Hoy, en una lectura del Evangelio de la misa, que es de san Lucas, el Señor nos quiere vigilantes. Esto es lo que transmite, como una línea de fondo: vigilantes, atentos, porque no sabemos el día ni la hora.
El Señor no nos quiere angustiados, no nos quiere asustados, pero tampoco atontados… Por eso, serenamente, gozosamente, como hijos de Dios, pero vigilantes.
Y, entonces, por eso el Señor, en un momento, hace esta pregunta que quizás nos suena conocida. Dice:
“¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el Señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?”
(Lc 12, 42).
UN ADMINISTRADOR FIEL
Un administrador, para que sea fiel y prudente, que se le pueda encargar todo esto de distribuir el alimento, de organizar las cosas mientras todavía no vuelve el señor, tiene que ser alguien despierto, vigilante, atento; constantemente en acción. No dormido, no atontado, no mirando al techo -por decirlo así- sino vigilante.
Quizás a nosotros se nos viene a la cabeza, seguramente -sobre todo este año- san José. Él fue un hombre en quien Dios pudo apoyarse con toda seguridad y lo hizo fantástico, para que cuidara a la Virgen; para que cuidara a Jesús.
Nosotros también queremos parecernos a san José; queremos ser lo que el Señor nos dice en el Evangelio:
“Gente vigilante, atenta…”
Serenamente, filialmente, pero despiertos.
SAN JOSÉ
Tenemos un modelo maravilloso, en esto, en san José.
Estaba mirando algunos textos y encontré algunos párrafos bonitos de san Josemaría. Por ejemplo, en un libro que se llama Forja, dice en el punto 416:
“Tú cristiano y, por cristiano hijo de Dios, has de sentir la grave responsabilidad de corresponder a las misericordias que has recibido del Señor, con una actitud de vigilante y amorosa firmeza, para que nada ni nadie pueda desdibujar los rasgos peculiares del Amor que Él ha impreso en tu alma”
(San Josemaría. Forja, punto 416).
Estar vigilantes, atentos… lo dice san Josemaría: actitud de vigilante y amorosa firmeza, para que no se desdibuje el amor que hay en nuestras almas. Ese amor que el Señor ha puesto en nuestras almas.
RETIRO ESPIRITUAL
Es algo que, quizá, ahora podemos pensar, darle una vuelta o preguntarle a Jesús (ya que estamos en estos 10 minutos con Él): “Señor, ¿te parece que yo estoy siendo atento, vigilante, cuidando este tesoro que Tú has puesto en mi alma?
De la formación cristiana, de la fe que he llegado a conocer gracias a otras personas buenas que me han mostrado este camino precioso; esta amistad tuya. Señor, ¿yo estoy cuidando ese amor?
Por eso nos sirve muchísimo una práctica de piedad cristiana muy estratégica, muy eficaz, maravillosa, que es el examen de conciencia.
Si uno tiene la suerte de hacer unos días de retiro espiritual, ahí uno puede -tranquilamente- en oración, con la ayuda cariñosa del Espíritu Santo, hacer un examen de conciencia: mirar la propia vida con los ojos, con el corazón del Señor, con mucha calma.
En unos días de retiro espiritual esto es fantástico. Pero no solamente si uno hace unos días de retiro espiritual, sino que también diariamente puedo tener un ratito de examen de conciencia.
¿QUÉ ANDUVO BIEN?
De mirar qué anduvo bien, para fortalecerlo, para reforzarlo, para cuidar esa semilla que va creciendo.
¿Qué no anduvo bien? ¿Qué anduvo mal? Porque también, evidentemente, tenemos nuestros tropiezos. ¿Para qué? Bueno, para no volver a tropezar ojalá, con la ayuda de Dios, en la misma piedra.
Entonces ¿qué anduvo bien? ¿Qué anduvo mal? Y para mañana ¿qué? ¿Qué podría andar mejor? O Señor: ¿Qué me propongo? O ¿qué esperas de mí?
