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CON DIOS, MUY LIBRES

libres
QUÉ PATERNAL ES DIOS

Hoy día, en las lecturas de la misa, lecturas bíblicas que tenemos, pensaba fijarme, para hacer ahora estos diez minutos de oración, de conversación con Jesús, de hablarle al Señor, de mirar a Jesús, de escuchar a Jesús, de acompañar a Jesús…Para estos diez minutos pensaba aprovechar especialmente, quizá, el Evangelio y el Salmo de la liturgia de hoy.

Especialmente con un factor en común muy luminoso, muy animante, muy bonito, que es: qué paternal, qué cariñoso, qué bueno es Dios.

Y por lo mismo, todas las cosas que nos dice, las indicaciones que nos hace, lo que nos pide, vienen de un corazón paternal, cariñoso, profundamente sabio, bueno.

Todo lo que el Señor nos dice, nos recomienda, nos manda a veces -que verdad tantas cosas, a uno le parece, bueno Dios esto me lo manda o Dios esto me lo prohíbe. Y sí, es verdad, pero paternalmente, cariñosamente, bondadosamente. De verdad, por ayudarnos, por expandir, por hacer más segura nuestra libertad, nuestra felicidad. De verdad que es así.

CUIDARNOS DE NO PECAR

De hecho, si nos fijamos en el Evangelio -digo, participaremos Dios mediante hoy en la Santa Misa-, el sacerdote ahí nos predicará o predicaré en la homilía. Y las palabras del Señor: “El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y le echasen al mar”.

Y después dice:

“Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida que ir con las dos manos a la gehena, al fuego que no se apaga. Si tu pie te induce a pecar, córtatelo [….] Si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la gehena”

(Mc 9, 42-47).

En la homilía el sacerdote nos hablará de esto y nos explicará cosas, seguramente. Pero claro, ¡la fuerza de esta expresión! Nuestro Señor no nos está diciendo que nos amputemos la mano, el pie, que nos quitemos un ojo, así como cruentamente ¿no?

Pero el Señor sí que está hablando fuerte, diciéndonos: -Oye, de verdad, de verdad, lo que te digo, lo que te indico de verdad, de verdad te lleva al cielo. Y más te vale un sacrificio aquí de un tipo, de otro, que perderte el cielo.

LA LEY DEL SEÑOR ES PERFECTA

Pero no es un Señor, no es un Dios el nuestro caprichoso. Es siempre paternal, cariñoso, bondadoso, que, con luz, con cariño, quiere darnos seguridad, firmeza, expandir nuestra libertad. De verdad lo busca, de verdad lo quiere.

Y quizá en este momento irnos al Salmo. En la liturgia se enumera así, el Salmo 18; si uno lo toma de la edición la última, la Neo Vulgata que se llama, uno tiene que buscarlo como Salmo 19.  Pero bueno, da igual: 18 (19).

Y aquí lo que brilla, Comienza el salmo de hoy a partir del versículo 8 o 9. Dice:

“La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el mandato del Señor es firme, instruye al sencillo. Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; los mandamientos del Señor son puros, dan luz a los ojos. El temor del Señor es limpio, dura por siempre; los juicios del Señor son veraces, son enteramente justos. Más preciosos que el oro, que el oro más fino; más dulces que la miel que destila el panal”

(Sal 18, 7-11).

Si uno lo lleva a ejemplos prácticos de la propia vida, y quizá ahora el Señor que estamos rezando, nos animará a captarlo así también… Es que es muy, muy importante, muy valioso, de verdad que ayuda cuando, por decirlo así, sé cómo funcionan las cosas. Ese saber cómo funcionan las cosas o cómo funciono yo mismo, es súper importante, es súper valioso. De verdad que a uno lo salva de muchas, y de verdad que me ayuda a avanzar, a conseguir objetivos que no es tan fácil conseguir.

EL SABER NOS LIBERA

Es decir, cualquiera de nosotros pa´ estar escuchando esto, pa´ estar haciendo este rato de oración, tenemos que saber cómo funciona un computador, cómo funciona el teléfono, cómo recibir un WhatsApp, cómo abrir YouTube, o lo que sea.

