“Conversión a lo San Pablo”, una expresión que se suele escuchar cuando alguien que estaba, en apariencia (porque nunca sabemos el interior de las personas) muy lejos de Dios, que llevaba una vida inmoral, que no vivía las virtudes cristianas y, de un día para acá, se convierte, cambia.
Se puede escuchar: “tuvo que haber sido una conversión a lo San Pablo” y hay muchas conversiones así por la Gracia de Dios.
Por ejemplo, ahora se me ocurre pensar en este activista, productor, actor: Eduardo Verástegui, es el que se me ocurre así a bote pronto, una persona que públicamente es reconocida como un converso. Ahora es un activista pro-vida y hace mucho bien.
El año anterior en el mes de mayo, promovió el rezo del Santo Rosario, lo rezaba con miles y miles de personas cada día en el mes de mayo, pidiendo por el fin de la pandemia y realmente ha hecho mucho bien.
CONVERSIÓN DE SAN PABLO
Pero bueno, vamos mejor Señor a recordar, porque a Ti te hará gracia también, cómo fue la conversión de San Pablo.
“Saulo”
se lee en la Primera Lectura de la misa,
“respirando todavía amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, se presentó ante el sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco».
(Hch 9, 1-2)
Pablo era un defensor a ultranza de la Ley de Moisés y a sus ojos la doctrina de Cristo era un peligro para el judaísmo, por eso no vacila en dedicar todos sus esfuerzos al exterminio de la Iglesia.
Exterminio de la Iglesia, ¿qué tal esa palabra tan radical? Pues a eso se dedicaba san Pablo. Hay un hecho histórico, cómo san Pablo consciente y acepta y promueve y patrocina la muerte de san Esteban, -el primero de los mártires, san Esteban protomártir- y no satisfecho va y hace estragos en las iglesias. Iba de casa en casa, apresaba a hombres y mujeres, los metía en la cárcel.
Cuenta que un día se dirige a Damasco, donde había aprendido la semilla de la fe y lleva plenos poderes para detener allí en Jerusalén y llevar a Jerusalén a quienes encontrara: hombres, mujeres, seguidores del cristianismo, seguidores de Cristo, “seguidores de Ti Jesús”.
LOS PLANES DE DIOS PARA SAN PABLO
Pero el Señor tiene unos planes distintos para san Pablo, para Saulo, (aún no se llamaba Pablo).
“Mientras iba de camino, le sucedió al acercarse a Damasco, que de repente lo envolvió un resplandor, una luz del cielo y, cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Respondió: ¿Quién eres Tú Señor? Y Él: Yo soy Jesús, a quien tú persigues”.
(Hch 9, 3-5)
Ahora me acuerdo de un cuadro muy famoso de Caravaggio (ya que el padre Federico y el padre Juan Pablo lo mencionaron hace poco en algunas meditaciones, pues yo también), un cuadro muy famoso que muestra precisamente ese momento, el momento en el que cae por tierra Saulo y recibe esa luz, ese resplandor y se escucha esa voz.
“¿Quién eres tú Señor? Yo soy Jesús a quien tú persigues”.
Lo llevan de la mano hasta Damasco, lo recibe Ananías, recobra la vista y Ananías le dice:
“El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas Su voluntad”.
Importante cara a una conversión “a lo san Pablo”, escuchar la voluntad de Dios, ¿cuál es la voluntad de Dios? Y sigue:
“Ve hacia el Justo y escucha la voz de Sus labios, porque vas a ser su testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído”.
VER A DIOS POR TODAS PARTES
Jesús, a mí me parece que estas tres cosas que habla Ananías son importantísimas para una auténtica conversión. Reconocer la voluntad de Dios, ver a Dios por todas partes, ver al Justo y escuchar Su palabra en la oración.
Quien se convierte debe ser un alma de oración, debe ser una persona que procure hacer oración y, finalmente, ser su testigo ante todos los hombres de lo que ha visto y de lo que ha oído y a eso se dedica san Pablo.
San Pablo nunca olvidará ese encuentro personal con Cristo. “Un encuentro”, ese es el modo elegido por Jesús para cambiar la vida de muchos, para cambiar nuestra vida, la vida de todos, porque todos somos pecadores.
Podemos pensar en el primer encuentro con Jesús de Juan y Andrés, de Simón, a quien Tú Jesús lo vas a convertir en roca. La samaritana, un encuentro precioso que narra San Juan. El leproso que vuelve a dar las gracias por haber sido curado, solamente uno. La mujer enferma que se cura tocando el borde de la túnica de Cristo.
CONVERTIRSE CON FRECUENCIA
Encuentros únicos, encuentros decisivos. Señor ¿cuántos de los que escuchan 10 minutos con Jesús han recibido un encuentro así: personal, fuerte “a lo san Pablo”.
Quizá alguno, no muchos, no lo sé, cada uno lo sabrá en su interior. Y ahora te preguntamos a Ti Jesús: ¿quieres una conversión así de parte nuestra o qué tipo de conversión quieres para nosotros?
Porque hay muchas conversiones y muy seguramente el Señor nos responderá: conversiones sencillas, conversiones desapercibidas, conversiones en el corazón, conversiones del día a día. Está bien Jesús, Tú permites que haya conversiones “a lo san Pablo”, ¿pero qué tipo de conversión quieres para mí, las del día a día?
En estos días leí esta frase:
“Vivir es cambiar y ser santo es haber cambiado con frecuencia”.
(John Henry Newman)
Esa es la conversión que el Señor quiere de cada uno de nosotros: cambiar con frecuencia, convertirse con frecuencia, cada día.
CONVERSIONES DIARIAS
Por ejemplo, un buen momento para convertirnos cada día es cuando hacemos este rato de oración, cuando sacamos un propósito pequeño de cambiar quizá una rutina, un acostumbramiento, una manera de hacer las cosas, unos prejuicios que podemos tener con las personas que queremos, la manera de hacer el trabajo…
Tantas cosas que podemos cambiar cada día, ir cambiando de a poco, esa es la conversión que Jesús quiere de nosotros y siempre Señor, cuando nos convirtamos en esas pequeñas cosas, que sobretodo queramos hacer Tu voluntad, queramos escucharte y queramos ser testigos de Ti, allí donde estemos, porque esa fue la tarea de san Pablo.
Pues ese puede ser un buen propósito para el día de hoy: primero, nunca olvidar el primer encuentro con Jesús y después procurar cada día ir a Su encuentro para imitar Su vida de entrega, pedir Su gracia para una continua conversión.
Terminamos hoy estos ocho días en los que hemos estado pidiendo más insistentemente por la unidad de los cristianos. Cómo no terminar estos días, estos ocho días acudiendo a nuestra Madre Santa María.
Cuentan los Hechos de los apóstoles que todos perseveraban unánimes en la oración, en la fracción del pan, junto a María, la Madre de Dios. Vamos a confiar en la intercesión de nuestra Madre para que, como sucedía antes de la Pentecostés, alcancemos la unidad entre todos los cristianos. Que un día nos volvamos a reunir todos juntos a su lado.
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