Hoy celebramos (el domingo) la Resurrección de Jesús, el día del Señor. Pero es un domingo muy grande, especialmente grande, porque también hoy celebramos litúrgicamente el Corpus Christi. Claro, es una fiesta de mucha alegría, una solemnidad grande, una maravilla.
Y a propósito de esto, quizás has tenido la experiencia -ojalá alguna vez- de estar ahí en Roma, en el Vaticano, en la Basílica de San Pedro, ¡tiene tantas cosas tan bonitas! Quizás se te va la cabeza de inmediato a esa imagen de la Virgen con Jesús en brazos: La Pietà de Miguel Ángel. Pero tantísimas otras cosas. Ojalá algún día puedas ir para allá a rezar, a estar junto al Papa.
Me acordaba, estando ahí en la Basílica de San Pedro, una cosa (entre tantas cosas bonitas), algo que también nos ayude a rezar, a poner el corazón cerca de Jesús, a decirle cosas, a contemplar Su presencia real, maravillosa: Su Cuerpo y Su Sangre en la Eucaristía. Un recuerdo sencillo, pero algo que, por lo menos a mí me ha impresionado tantas veces, estando allá.
SAN PEDRO
En el Vaticano, en la Basílica de San Pedro, si tú vas avanzando hacia el altar mayor y vas hacia la derecha, está La Pietà, imposible no mirarla y no decirle alguna cosa bonita a la Virgen: “Te quiero Virgencita” o “Te quiero Madre mía”.
Pero uno sigue un poquito más adelante y algo muy impresionante: hay una capilla a mano derecha en que sólo te dejan pasar si de verdad vas a rezar. Y algo bonito, algo impresionante, es que entras allí y hay silencio; profundo silencio. Hay un clima de oración… -de alguna manera lo hay en toda la Basílica de San Pedro-, pero ahí muchísimo más, muy marcado. ¡Maravilloso!
¿Y por qué? Porque ahí está el Sagrario. “Bueno, en el sagrario estás Tú Jesús y por eso ahí la gente reza”. Es también precioso arquitectónica y ornamentalmente; las pinturas son maravillosas, se nota la fe, el cariño. Pero ¡es que está Jesús! y se nota sobre todo en la gente que reza ahí.
LUGAR DE ORACIÓN
Quizás has estado tú ahí alguna vez, rezando. Ojalá alguna vez podamos volver ahí, junto a Jesús, tan cerca del Papa. Ahora mismo podemos volar ahí con el corazón. Es impresionante el silencio, el recogimiento… ¡qué bien se reza ahí! Porque está Jesús.
La Basílica de San Pedro es un lugar de oración, es un lugar de gran belleza artística también, es un lugar donde se encuentran tantas personas. Como una representación de la Iglesia y de personas que vienen de fuera de la Iglesia, que se acercan a la Iglesia atraídas por su belleza. Es como una imagen de todo esto.
Pero ahí donde está Jesús, “ahí donde estás Tú Señor, ahora que estamos conversando estos 10 minutos contigo, ¡qué bien se reza ahí, qué bien se está y qué paz! ¡Qué alegría, qué sosiego!” Porque ahí está Jesús con Su Cuerpo, con Su Sangre, con Su Alma, con Su Divinidad. Verdaderamente presente, realmente presente, sustancialmente presente.
ITE AD JOSEPH: A JESÚS POR SAN JOSÉ
Y este año de San José, quizá especialmente por ser el año San José, ese recuerdo tan vivo en la Iglesia, pero ya desde el Antiguo Testamento, esta frase, el
“Id a José”. Ite ad Joseph.
(Gn 41, 55)
San Josemaría también, en su biografía, en su esfuerzo por ayudar a mucha gente -sobretodo gente joven- a acercarse al Señor, a tener cerca a Jesús en el Sagrario, buscaba los medios para conseguir las cosas: para poner un oratorio, una capilla, donde estuviera el Señor. Y no tenía medios y no tenía cómo y tenía prisa.