Y sí, sé, entonces puedo acceder, por ejemplo, a esta meditación. Y si no sé, ahí está la meditación en la nube, pero yo no puedo acceder a ella y ¡qué pena! me la estoy perdiendo.

O no sepa, cualquiera de nosotros, es bastante evidente que si uno anda en bicicleta no es indiferente saber si con el freno de la izquierda frena la rueda de adelante o la de atrás. No es indiferente cuando estoy andando en bicicleta, especialmente si voy rápido, no es indiferente saber si el freno que tengo en la mano izquierda es el que me ayuda a frenar la rueda de adelante o la de atrás, porque cuando voy ahí, si me equivoco y voy muy rápido, si sé que freno con la rueda de adelante, me voy de cara al piso.

No, cuando voy muy rápido tengo que frenar con la rueda de atrás. Y entonces necesito saber, es súper valioso saber si es con la mano izquierda o con la mano derecha que tengo que frenar.

De verdad que es importante, de verdad que uno valora, cuando va arriba de la bicicleta rápido, tener una seguridad muy grande de que, si voy rápido, amigo mío, con la mano derecha siempre. Salvo ya, cuando la cosa está de emergencia, ya nos vamos con la mano izquierda, pero como pa´ asegurar la frenada en una emergencia.

O cualquiera de nosotros sabe, no sé, si voy andando en auto y confundo cuál es el acelerador y cuál es el freno, la cosa se puede poner muy difícil, muy complicada.

Por eso es muy valioso saber, por ejemplo en el auto, por ejemplo en la bicicleta, o por ejemplo para escuchar esta grabación, cómo funciona ese saber, ese, por decirlo así, conocer las reglas del juego, de los frenos del auto, de los frenos de la bicicleta, del acelerador en el auto o de cómo funciona un teléfono. Es muy valioso. Me da más capacidad de acción, me da más… expande mi libertad, realmente.

LA LIBERTAD ES PARA SIEMPRE

Hay una carta bonita -está en Internet, se puede conseguir fácil-, una carta del prelado del Opus Dei del 9 de enero del 2018. Es muy bonito ahí -me parece a mí, también ahora quizás para continuar con este tema, hacer oración-, cómo dice el Padre, el prelado del Opus Dei, dice: “En el Cielo el amor, la felicidad será plena. Y la libertad también”.

Dice lo siguiente: “Dios nos ha dado la libertad para siempre: este don no es algo transitorio, para ejercitar solamente durante esta vida en la tierra. La libertad, como el amor, “nunca acaba” (1Cor 13,8): Permanece en el Cielo. Nuestro camino hasta allí es precisamente un camino hacia la libertad de la gloria de los hijos de Dios: in libertatem gloriae filiorum Dei (Rm 8, 21). En el Cielo, la libertad no sólo no desaparecerá, sino que alcanzará su plenitud: la de abrazar el Amor de Dios”.

Es muy bonito esto, cómo el Señor nos quiere libres, profundamente libres. Cómo el Señor nos quiere contentos, enamorados; profundamente contentos, profundamente enamorados.

Por eso el Señor nos da indicaciones, los diez mandamientos, esas intuiciones del corazón, la voz de la conciencia que nos da luz para saber avanzar, o nos reprocha cuando nos hemos equivocado para rectificar.

No es por complicarnos, es justo lo contrario: es para ayudarnos. Pasa que el diablo hace lo mismo que con Adán y Eva, que es meternos la desconfianza. Es decirnos: -Ah, Dios te pide esto. Claro. Es para complicarte; es para amargarte la vida.

Eso es una estafa, como todas las estafas del diablo que quiere presentarnos algo que es falso, justamente para alejarnos del Señor.

La verdad es la que nos dice el Salmo 18 (Salmo 19): los mandamientos, las palabras, lo que viene del Señor siempre es de amor, siempre expande nuestra libertad. Es cosa de ver a la Virgen y a San José.

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