Señor, hace dos minutos empezó a sonar muy cerca de aquí un martillo eléctrico de esos industriales y pensaba: ¡no puede ser, justo cuando voy a grabar la meditación!
¡No importa!
Señor, en cualquier momento, circunstancia, lugar, podemos hacer un rato de oración, podemos hablar contigo, Tú nos esperas. Cualquier rato de oración es un encuentro personal contigo, así suene un martillo eléctrico, que espero no se escuche porque ya cerré las ventanas.
Bueno, hoy estamos en el domingo 14 del tiempo ordinario, el evangelio es muy bonito. Es el evangelio en el que Tu Señor dices, se te va el santo al cielo y empiezas a rezar en voz alta, hacer oración en voz alta y aprendemos eso de Ti:
“Te doy gracias Padre Señor del cielo y de la Tierra porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños”.
(Mt 11, 25-30).
Sí Padre, así te ha parecido bien, se las has revelado a los pequeños
VIRGEN DE CHIQUINQUIRÁ
Te quiero contar una historia, Señor. Quiero aprovechar este ratico de oración para hablar hoy de la Virgen de Chiquinquirá, Nuestra Señora de Chiquinquirá, porque hoy estamos de fiesta en Colombia.
Hoy es la Virgen de Chiquinquirá, cae en domingo, lógicamente pues se celebra en domingo la fiesta, el día del Señor. Pero no quería dejar pasar la oportunidad para dirigir la mirada a la Virgen de Chiquinquirá.
Cuenta la tradición que entre los primeros conquistadores del Nuevo Reino de Granada, Antonio de Santana, encomendero de los pueblos de Sutta y Chiquinquirá, era especialmente devoto de la Virgen del Rosario.
Fabricó en el pueblo de Sutta, su dormitorio y una pequeña capilla y ahí una imagen de la Madre de Dios. Por eso mandó pintar una imagen de Nuestra Señora del Rosario en una manta de algodón. Era la materia que tenía al alcance en ese momento. Y la manta quedó más ancha que larga y para que no quedara en blanco, los campos que quedaban a ambos lados de la Madre de Dios, mandó pintar a San Andrés apóstol y a San Antonio de Padua, uno a cada lado.
Luego recibió la imagen, acomodó el lienzo en un bastidor de madera y lo expuso en el altar de la capilla.
Pasaron algunos años -así lo cuentan- que el desaseo y la humedad deterioraron el lienzo que se rompió y la pintura casi que se borró del lienzo.
SE LAS HAS REVELADO A LOS PEQUEÑOS…
A la muerte de don Antonio, su viuda se trasladó a Chiquinquirá, el pueblo, llevándose consigo el cuadro al que colocó en una capilla. Diez años más tarde vino a aquel lugar una piadosa mujer, llamada María Ramos. Aquí conecto con el Evangelio, porque María, como dices Señor en el Evangelio, era una mujer sencilla, humilde, dócil, humilde de corazón, reparó en el cuadro y dijo: “¿Este era un cuadro de la Virgen? Así no se vea, no importa, lo voy a poner en el mejor lugar”.
Lo expuso en el mejor lugar. Fue así como el día viernes 26 de diciembre de 1586 a las 9:00 de la mañana, después de haber estado María más de dos horas en oración, se levantó de su asiento para salir de la capilla.
Y en aquel instante pasaba por allí una indita que venía de Muxo, llamada Isabel. Señor, otra mujer humilde, sencilla y llevaba un niño llamado Miguel de unos cuatro o cinco años. Al pasar frente a la puerta de la capilla, dijo el niño a la mujer: “Mire, mire, mire”, miró la mujer hacia la capilla y vio que la imagen de Nuestra Señora estaba en el suelo, de pie y despedía de sí una luz que llenaba de claridad toda la capilla.
Llena de asombro dijo en voz alta a María Ramos, que ya iba saliendo de la capilla:
“Mire señora, que la Madre de Dios se ha bajado de su sitio, está en vuestro asiento y parece que se está quemando»,
María Ramos miró y admirada de ver tan estupendo prodigio, llena de asombro, se dirigió llorando hacia el altar, se arrojó a los pies de la sagrada imagen y con mucho temor puso los ojos en ella y vio cumplidos sus deseos: estaba patente la imagen de la Madre de Dios, a la que María Ramos solía orar.
CON UNA HERMOSURA SIN IGUAL
Con una hermosura sin igual y con unos colores muy vivos y despidiendo de sí grandes resplandores que bañaban de luz a los santos que tenía a los lados y llenaba de claridad toda la capilla.
¡Vaya prodigio! Tenía el rostro muy encendido, toda la pintura estaba renovada completamente. Sin embargo, quedaron en el lienzo los agujeros que antes tenía.
Yo no me acordaba de este detalle y es un detalle bonito, porque el lienzo sigue siendo el lienzo y el algodón sigue siendo el algodón y los huecos pues ahí se quedaron. No se renovó el lienzo, solamente la imagen de la Virgen.
Después de una hora con mucho temor y reverencia alzaron el cuadro y lo colocaron en el lugar que estaba antes, el rostro de la Madre Santísima duró encendido todo aquel día.
Después la imagen quedó tal como hoy se contempla.
Y también es bonito cuando uno se acerca a Chiquinquirá -yo procuro ir por lo menos una vez al año para hacer una romería- más o menos queda unas tres horas en carro desde aquí, desde Bogotá. Si es muy bonito acercarse a esa imagen y ver esas figuras de los santos, esa figura de la Virgen María.
La noticia del prodigio se propagó rápidamente por todos los lugares, cuyos moradores presurosos acudieron a ver la imagen renovada.
CONSERVACIÓN PRODIGIOSA DEL LIENZO
Señor, preparando la meditación encontré un dato muy interesante, muy bonito. Durante más de 437 años, desde ese día, ese lienzo se conserva así, tal como se renovó.
Claro, desde 1587 no son pocos años hasta 1897, se le colocó un cristal para protegerlo. Diariamente pasaban por ahí centenares de personas y ponían sus rosarios, manojos de hierbas, panecitos de tierra blanca y otras miles de cosas; las ponían en el cuadro, las sobaban y acariciaban con el cuadro para que pudieran tocar a la Virgen.
Incluso, cuando se puso el cuadro un poquito más alto, había una vara larga con un garabato en la punta, ahí se engarzaban los objetos y los tocaban con el lienzo, de manera que no quedara duda de que habían sido tocados por la imagen de la Virgen.
Pues el lienzo siendo así tratado, durante muchos años, se conserva intacto, tal cual como se renovó hace 437 años.
Vuelvo al Evangelio, porque dices Tú Jesús:
“Todo me ha sido entregado por mi Padre y nadie conoce al Hijo más que el Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”
(Mt 11, 27).
Y con esta historia de la imagen milagrosa de la Virgen de Chiquinquirá, Señor te quiero pedir eso, yo quiero conocer a mi Madre Bendita, quiero conocer al Padre, quiero que tú me reveles al Padre.
Eso sí te voy a pedir que me ayudes a hacer humilde, sencillo, humilde de corazón, porque esos son tus preferidos, Señor. Para llegar a Dios hemos de ser niños sencillos, humildes, dóciles. Se lo pido mi Madre la Reina en Colombia, la Virgen de Chiquinquirá.