PURIFICAR EL CORAZÓN
Ahora, en noviembre, estaremos súper abiertos, especialmente atentos al Cielo, a toda la Iglesia triunfante. Felices todos con el Señor, con la Virgen Santísima, y estaremos también con el corazón muy atento a los del Purgatorio.
Que claro, es una manera de decir, pero es que, ¡se mueren de ganas de entrar al Cielo! Tienen un ansia inmensa y esa ansia duele, purifica el corazón, hace crecer el amor.
En ese sentido, purifica el amor, porque hace enardecerse el amor, lo hace crecer, purifica el corazón de las tonterías que hemos tenido y el corazón poco a poco se va purificando. Se hace más grande el amor y se sufre de no poder abrazar plenamente por lo que uno se muere de ganas…
Bueno, entonces tenemos el corazón súper atento, súper encendido, mirando hacia el Cielo, súper atentos nosotros también, rezando, encomendando a las almas del Purgatorio: a las benditas ánimas del Purgatorio.
APRENDER DE UNA PARÁBOLA
Ellas, que están cada vez más enamoradas del Señor, con un corazón cada vez más purificado, pero también ansiosas de entrar cuanto antes. Y nosotros les ayudamos desde aquí, desde la Tierra haciendo oración.
Hoy día podemos aprovechar este Evangelio de san Lucas que nos propone la Iglesia sobre una parábola. Una imagen que usa el Señor muy pedagógica.
Lo cuenta así:
“Un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron de ante él, ante el dueño, de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo: ¿Qué es eso que estoy oyendo de ti?”
Se ha quebrado la confianza. Además, parece una denuncia plausible, porque por lo que dice a continuación este hombre:
“Dame cuenta de tu administración. Hasta aquí llegamos. Porque en adelante, no podrás seguir administrando”.
UN ASPECTO PARA IMITAR
Esta es la situación, y el Señor en dos plumazos plantea la escena. Y luego sigue contando Jesús, y dice:
“El administrador se puso a decir para sí: ¿Qué voy a hacer? Porque mi señor me quita la administración.
No tengo ya fuerzas y mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Y entonces, aquí el Señor se fija cómo va a actuar mal, va a defraudar al dueño de todos estos bienes. Este administrador va a cometer otro fraude.
Esto no está bien, claro. No es en esto lo que el Señor nos pide que nos fijemos o que imitemos al hombre, no en el defraudar a la gente… ¡Evidentemente no! Sino en otro aspecto.
ACTUAR CON PILLERÍA
Sigue contando san Lucas:
“Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: – ¿Cuánto debes a mi amo?
Él le respondió: -Cien barriles de aceite.
Él le dijo: – Toma tu recibo aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
La mitad, y esto es con el aceite.
Y ahora nos vamos al trigo. Cuenta san Lucas:
“Luego dijo a otro: – Y tú, ¿Cuánto debes?
Él le dijo: – Cien fanegas de trigo.
Le dice: – Toma tu recibo y escribe ochenta”.
El Señor inventa esta parábola, cuenta esta historia a su pinta, es decir, los elementos los pone el Señor…
“Y dice Jesús: – Y el amo alabó al administrador injusto, al ladrón, fraudulento”.
¿Por qué lo alabó el administrador? Porque había actuado con astucia, con pillería.
Y termina diciendo el Señor:
“Ciertamente los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente, que los hijos de la luz”
(Lc 16, 1-8).
ASTUTOS
Evidentemente, el Señor no está invitando a san Pedro, a Santiago, a Tomás, a Marta, a María, ni a Lázaro. No los está invitando a ser ladrones ni fraudulentos, evidentemente no. Pero sí a que estén despiertos. ¡A que sean astutos!
Y nosotros, ahora que no solamente estamos leyendo o escuchando el Evangelio, sino que estamos intentando rezar. Quizás tú y yo le decimos:
“Señor, ayúdame a ser astuto. Ayúdame porque esto es tan bueno de ayudar a la gente con creatividad, con chispa, usando la inteligencia y acrecentando mi capacidad de ver más lejos, de encontrar modos nuevos.
Buscar la manera de decir las cosas, de hacer un gesto para que se acerque alguien a Tu corazón misericordioso, … Señor, dame esta astucia que me estás recomendando. Señor, entendí el mensaje… Evidentemente Tú no me quieres ni haciendo fraudes, ni negociando con aceite ni con trigo…
LOGRAR COSAS BUENAS
Y es que no es en esos aspectos de la parábola, en los que yo me tengo que detener, sino en lo que Tú mismo puntualizas: La astucia. Es decir, el interés y la diligencia. Y de verdad en poner el corazón. ¡Señor, ayúdame!”
