unos binoculares que llevaba, pude apreciar su carita, porque sin ellos hubiera sido imposible, solo hubiera visto una figura muy pequeña.
Me preguntaba, -y quizás sirve para nuestro diálogo contigo, Jesús; ¿Qué tendrá esa Virgencita de Lujan, tan chiquita y que al mismo tiempo hace grandes cosas en las personas?
Pero quizás, sean precisamente esas dos características: su sencillez, su simpleza, que a todos conquista, ¡Así se conquista a Dios!
Si leemos las páginas del Evangelio, Jesús se rinde ante el que es humilde, ante los enfermos, ante los pobres, ante los niños, se rinde también ante las miserias, cuando se muestran con sencillez.
Esa Virgencita de Luján, está no solamente muy pequeñita, sino además hecha de un material muy pobre.
Nos recuerda un poquito también a los hombres, a nuestro origen, que dice “homo”, somos moldeados por Dios con barro de la tierra.
Así es esa imagen de la Virgen de Luján, está hecha de barro y nosotros también somos de barro.
María, la Virgen de Luján, nos puede recordar también esta verdad nuestra, de nuestra naturaleza, que somos de barro, y eso nos lleva a ser Humildes, porque es la verdad.
SOMOS DON DE DIOS
Contaban que el Papa Benedicto, se encontró con un matrimonio a los que les dijo: -Ustedes son “don de Dios” para la Iglesia y para el mundo.
¡Hay que creerse esto que le dijo el Papa a este matrimonio! Y nos lo nos lo pudo haber dicho también a nosotros. ¡Cada uno de nosotros somos un don de Dios para el mundo!
Y tú podrías pensar: -considerando mis miserias, a veces no entiendo, ¿cómo puedo ser yo, un don para la gente?
¡Pues lo eres! Lo eres por tu humildad, porque quizá, aunque te sientas alguna vez un cero a la izquierda…
Perdón, “un cero”, pero a la izquierda de ese “cero”, está Dios, que es un “UNO” enorme, y que te hace valer.
A los humildes les sucede como a las luciérnagas, que mientras van volando van iluminando a los alrededores.
De ese animalito, dijo un poeta: “Huyendo de la luz, la luz van llevando”.
Lo mismo sucede con las personas que son humildes: “Alcanzan la gloria, huyendo de ella.”
Porque la gloria es como la sombra, que huye de aquel que quiere alcanzarla, pero sigue a quien de ella huye.
Que nos recuerda las palabras de Jesús:
“Quien se exalta, será humillado; quien se humilla, será enaltecido”
(Lc 14, 11).
Nos recuerdan también esas palabras del Magnificat, de la Virgen:
“Mi alma glorifica al Señor, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava”
(Lc 1, 46-48).
¿Qué tendrá la Virgencita de Luján, qué tanta gente acude a ella? Pues quizás, sean su simpleza y su sencillez.
Quizás sea un recordatorio de dónde venimos y también una constatación de que; “solo quien se hace pequeño, es grande a los ojos de Dios”, como María.
Vamos a terminar acudiendo a Nuestra Señora de Luján y pidiéndole que nos acompañe en este viaje.
Vamos a terminar entonces con la bendición de viaje, porque la vida es un viaje y nos veremos con María al final del camino, que por intercesión de santa Maria, tengamos un buen viaje.
“Que el Señor este en nuestro camino y que sus ángeles nos acompañen. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.”
Gracias Padre Josemaria por mostrarnos la importancia de la sencillez y la humildad
Gracias Padre Josemaria por mostrarnos la importancia de la sencillez y la humildad