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P. Neptalí

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BANQUETE ETERNO

La liturgia de hoy domingo 28 del tiempo ordinario, nos trae el Evangelio de San Mateo, donde nos cuenta que: “En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y hablo en parábolas a los […]

La liturgia de hoy domingo 28 del tiempo ordinario, nos trae el Evangelio de San Mateo, donde nos cuenta que:

“En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y hablo en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: el Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo, mando criados para que avisaran a los convidados a la boda; pero no quisieron ir.

Volvió a mandar criados encargándole que les dijeran: tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto; vengan a la boda. Los convidados no hicieron caso, uno se marchó a sus tierras, otros a su negocio. Los demás le echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos.

El rey montó en cólera, envió sus tropas que acabaron aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: la boda está preparada pero los convidados no se la merecían.

Vayan ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encuentren convidarlos a las bodas. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos; la sala de banquetes se lleno de comensales.

Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: Amigo ¿Cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta? El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: Atenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas, allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.”

(Mt 22, 1-14).

En esta parábola el Señor resalta esa voluntad permanente, insistente de Dios Padre que llama a todos los hombres a la salvación. El banquete es un símil que utilizan mucho en el Antiguo Testamento como el Reino de los Cielos. También la primera lectura de hoy el libro de Isaías habla de ese banquete.

Era lo que los antiguos procuraban acercar a la gente al significado de ese cielo; que nosotros ahora conocemos más, por la relación. Pero era la relación que ellos tenían en ese momento y no daban para más. Nosotros, aunque tampoco lo sepamos, pero si vamos un poco más allá por la revelación de nuestro Señor Jesucristo:

“ni ojo vio ni oído oyó, lo que el Señor le tiene para aquellos que le aman”.

(Corintios 2, 9).

matrimonio

En la parábola se ve, después de ese llamado a la salvación de todos los hombres, porque Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, ese misterio que encierra el rechazó a la invitación del Señor, rechazo voluntario. Un rechazo que es tan grave, que merece un castigo definitivo, ¿no?

A la llamada de Dios a la conversión, a la aceptación de la fe, a su amor, a su consecuencia; nos dice el Señor que no debe haber ninguna excusa, ningún interés humano o ninguna razón que se puede oponer a esa llamada de Dios. Y vemos que algunos se excusan, unos se marchan a su tierra, otro tenía su negocio que tenía que atender, otros lamentablemente pues van contra los que los invitan, echan mano a los criados, los maltrataron hasta matarlos…cosa lamentable. Bueno, lo ha sufrido la Iglesia a lo largo de estos dos mil años, ¿no? Los mártires.

Aunque evidentemente se puede decir que, en un primer término, los primeros invitados a la boda, el pueblo escogido de Dios: el pueblo hebreo; pero también, ahora, somos nosotros. La llamada de Dios es universal, a todas las personas, a todos los hombres y nos sigue llamando. A veces dentro de nuestro contexto, en el medio de nuestra vida, nuestros intereses, de nuestro propio sufrimiento y dolor.

Dios tiene su caminos distintos para cada uno; pero a todo el mundo llama, a todos nos llama. Y en un momento de la vida, esa llamada es como muy insistente, se puede hacer o se hace con más claridad que en otros momentos y por eso hay que aprovechar ese momento y ese tiempo en el que el Señor nos llama; porque, quizá, después ya no se sea tan clara la llamada y nos quedamos que perdimos el autobús…

El traje de bodas al final, con el que se a de entrar en el Reino de los Cielos, son esas disposiciones; porque si alguien no las posee, será echado como dice el Señor de allí. Será condenado el día que Dios juzgue a cada uno. Es el traje con que procuramos tu y yo, estar preparados y estar preparados todos los días, ¿no? Toda la vida, toda la vida estamos preparados… “Cuando Señor nos llames, donde sea, como sea, en el lugar que sea. ¡Pues estaremos siempre preparados!”

Es verdad, que parte de esta situación de pandemia en que vivimos, comprobamos nuestra vulnerabilidad. Son muchas las personas que han sido víctimas de la pandemia, víctima mortales. Algunos conocemos a personas concretas, tenemos familiares, amigos, etcétera, que se nos han ido. Bueno, es una situación un poco dramática; pero bueno, aquí lo dramático es si esta uno preparado o no, para cuando el Señor lo llame: sí tenemos el traje de boda indicado, el traje de fiesta.

Si tenemos esa buena disposición que se puede resumir en la correspondencia a la gracia, si buscamos el amor de Dios, si estamos permanentemente unidos al Señor, íntimamente unido. Así tendremos siempre listo y bien planchado nuestro traje de bodas y allí el Señor nos recibirá con los brazos abiertos, con el cariño con que se ha ocupado de nosotros como un padre que es, ¡el mejor de los padres!, a lo largo de nuestra vida. Sólo que hay que estar pendiente, estar preparado.

Esa advertencia del Señor de que estemos vigilantes contra las acechanzas del demonio, para poder resistir los días menos buenos, por decir algo; porque no sabemos ni el día ni la hora. Por eso hay que estar vigilantes, constantemente vigilantes para que terminado ese único plazo de nuestra vida terrena, si queremos entrar con El a la joda merezcamos ser contados entre los elegidos, entre los invitados. O sea que no nos pase como aquel mal vestido, arrojado a las tinieblas, al fuego eterno en dónde habrá llanto y crujir de dientes.
Nos encomendamos, como siempre, a nuestra Madre Santa María, ella que siempre estuvo preparada para cuando el Señor se la llevó en cuerpo y alma a los cielos. Fue asunta al cielo. Que tengamos conciencia de no rechazar las invitaciones continuas que nos hace el Señor de corresponder a su gracia, para estar siempre permanentemente preparado cuando nos llame.

– ¡Señor ayúdame a estar preparado para cuando Tú me llames!


Citas Utilizadas

Is 25, 6-10;

Sal 22;

Flp 4, 12-14. 19-20;

Mt 22, 1-14.

Reflexiones

¡Señor, ayúdame a estar preparada para cuando Tú me llames!

Predicado por:

P. Neptalí

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