En el Evangelio, tenemos esta parábola del Señor, pero tenemos momentos, digamos, hechos históricos, en los que hay gente que es astuta, que plantea las cosas de una manera justa y con pillería y así logra conquistar cosas increíbles.
Quizás tú y yo ahora, le podemos decir: “Señor Jesús, yo quiero ser astuto como el buen ladrón. ¡Ese sí que fue astuto! Que ganas de ser como él”.
Y cuánta gente es así y que bien que haya mucha gente así…
“Hoy mismo estarás Conmigo en el paraíso”
(Lc 23, 43).
¡Mira lo que consiguió el buen ladrón! Era realmente un hombre bueno ahí en la cruz, y quizás antes no tanto, aunque sus cosas buenas tendría.
LLEGAR A JESÚS CON CONFIANZA
Pero bueno, él mismo lo dice, que con justicia, estaba sufriendo ese tormento, esa muerte. Pero ahí en la cruz, acude al corazón misericordioso de Jesús y conquista el Cielo. Así, con astucia.
Uno ve también el modo que tiene la Virgen Santísima, nuestra Madre en Caná, de pedir a Jesús, de acercarse y plantearle el asunto de poner a los servidores ahí, al alcance de la mano.
Ponerlos frente a frente con Jesús, para que se obrara el milagro, para dar alegría al novio y a los invitados a la fiesta. Y para que el Señor pudiera también tener una oportunidad maravillosa de ayudar a sus discípulos a crecer en la fe.
Porque todo esto lo consigue nuestra Madre Santísima, con pillería, con perseverancia en la oración.
Así como dice san Josemaría: “Señor, yo quiero rezar como la Virgen Santísima. Yo quiero, Señor, conocer tu corazón y saber que puedo ir ahí con confianza”.
REZAR POR LAS ALMAS NECESITADAS
Siempre hubo también astucia cuando aquella mujer, esa que llamamos la cananea, aquella que pedía para su hija y que el Señor le dice:
“Yo estoy aquí para la gente del pueblo de Israel y no está bien echar la comida de los hijos a los perrillos”.
Ella responde con pillería, le toca el argumento y le dice:
“Ya, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de los amos.
Y el Señor dice: – Qué grande es tu fe”.
Y le hace el milagro.
Nosotros queremos ser como el buen ladrón. Queremos pedir con la pillería de Santa María en Caná. Queremos pedir con la frescura y seguir insistiendo al Señor, por un lado y por otro, como la mujer cananea.
Luego también lo veíamos al principio de este rato de oración, pero ahora también, seguramente el Señor nos mueve el corazón por lo mucho que quiere a todas las almas del Purgatorio y por lo mucho que nos quiere a nosotros. Y nos dice: “Oye, date cuenta de que es muy astuto rezar por las almas del Purgatorio”.
GANAR INDULGENCIAS
En este año de san José, uno va a cualquier buscador en internet y pones ahí –Indulgencias año san José– y sale un montón de indulgencias que uno puede ganar.
Las puede aplicar por uno mismo evidentemente, y también por los difuntos, por las almas del Purgatorio.
Ésta sí es una astucia de cariño, porque con estas indulgencias el Señor da con misericordia infinita a esas almas del Purgatorio y esa alma del Purgatorio va al Cielo.
Y estando en el Cielo, aparte de estar ahí con el Señor, con un gozo infinito, inmenso, no van a parar de rezar por nosotros también.
Y LLEGAR AL CIELO…
Es muy de astucia rezar, lucrar esa indulgencia maravillosa en el año de san José. También las habituales indulgencias, para que quienes están en el Purgatorio, vayan al Cielo, porque estando ahí en el Cielo, el agradecimiento que tendrán, no van a parar de rezar hasta que nos tengan ahí junto con ellos.
Y cuando estemos nosotros en el Purgatorio, si es que pasamos por ahí (ojalá nos podamos saltar la torera como se dice), pero si pasamos por ahí un momento, esas almas que estuvieron en el Purgatorio, y que ya están en el Cielo por nuestra oración, no van a parar de interceder por nosotros, hasta que nosotros también hagamos ese paso.
Una maravilla: ¡Eso sí que es astucia!
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