Quería que fuera pronto para ayudar a esos universitarios y que después ellos ayudaran a mucha otra gente a acercarse a Jesús, a hacer oración, a estar con Cristo en el Sagrario.
Entonces, san Josemaría se lo pidió a San José, se lo encargó a él y resultó todo muy bien gracias a la intercesión de San José; gracias a Dios, evidentemente, por intercesión de San José.
Y, en agradecimiento, san Josemaría hizo poner ahí en la llave, como un llavero, una medallita junto a la llave del Sagrario, con esta frase, con esta experiencia, con este consejo:
“Id a José” (Ite ad Joseph).
Nosotros también hoy, que es Corpus Christi, sigamos este buen consejo: a través de José, a Jesús, en la Eucaristía.
EL SILENCIO PROTEGE EL MISTERIO
Hay un texto que me impresionó mucho de un cardenal que estuvo a cargo, hasta hace muy poquito, de la Liturgia de la Iglesia allá en Roma, encargado por el Papa: el cardenal Robert Sarah.
Hay un libro que se llama “La fuerza del silencio”, en que habla, te has fijado cuando uno se acerca a la Santa Misa -o a un oratorio, una capilla, a la parroquia, a la Iglesia-, cómo muchas veces lo que está más próximo a Jesús en la Eucaristía, muchas veces se usan como unos pañitos, unos velos de tela, en torno al Señor.
Por ejemplo, muchas veces al cáliz con el que se celebra la Santa Misa -aquel cáliz que va a tener no sólo vino dentro con un poquito de agua, sino la Sangre de nuestro Señor, derramada por nosotros-, se cubre con un velo.
¿Te has fijado? Uno podría decir así como un pañito (muchas veces le llaman así). Me pasa en el colegio a veces cuando están poniendo la misa, organizando las cosas me dicen: “Oiga Padre y este pañito… y este otro pañito” y todos son el genérico pañito: “y este pañito pa´cá y este pañico pa´llá…»
Y estos pañitos tienen un sentido y tienen un nombre muchas veces. Por ejemplo, está el velo del cáliz; o si te has fijado el copón donde guardamos las hostias consagradas, con la presencia real de Jesús, muchas veces ese copón, cuando está dentro en el Sagrario, no está así no más, tiene un cubre copón, un velo, una tela, un pañito encima.
EL CARDENAL SARAH
Decía lo siguiente:
“En la liturgia, el cáliz está velado; el copón y el Sagrario están tapados por un velo mientras contienen la Presencia Real”.
Y luego va un poquito más allá el cardenal Sarah, dice:
“El silencio es un velo sonoro que protege el Misterio”.
(La Fuerza del Silencio, Cardenal Sarah, p.143)
Este es el sentido de esos pañitos que cubren el cáliz, que cubren el copón, el que cubre el Sagrario. Ese paño que se pone el sacerdote sobre los hombros cuando va a tomar al Señor y va a dar la bendición con el Santísimo, es una señal de la presencia Real -y por eso el respeto y el profundo cariño-, de que ahí está el misterio de Dios.
Así como Moisés se descalzó porque lo que pisaba era tierra sagrada -tierra ahí junto a la zarza ardiente-, nosotros también nos descalzamos en el corazón, nos damos cuenta de que estamos frente al ministerio del Señor. Y por eso esos velos, esos pañitos; por eso el silencio respetuoso, cariñoso, asombrado.
Es una manera de rezar: ese estar junto al Señor, estar ante el Señor, silenciosamente. Estar ante el Señor tranquilamente. Es una manera de respetar, es una manera de amar, es una manera de asombrarse, de educar el propio corazón, de decirle: ¡quieto, que estás ante la zarza ardiente: ante Dios!
Hoy es especialmente un día muy bueno para, si es posible, hacer un esfuerzo especial por ir a la Santa Misa. Si es posible, que no está fácil en muchos sitios.
Pero si no, también es un día buenísimo para hacer muchas Comuniones Espirituales, para decirle muchas veces: “Señor, me encantaría recibirte. Señor, te recibo ahora con el corazón”. El Señor ve el amor que hay ahí. Es una manera muy bonita de celebrar este Corpus Christi.