Señor, hoy te pedimos en este rato de oración que nos ayudes a creer de a de veras, de a de veritas -como diría El Chavo del Ocho- de a de veritas. O sea, que realmente sea una convicción profunda que creamos en Ti.
Que sepamos, con esa visión que nos da la fe, que Tú eres todopoderoso. Que nos llamas para hacer apostolado en medio del mundo, para que descubramos a muchas gentes que, Tú estás detrás de todo, que vale la pena cualquier cosa en esta tierra para ganarnos el cielo.
En ese sentido, el evangelio, nos ayuda mucho porque ese texto de san Lucas que habla de la pesca milagrosa dice que, en una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús, para escuchar la palabra de Dios. Nos imaginamos a nuestro Señor que está, efectivamente, lleno de gente a su alrededor que quiere tocarle, que quiere escucharle.
El texto dice:
“Él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret…”
(Lc 5, 1).
O sea, detrás de él estaba el lago y toda la gente estaba delante.
“…Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago…”
Con ese dinamismo se mueve hacia las barcas y una es de Simón y dice el texto:
“Le pidió que se apartara un poco de la orilla; y después se sentó y enseñaba a la multitud desde la barca…”
(cfr. Lc 5, 3).
Nos imaginamos a Jesús con ese oleaje pequeño, no había tanta cosa, la gente alrededor… Me imagino que varios de ellos se habrán sentado en la orilla. Jesús está sentado en la barca, muy cerca de la orilla y desde ahí, empieza a predicar.
Habrá pasado bastante tiempo predicando. Algunos discípulos estaban en la barca, otros estaban, seguramente, en la orilla y habrán escuchado deleitados a Jesús, que habrá puesto varias de esas parábolas.
LAS PARÁBOLAS DE JESÚS
No sabemos cuáles, pero seguramente el Señor repetía con alguna frecuencia las mismas parábolas para distintos públicos. De tal forma que, después, para los evangelistas, especialmente para Mateo y para Juan -que son autores directos- habrán recordado que esa misma parábola la contó en distintos sitios. Y a la hora de escribirlo, lo habrán puesto en un sitio concreto.
Nos hace ilusión escuchar a Jesús contando una de las parábolas que, tal vez, ya habían escuchado los discípulos. A esta nueva gente, que estaba escuchando, le habrá ardido sus corazones.
Pero fíjate, Jesús, cuando terminó de hablar, dijo a Simón:
“-Guía mar adentro y echad vuestras redes para la pesca.”
(Lc 5, 4).
Aquí viene el momento: Duc in altum, in altum. Muchas veces, estas palabras han acompañado a muchos movimientos o grupos de gente en la Iglesia, que buscan volver a ir “mar adentro”, al proceso de pesca.
A ese momento, en el que actúan como pescadores de hombres, In altum, Duc in altum, anda mar adentro.
“Simón respondió: – Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos sacado nada; pero si Tú dices, echaré las redes.
(Lc 5, 5).
Y así lo hicieron y sacaron tal cantidad de peces que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca -eran dos barcas- para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían.
“Al ver esto, Simón Pedro, se echó a los pies de Jesús y le dijo: -Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador
(Lc 5, 8).
Y es que, tú y yo, habríamos hecho lo mismo. Porque al echar las redes pescaron tal cantidad de peces, que las redes se rompían.
LA PESCA MILAGROSA
Inmediatamente la confianza de Simón fue recompensada, jamás había hecho una pesca tan grande y la cantidad de pescados sobrepasaba todas sus esperanzas. Porque Cristo es generoso en la abundancia de los bienes que da.
Al llevar a Simón a la pesca milagrosa, Jesús, le hace sentir el poder que tiene de colmar todos sus deseos. Le hace comprender que en Él se encuentra la solución de todos los problemas; la satisfacción de todas las aspiraciones y lo invita a unirse definitivamente, únicamente con Él.
Por eso es lógico que, san Pedro, le diga: “aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador…” ¡Es tan grande lo que me das!
Señor, hoy, que estamos en este rato de oración, que me deje asombrar por tus milagros que se hacen cerca de mí. Que me reconozca como pecador.
