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P. Juan

5 min

CORAZÓN ACOGEDOR, COMO MOISÉS Y SAN JOSÉ

Vemos a Moisés intercediendo ante Dios por el pueblo de Israel, con una oración llena de comprensión y confianza. San José acogió y cuidó -así y aún mejor- a quienes tenía junto a él.

Estamos a un día de esta solemnidad grande, maravillosa de san José.  Ya llevamos varios días en esto, pero hoy día, especialmente, mañana es como los fuegos artificiales, a fondo con todo.

Pero llevamos tiempo, seguramente, como encendiendo motores, como en el fútbol cuando viene un partido importante, los jugadores se preparan y hacen un calentamiento previo.  Bueno, nosotros también queremos preparar esta solemnidad grande, esta fiesta grande, mirar a san José.

¡Qué ganas de conocer a José tan profundo como la Virgen María! ¡Qué ganas de conocer a José, tan profundamente como Jesús!

CONOCER PROFUNDAMENTE A SAN JOSÉ

Es algo que podemos pedir a Jesús, pedir a la Virgen: yo quisiera conocer a san José así de profundamente y verlo con los ojos del corazón.  Sonreír, qué sonriente san José y verlo, también, tan bueno, profundamente bueno con la gente.

Cuando va llegando alguien a pedir un favor, a pedir un trabajo, algo que había que arreglar: un techo, un yugo, lo que fuera…. La paciencia de san José, su calidez, su profunda unión con Dios, su manera serena, sencilla, amable de rezar…

Se lo podemos pedir a Jesús por dentro, con el corazón; yo se lo pido en voz alta: “Jesús, María, yo quisiera conocer a san José tan profundamente como ustedes; tan a fondo como ustedes y reírme con él, conocerlo, verlo trabajar y verlo a fondo”.

CORAZÓN DE PADRE

Fiesta de San JoséHay un rasgo -mirando el corazón paternal de san José- que nos ha propuesto el Papa Francisco en este año de san José.  (Nos escribió ese documento: Con corazón de padre (Patris Corde)).

Uno de los rasgos es el de cómo san José acoge, no solamente cómo abrazaría -por ejemplo- a Jesús Niño, lo acoge en sus brazos.  Cómo acoge, cómo cuida a la Virgen, al Niño también, por ejemplo, camino a Egipto y ya en Nazaret después.  Cómo acoge también a tanta gente que quería pedir consejo, ayuda o que le enseñara a usar una herramienta.

Esa acogida de san José, acogida profunda.  A propósito, no del Evangelio de hoy, sino que nos puede servir la primera lectura de hoy.  Pareciera como de una galaxia paralela, porque es el diálogo entre Yahvéh, el Señor y Moisés.

SER PARTE DEL SEÑOR

Es un diálogo cuando el pueblo de Israel ha dejado que su corazón sea parte del Señor, habiendo recibido de Él tantas cosas; habiendo podido salir de manera impresionante de Egipto y estar siendo alimentado en el desierto con el maná.

Así, todo el pueblo de Israel, como nosotros, quizás tú también se lo dices ahora al Señor con el corazón; yo también: “Señor, tantas veces habiendo recibido tantas cosas buenas de Ti, se me olvida, me atonto”.

Bueno, el pueblo de Israel estaba atontado y entonces cuenta el libro del Éxodo que el Señor se airó, se enojó profundamente con el pueblo de Israel, que le estaba siendo infiel; que le estaba lanzando por la ventana -digamos- la alianza, el compromiso y, entonces, Dios le dice a Moisés, voy a hacer de ti mi pueblo elegido.

“Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz, por eso déjame, mi ira se va a encender y contra ellos hasta consumirlos.  Haré de ti un gran pueblo”. 

(Ex 32, 9-10)

MOISÉS INTERCEDE POR EL PUEBLO

Entonces Moisés intercede por el pueblo.  Moisés, por decirlo así, así como había hecho Israel (de ahí su nombre), Jacob se llamaba y luego Israel combatió con Dios, forcejeó con Dios.