ESTAR VIGILANTES
Esto brevemente, en unos poquitos minutos, 3, 4, 5 minutos… pero mirar el día, examinar el corazón, examinar la conciencia, quizá empezando con una invocación, una oración cariñosa al Espíritu Santo.
“Quiero ver con Tus ojos; quiero sentir con Tu corazón Jesús”, para eso que venga el Espíritu Santo. Es muy buena idea y así estamos vigilantes día a día para cuidar tantas cosas buenas.
Para corregir las tonterías que hay que corregir. Para desmalezar el jardín, el campo, porque hay que desmalezar continuamente.
DÍA DE GUARDIA
Y, en Surco hay un punto, el 960, en el que san Josemaría habla de una costumbre, también es una actitud muy estratégica, pero esta vez no pensando en la propia vida espiritual, sino también atentos a los demás.
Comienza con una cita de la Escritura en latín, dice:
“¡Custos, quid de nocte!” – ¡Centinela, alerta!
Y comenta san Josemaría o glosa esta frase de la Escritura:
“Ojalá tú también te acostumbraras a tener, durante la semana, tu día de guardia: para entregarte más, para vivir con más amorosa vigilancia cada detalle, para hacer un poco más de oración y de mortificación.
Mira que la Iglesia Santa es como un gran ejército en orden de batalla. Y tú, dentro de ese ejército, defiendes un “frente”, donde hay ataques y luchas y contraataques. ¿Comprendes?
Esa disposición, al acercarte más a Dios, te empujará a convertir tus jornadas, una tras otra, en días de guardia”
(San Josemaría. Surco 960).
ESTAR ATENTOS
El Señor nos quiere en el Evangelio atentos, vigilantes, en guardia, con el corazón despierto y esta costumbre que nos pone san Josemaría o esta idea, nos puede servir mucho pensando en los demás. Pensando en aquello que también el Señor pregunta:
“¿Quién podría ser una persona, un administrador fiel y prudente a quien Yo le pueda encargar que alimente, que cuide, a sus horas, a la gente?”
Y nos acordábamos de san José y le hemos pedido ayuda tantas veces: San José, me quiero parecer a ti; quiero cuidar de Jesús, de la Virgen. Quiero cuidar de la Iglesia, quiero cuidar de mi familia como tú.
Aquí tenemos una cosa que nos puede servir tener (por decirlo así) en la semana: un día de guardia. Un día a la semana en que (lo que ha dicho san Josemaría) rece un poquito más; le pongo un poco más de empeño. Esté más vigilante un día a la semana.
Lo bueno, aparte de que ese día vas a estar más encendido en que voy a cuidar a la gente, a los demás, voy a vivir la comunión de los santos con más fuerza.
Lo bueno, nos dice san Josemaría, es que poco a poco con eso vamos a ir ganando terreno y vamos a estar con un corazón más vigilante. No solo un día a la semana, sino crecientemente. Atentos, vigilantes…
Y por último también un punto de Forja, el 487, toma unas palabras de Jesús para comenzar. Dice:
“Vigilad y orad, para que no caigáis en la tentación…”
Y comenta san Josemaría:
“¡Es impresionante la experiencia de cómo puede abandonarse un quehacer divino, por un engaño pasajero!”
(San Josemaría. Forja 487).
FIDELIDAD
Y esto no solamente en abandonar el camino de la vida que, también a veces por desgracia, ocurre. Porque uno se engaña y uno hace tonterías y por eso es muy bueno pedir por la fidelidad de todas las personas; por la fidelidad al amor, al amor de Dios, al amor a las demás personas.
Pero aparte de eso, también la fidelidad a los pequeños propósitos. La fidelidad a la oración; la fidelidad a la formación; la fidelidad en esta vigilancia constante, cariñosa a la vida cristiana.
Vamos a pedirle, de nuevo, para terminar este rato de oración, estos 10 minutos con Jesús, a san José, a la Virgen María, para que tengamos un corazón como ellos: enamorado, vigilante.