Uno podría decir, muy bien, sí, pero eso sucede siempre… ¿Por qué no habían pescado nada durante la noche?
Encontré un texto de santa Catalina de Siena que me parece bastante claro en este sentido y, que nos puede ayudar para complementar esta oración que le estamos pidiendo al Señor, a que nos ayude a crecer en fe. A creer de a de veras.
Santa Catalina de Siena dice en los Diálogos:
Pedro fue obediente y al creer con una viva fe que pescaría sacó muchos peces, pero no fue durante la noche. ¿Sabes cuál es el tiempo de la noche? Es la noche tenebrosa del pecado mortal, en el que el alma está privada de la luz de la gracia. En esa noche ella no podía sacar nada, porque echa la red de su deseo, no en el océano de la vida, sino en el Mar Muerto. Donde sólo encuentra la falta. Se fatiga en vano y todos sus esfuerzos son inútiles.
SALIR DEL PECADO
Efectivamente, cuando vivimos en el pecado, cuando no terminamos de salir del pecado, es difícil que exista esa pesca milagrosa y la noche sigue presente en nuestra vida.
Tenemos que intentar salir del pecado. Buscar. A veces, son problemas un poco más complicados. Se han dedicado a ayudar a otras personas a salir un poco más de estados de pecado. Por ejemplo, ayudar a que se casen, a que dejen de convivir; ayudar a que esta situación de odio que había en algún momento se disuelva, que aprendan a perdonar.
Todos son procesos. Algunos de esos procesos toman años, pero es importante salir de la noche. Porque si no sales de la noche, aunque sea una cosa larga, pues no vamos a poder hacer esa pesca que tanto nos gustaría.
A veces, estamos -como dicen ahí- arando en el mar. Arando en el mar es hacer una cosa que no tiene mucho sentido. ¿Entonces, qué es lo que hay que hacer? Pues creer de a de veras…
O sea, si el Señor es El Salvador, debe tener unas rutas para cada uno, para ir saliendo del pecado, pues lógico. No es que, en este instante, ya todo va a funcionar, no.
A veces son procesos, como digo, que toman años. Pero si crees de a de veras, de a de veritas, entonces harás los pasos necesarios para ir saliendo de esa situación.
No, es que mis hijos son muy chicos y no pude ir a misa los domingos. No, es que mi madre no me deja, porque tal… O porque mi esposo tiene miedo de que sigamos demasiado religiosos, no sé. Miles de cosas que pueden salir y que son ahora mismo un obstáculo para salir de la noche.
RECUPERAR LA LUZ DE LA GRACIA
Puede ser miles de cosas: la droga, del matrimonio, de los hijos, del trabajo… Trabajo todos los domingos y sábados, todos los fines de semana, no sé… Miles de cosas que uno puede decir que le impiden cumplir completamente con la voluntad de Dios, con la ley de Dios.
Y dices ok, vamos a ir trabajando poco a poco para que esto salga adelante. Porque cuando eso es así, entonces salimos de la noche.
Y sigo con santa Catalina de Siena, que dice:
Pero cuando aparece el día, cuando el alma sale de la noche del pecado, para recuperar la luz de la gracia, encuentra al mismo tiempo en su espíritu el mandamiento de la ley que le ha dado.
¿Y cuál es esa ley? Pues esa ley es la de Duc in altum, rema mar adentro, lanza las redes, sal a pescar.
Todos podemos seguir ese mandamiento cuando salgamos de la noche del pecado.
Señor, ayúdanos a creer de a de veras. Ayúdenos a dar los pasos necesarios para estar más firmes junto a ti, a que esto sea una vida propia de querer acercarnos a Ti; de salir de esa noche para seguir tus mandamientos. De buscar más gente para ti. De descubrir a muchos otros esa maravilla del evangelio saliendo de la noche.
Vamos a poner estas intenciones en manos de nuestra madre, la Virgen María. ¡Qué bonito! Ella nos va a ayudar a que creamos también de a de veritas, de a de veras. Creer, de a de veras, en que Jesucristo nos salvará y nos llevará al Reino de los Cielos, que empieza ya en esta vida con esa salida de la noche.
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