SINTONIZAR CON EL SEÑOR
Quizá en estos días estamos haciendo con cariño y con fe muchos actos de confianza en el Señor. Ahora mismo, desde el corazón, decirle al Señor: “Señor, yo confío en Ti.
Tú sabrás, Señor, ¿por qué esto? ¿por qué esto otro? ¿por qué de este modo?… Yo lo que quiero es estar en sintonía Tuya”.
Sintonizar muy finamente tu frecuencia, así como en la radio, cuando estamos buscando y encontramos precisamente y no un poquito más para allá o un poquito más para acá, sino justo en la frecuencia de banda.
Justo allí, en la sintonía perfecta con el Señor. “Señor, Tú sabrás”.
Es muy impresionante. Ahora mismo podemos verlo y lo habremos hecho muchas veces estos días, ahora también, dar gracias al Señor por tanta nobleza en tanta gente.
Nobleza de verdad, tantos trabajadores, tantas personas, tantos médicos, enfermeras, tanto personal sanitario, gente que organiza, gente que comunica.
Tanta gente jugándosela, ayudando a otras personas, tanta gente también quedándose en sus casas, haciendo caso a las indicaciones que hay.
No solo porque es algo obligatorio o porque si no puede tener consecuencias para mí, sino también por cuidar a los demás, por aminorar la pandemia, por cuidar a los más frágiles.
DIOS NOS AYUDA
Qué bueno, cómo nos estamos cuidando o intentando cuidarnos lo más posible, unos a otros en tantas partes del mundo, en tantos gestos, tantas personas en hospitales, en clínicas, atendiendo consultas por teléfono o por medio electrónico, o por chat.
Médicos que están ayudando allí en los hospitales.
Quizás el Señor nos está ayudando mucho también, dándonos un antivirus. Como los antivirus famosos de los computadores, como un remedio, una medicina.
Sobre todo para el individualismo, para ese egoísmo, ese egocentrismo en que tan fácilmente nos metemos, que se nos va la cabeza, se nos va el corazón a eso.
Y qué maravilla estos días verlo en tantas personas, porque el buen ejemplo arrastra, el buen ejemplo ilumina en una situación dolorosa, difícil.
“Pero gracias Señor y Señor, confío en Ti. Y si tengo síntomas, si tengo alguna enfermedad, algún cuadro, confío en Ti”.
“Confío en Ti”: esa es una oración muy buena, es fe, es cariño, eso es humildad.
SERVIR
“Señor, tú sabrás por donde yo quiero sintonizar Contigo”. Uno lo ve hoy día, en el Evangelio de la misa de hoy. Lo que guía los pasos de Jesús, de allá para acá, por Tierra Santa.
Del norte al sur, del este al oeste, por desierto, por la orilla del río Jordán, hacia el norte, hacia el sur y cruzando de acá para allá y acercarse al lago y allí en Galilea y cruzar hacia el otro.
Lo que guía los pasos del Señor, lo que guía el andar del Señor, por el lago, a la orilla que sea, lo que guía tus pasos, Jesús, es algo muy sabio, es algo muy generoso, es algo muy cariñoso.
“Non venit ministrari sed ministrare”.
“No he venido para que me sirvan sino para servir”.
No he venido para ser servido, para que me sirvan, para que me honren o para hacerme famoso. No, “No he venido para que me sirvan, sino para servir”.
BUSCAN A JESÚS
Uno lo ve en la vida del Señor. Como dice san Juan en el Evangelio, versículo 43:
“Salió Jesús de Samaria para Galilea, hacia el norte”.
Un poquito más adelante, cuando Jesús va dentro de Galilea a Caná, donde había convertido el agua en vino. Y cuenta lo que ocurre ahí:
“Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaúm”.
No en Caná mismo, sino en Cafarnaúm, en la orilla del lago.
Trata de imaginarlo, porque es una celebración, es como vivir el Evangelio. Ponerle cara a Jesús, ponerle temperatura al ambiente, al clima, la brisa que corría o el calor como apretaba.
Y dice san Juan:
“Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo”.
Este hombre está en Cafarnaúm, tiene un hijo enfermo ahí, en la orilla del lago, pero sabe que Jesús está en Caná y entonces va a verlo.
Continua san Juan:
“Y le pedía que bajase a curar a su hijo, que estaba muriéndose”.
JESÚS, EN TI CONFÍO
Yo creo que es fácil, para cualquiera de nosotros, imaginarnos con qué fuerza, con qué mirada, con qué emoción en la voz le habrá pedido este padre a Jesús que bajara a cuidar, a sanar a su hijo que estaba muriéndose.
Y mira lo que responde Jesús. Otras veces Jesús partía para allá. En el caso de Jairo: cuando Jairo también le viene a pedir por su hija, que también le habrá pedido con mucha fuerza. En esa ocasión, cuando fue lo de Jairo, Jesús dijo:
“Voy a curarla”.
En cambio ahora, cuenta san Juan, Jesús le dijo a este padre que estaba preocupado y le pedía a Jesús que bajara con él, y Jesús le dijo:
“Si no ven signos y prodigios, no creen”.
Se la pone difícil o le pide más. Imagínate la expectación de san Juan y de los demás que estaban ahí mirando esto, contemplando este diálogo.
El funcionario insiste
“Señor, baja, antes de que se muera mi niño”.
UN ACTO DE FE
Cuando este hombre le está pidiendo a Jesús y le insiste, está de verdad haciendo un acto de fe. Si no hubiera creído, se habría dado media vuelta y se habría ido. Por algo hizo todo ese viaje, desde Cafarnaúm hasta Caná a buscar a Jesús.
Y cuando Jesús le dice, bueno, a ver cómo andamos de fe en el fondo… Tú quieres prodigios, quieres show, o ¿de verdad hay fe en tu corazón? Y como respuesta, este hombre le dice:
“Señor, baja”.
Le insiste.
¿Cómo se habrán mirado en esos segundos? ¿Cómo habrá mirado directo a los ojos el funcionario real a Jesús? ¿Cómo habrá mirado Jesús de vuelta?
¿Con cariño, con fuerza o con confianza? ¿O con aprobación a ese padre que estaba tan preocupado?
Jesús le contesta:
“Anda, tu hijo vive”.
El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino.
No sé qué habrías hecho tú. Tampoco sé qué habría hecho yo… Cuando hay una situación en concreto, no sabemos cómo vamos a reaccionar.
JESÚS LO ACOMPAÑA
Tu imagínate que tienes un hijo muriéndose, que tenga la esperanza de que aquella persona pueda ayudar a tu hijo y le pides que te acompañe y se acerque al niño y que se yo, que le dé un medicamento, que le imponga las manos o que rece junto a él.
Y esa otra persona, Jesús en este caso, le dice:
“Anda, tu hijo vive”.
No sé cómo habrías reaccionado tú o cómo habría reaccionado yo. Pero, el hecho, es que este hombre creyó y no solo creyó insistiendo, sino que creyó haciéndole caso al Señor.
Qué bueno que podamos imaginar, revivir el Evangelio.
Señor, auméntame la fe. Señor, que yo te haga caso, que te ruegue con la fuerza de este hombre. Que te ruegue por las personas que me rodean con la fuerza de este hombre y que crea, que confíe en Ti.