Moisés también forcejea con Dios, le dice: aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra Tu pueblo y trata de tocar el corazón.  Moisés conocía el corazón de Dios; lo bueno que es Dios. Le dice:

“Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del Cielo y toda esta tierra de la que he hablado, se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”.

(Ex 32, 13)

Moisés acoge al pueblo de Israel en su corazón; intenta también interceder por su pueblo ante Dios.  Uno puede decir: ¿Y esto qué tiene qué ver con san José y la Virgen María?  El Papa Francisco, cuando habla de la acogida en el corazón de san José, se fija en ese momento:

JOSÉ ACOGE A MARÍA

Cuenta san Mateo que san José se asombra de que María está embarazada; se asombra y dice: pero ¿cómo es esto? Y se decepciona, dice el Papa Francisco. Benedicto XVI dice en Jesús de Nazaret:

“Probablemente José se desilusiona”,

hay desilusión, además de no entender bien.

Y, sin embargo, dice el Papa Francisco:

“José acoge a María, acoge esa situación, acoge con fortaleza, con realismo, lo que hay, lo que es, tal como es.  ¿Por qué? Porque confía profundamente en Dios, confía profundamente en María”.

EL CORAZÓN GRAN DE  JOSÉ

Esto nos lo dice el Evangelio.  A mí me gusta pensar también que en el corazón de san José (seguramente él también) por dentro, habrá intercedido ante Dios cuando no sabía nada de lo que estaba pasando; cuando se encuentra con esto.

Quizás su primera reacción es rezar por la Virgen, es pedirle a Dios: Mira Señor, haya pasado lo que haya pasado o no entiendo yo bien esto, pero te pido por María.  Y, si hay algo que hubiera que disculparle, discúlpaselo porque qué buena es María.

No sé, yo me imagino que san José con lo buenazo que era, habrá rezado así.  No sé yo, pero de que san José tenía un corazón grande y acogedor; es decir, si Moisés lo tuvo; José más evidentemente.

UN CORAZÓN COMO EL DE JESÚS

Así era el corazón de san José, lo vemos en la primera lectura de Moisés y así queremos que sea.  Yo se lo digo en voz alta, tú se lo puedes decir ahora al Señor: “Jesús, yo quiero que mi corazón sea como el Tuyo; quiero que mi corazón sea como el de san José; como el de Moisés; como el Tuyo Jesús.  Un corazón grande, un corazón acogedor”.

Esto no es fácil, a veces sí, pero muchas veces no y queremos que sea siempre así.  Incluso, cuando pueda haber desilusión, decepción, cansancio o dificultad, una situación que en verdad es difícil…

“Señor, yo quiero que mi corazón sea siempre como el Tuyo”.  Eso que san Pablo les decía a los de Filipo:

“Tengan ustedes los mismos sentimientos que Cristo Jesús”. (Flp 2, 5)

SER COMO SAN JOSÉ

Eso lo queremos nosotros, queremos ser de verdad, se lo estamos diciendo: “Señor, yo de verdad quiero ser hijo de Dios; más profundamente, hijo de Dios en los rasgos de mi corazón, en cómo me veo, en cómo reacciono ante las cosas de los demás.   Y darme más, ayudar más, sonreír más, animar más y también disculpar o tener más paciencia”.

Qué ganas de ser como san José y qué ganas de decirle tres palabritas: ¡San José, ayúdame!  Se lo decimos ahora a san José: ayúdame a vivir el día de hoy como tú.

Se lo podemos decir en cosas más concretas, en un “taco” decimos aquí en Chile, en un atasco de tráfico.  San José, ayúdame, quizás una aplicación también nos puede ayudar a ir rápido por ahí.

San José, ayúdame a sonreír, ayúdame a ser paciente, ayúdame a rezar más, a rezar más profundamente sobretodo.  San José, ¡ayúdame!


Citas Utilizadas

Ex 32, 7-14

Sal 105

Jn 5, 31-47

Patris Corde

Jesús de Nazaret, Papa Benedicto XVI. 2007

Reflexiones

Jesús, yo quiero que mi corazón sea como el Tuyo; quiero que mi corazón sea como el de san José; como el de Moisés; un corazón grande, un corazón acogedor.

Predicado por:

P. Juan

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