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CON JESÚS, LIBERTAD

la alegría

Se expande nuestro corazón, nuestra libertad cuando nos damos cuenta de nuestra verdad más profunda: somos hijos de Dios.

Hay muchas cosas que son verdad en nuestra vida: la altura que tenemos, el peso que tenemos, el color de zapatos que tenemos puestos ahora… hay aspectos de nuestra vida que son verdad.

Hay verdades que son más profundas que otras y la verdad más profunda en nuestra vida es que somos hijos de Dios.  Esto es tan profundamente verdad y ocurre esto cuando nos damos cuenta.

Porque una cosa es saber la teoría, pero experimentarlo o sentirlo, cuando lo vivimos, cuando lo sentimos, con la ayuda de Dios. También prestándole atención nosotros cuando nos sentimos este ser hijos de Dios cómo se expande el corazón, cómo se expande la libertad.

Hoy el Evangelio lo recoge san Juan:

“Si permanecen en mi palabra, son en verdad discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres”

(Jn 8, 31-32).

CARIÑO EN EL CORAZÓN

¡Qué cierto es esto! “Por eso tiene tanto sentido estar ahora rezando, aquí, ahora Jesús contigo en la oración, estando contigo, permaneciendo en tu palabra se forja nuestra verdadera libertad.

“Desde aquí, desde el diálogo contigo, desde tener este cariño en el corazón, desde permanecer en tu Palabra, permanecer en ti.

Estar en sintonía contigo, conectado contigo… como uno lo quiera expresar, desde aquí sí que sí se proyecta mi vida hacia adelante, hacia arriba, más al fondo… o como uno quiera visualizarlo o esquematizarlo.  Desde aquí sí que se proyecta mi vida”.

Desde la oración, desde ese sentirme hermano de Jesucristo, amigo de Jesucristo, hijo de Dios… entonces sí que todo es promesa, todo es futuro, todo es esperanza, todo son los sueños de Dios.

“Si permanecen en mi palabra, son en verdad discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres”.

Esa capacidad de movimiento, esa fuerza para ir, para avanzar, para crecer, desde esta verdad tan profunda…

VERDADES

Hay muchas cosas que son verdad en mi vida, pero ahora en la oración pidámosle esto al Señor: “Señor, que yo me de cuenta de esta verdad, que esta filiación divina, este ser hijo de Dios, es nuestra verdad más íntima”.

San Josemaría lo decía así:

“El que no se sabe hijo de Dios, desconoce su verdad más íntima”.

Su mayor tesoro, su perla más preciosa, su punto de apoyo, ese que buscaba Arquímides cuando lo percibió, cuando captó… ¡Eureka! Aquello que buscaba Arquímides, ese punto de apoyo impresionante.

LA VERDAD MÁS ÍNTIMA

El que desconoce esto en la propia vida desconoce su verdad más íntima.  Y el que lo experimenta, el que con la ayuda de Dios (porque es en gran medida don del Señor) lo toca, el que lo siente, siente, se apoya en su verdad más profunda, en su verdad más verdadera y esto da una capacidad, una fuerza, una libertad inmensa.

“Si permanecen en mi palabra, son en verdad discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres”.

Le podemos decir: “Señor, muchas gracias por tenerme aquí contigo haciendo oración, por darme esta oportunidad, por darme tu gracia.  Por ponerme al alcance de la mano con el trabajo de un montón de personas que pasan desapercibidas en este proyecto de 10 minutos con Jesús, de su ayuda, de su voluntariado.

EN LA ORACIÓN SE FORJA LA VERDADERA LIBERTAD

“Señor, pones a mi alcance poder acercarme al Evangelio, poder acercarme a Ti, poder rezar… gracias por esto, porque entonces permanezco más en tu Palabra.

“Porque entonces conozco más la verdad -la verdad con minúscula- y conozco a la Verdad con mayúscula.  Te conozco a Ti Señor y este conocerte a Ti, este estar contigo, esta comunión contigo Jesús, me da una libertad maravillosa”.

Aquí en la oración se forja la verdadera libertad en la comunión con Jesús, en el permanecer en su Palabra, en su corazón, en su cariño.  Aquí la verdad, aquí la libertad.

UNA CANCIÓN DE JUVENTUD

Hay un libro que me gustó mucho, lo leí no sé si ya hace un par de años (con lo de la pandemia todo se difumina un poco, el espacio y tiempo) que se llama: “Una canción de juventud” de una suiza, se llama María Casal, aunque parece un nombre muy latino o muy hispánico.

Ella cuenta cómo conoció la Iglesia, cómo conoció también el Opus Deis viviendo en España.  Por trabajo de su papá toda su familia vivía en el sur de España, en Andalucía.

Cuenta cosas de su vida y en un momento ella se convierte.  Comienza a ser católica (su familia era protestante), conoce la Obra también y pide la admisión en el Opus Dei.

RELATO

Esto es en los años 50 estudiando medicina en Sevilla.

Y, en un momento a ella le toca ir a París.  Cuenta lo siguiente:

“Así como en España las residentes y las estudiantes de la universidad eran en su mayoría católicas, la cosmopolita ciudad de París ofrecía otro marco para la residencia Rouvray.

            Vivían allí chicas de otras confesiones cristianas o de otras religiones.  Durante mi estancia en la capital francesa, viajé a Inglaterra para acompañar a mi hermana que se iba a someter allí a un tratamiento médico.

            Me quedé con ella durante su recuperación y regresamos juntas a París.  Mi padre,

(este ingeniero suizo que vivía en Sevilla)

fue a nuestro encuentro y visitó la residencia.

            Escribí al padre, a san Josemaría, contándole tanto mis impresiones, como las de mi padre”.

Ahora viene lo que ella misma anotó en aquellos momentos de abril del año 61.

“Le escribí así a san Josemaría: Padre, cómo me gusta este espíritu amplio y comprensivo de la obra.  En este momento tenemos en Rouvray una sueca protestante, dos persas musulmanas y una yugoslava ortodoxa.

            Mi padre se quedó boquiabierto cuando le conté esto y casi no lo quería creer.  Desde entones, tiene mucha más simpatía a la obra.  Lento pero seguro, creo que se va acercando a la Iglesia”.

PROFUNDA LIBERTAD

Fíjate cómo este espíritu de profunda libertad que había en esa residencia universitaria del Opus Dei en París, ese profundo amor a la libertad y ese ambiente también cosmopolita o esa capacidad de dialogar, de encontrarse, de hacer un hogar, de hacer familia, con esa amplitud, con esa soltura interior, con esa libertad interior, le ayudó tanto al papá de María.

No era católico, no entendía muy bien el paso que había dado su hija en la fe católica, también pidiendo la admisión en la obra.

Pero, al ver esto, al darse cuenta de ese ambiente de libertad, de respeto, de cariño, le lleva a preguntarse: ¿Aquí por qué hay este ambiente? ¿Esta alegría, este servicio, este ayudarse unos a otros, esta apertura? ¿Por qué esta libertad?

Por eso hacemos oración, por eso queremos leer el Evangelio, por eso le pedimos al Señor.

Se lo pedimos también a la Virgen: que siempre tengamos una libertad muy grande, una libertad bonita, preciosa, verdadera.  Una libertad que nazca de esta verdad más íntima nuestra, de este ser hijos de Dios.

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