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CUESTE LO QUE CUESTE

CUESTE LO QUE CUESTE

¡CUÁNTO DIOS NOS QUIERE!

¡Muy Feliz Navidad a todos y cada uno de los que trabajan en este equipo de 10  minutos con Jesús Latinoamérica! Ese trabajo oculto que da tanta gloria a Dios: ¡Muchas felicidades y que Dios los bendiga! ¡Que Dios las bendiga!

Y también a quienes nos escuchan, les deseo una muy Feliz Navidad y que la alegría inmensa del nacimiento del Señor llene nuestros corazones, que nos sintamos muy seguros del amor de Cristo.

Hoy inauguramos la Octava de Pascua, la alegría incontenible de la Navidad, no se puede cerrar en veinticuatro horas, hace falta una semana.

Gran día, de siete días para meternos de lleno en el gozo del nacimiento de Dios entre nosotros, Emanuel, ¡Dios con nosotros está!

Nuestro corazón, la inteligencia de nuestros actos, en nuestra vida, y qué seguros vamos con Cristo. Es un gran motivo que tenemos para llenarnos de gratitud al Señor por habernos elegido, por ser Suyos.

También encontramos un motivo de confusión, de contrición, ¡perdónanos Señor! Es que tantas veces que no he sabido agradecer los inmensos dones que me comunicas continuamente.

«—Si conocieras el don de Dios, dice Jesús a la samaritana, (y también a cada uno de nosotros)… Te darás cuenta cuánto te quiero».

Si te dieras cuenta cuánto te he cuidado, cuánto te espero, cuánto te amo ¡Gracias, Señor!

Vivamos la Navidad, este ambiente profundo de gratitud que nace del don de Dios sobreabundante, inmenso, y también de nuestra conciencia de no merecer.

No merezco a Jesús. No merezco la fe, la esperanza, la caridad. No merezco esta vida buena de los cristianos, por muy dura que sea.

Y tampoco merezco el Cielo que me espera por la misericordia de Dios.

SEGUIR EL PLAN DE DIOS

Hoy inauguramos esta Octava con la fiesta de hoy: San Esteban, Protomártir. Ayer, el nacimiento de Jesús, y hoy, la muerte de este primer testigo de la verdad y del amor de Cristo.

Jesús nos muestra el camino al Cielo. Un camino de plenitud humana, no hay mayor plenitud que la santidad.

Humanamente los cristianos somos personas realizadas, porque Jesús no nos quita nada. Jesús solo sabe sumar, sólo sabe bendecir. Y si nos pide algo, es para darnos más.

Jesús quiere que seamos cada vez más hijos en el Padre, en unión con Él, y cada vez más hijos.

Somos libres, pero este camino que Jesús nos muestra al Cielo, es un camino a la vez recio, áspero, duro y amable. Andadero, llevadero, alegre, gozoso, porque es el misterio del amor.

El amor auténtico, como bien lo hemos considerado tantas veces, es un amor que se fragua en el dolor. Y todos ustedes tienen esta experiencia de cuando sabemos abrazar la voluntad de Dios en cosas que nos cuestan.

Jesús nos asiste con su Gracia y nos quedamos llenos de paz, e incluso de alegría.

Una vez que aceptamos el plan de Dios, perdemos el miedo a todo, porque nada nos puede separar del amor de Cristo.

De esta expresión tan preciosa de san Pablo en la Carta a los Romanos:

«Ni el hambre ni la desnudez, nada nos puede separar del amor de Cristo».

SABER ENFRENTAR LAS DIFICULTADES

El Evangelio de hoy, tomado de san Mateo dice:

«Os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas, y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles».

Tal cual ocurrió en la vida de san Esteban y de tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia.

Pensamos especialmente en esos primeros dos siglos y medio en que fueron tiempos de gloria. Tiempos en que ser cristiano, significaba estar dispuesto a derramar la sangre en testimonio del amor de Cristo.

Hombres y mujeres corrientes, que al abrazar libremente el bautismo, estaban dispuestos -como decía-, a darlo todo por el Señor.

Y además, lo hacían alegremente, sin mentalidad de víctimas, sin pensar que les tocaba lo peor, sino la mayor honra, sufrir en unión con Cristo para resucitar con Él.

Es que el Señor entonces está presentando un programa realista de lo que significa ser cristiano:

«Os entregarán». 

Llenémonos de confianza en la fuerza que el Señor nos da para enfrentar las dificultades que habitualmente suelen ser pequeñas…

Así como san Esteban dio testimonio -que significa ser mártir-, también nosotros estamos llamados a dar testimonio. Un testimonio sencillo, un testimonio que nos llama la atención.

Es el testimonio del martirio diario.

«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz de cada día y sígame»

(Mt 16, 25).

Esto nos lo dice el Señor a cada uno de nosotros como al oído íntimamente: “la cruz de cada día”.

PERSEVERANCIA: SEGUIR EL CAMINO

No esperes situaciones extraordinarias, las circunstancias actuales de tu vida, son las óptimas para amar a Cristo y a los demás.

Lancemos lejos de nosotros cualquier ‘victimismo’, o lo que llamaba san Josemaría, esa ‘mística hojalatera’: —Ojalá pase esto… —Ojalá se resuelva esto otro, y entonces yo sí que voy a reaccionar bien y tendré paciencia…

¡No! La gracia de Dios actúa en el momento presente.

Escribe san Jerónimo:

“La invitación de Jesús, a cargar con la Cruz de cada día, no sólo en el tiempo de la persecución, o cuando se presenta la posibilidad del martirio, sino en toda situación, en toda obra, en todo pensamiento, en toda palabra.

Dejemos aquello que antes éramos y confesemos lo que ahora somos, puesto que hemos renacido en Cristo”. 

El hombre nuevo, la mujer nueva, la criatura nueva que no se apoya en sus propias fuerzas para enfrentar las dificultades, sino que confía plenamente en la fuerza de la gracia; y entonces sí podemos ser santos, recorrer un camino de santidad, contando con nuestra fragilidad.

Porque sobre todo, contamos con la gracia de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo.

Y al final de este Evangelio de hoy, Jesús dice:

«—Seréis odiados por todos a causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará»

(Mt 10, 22).

Pidamos hoy dentro de esta maravilla de la Navidad, este comienzo de la vida de Dios entre nosotros. Pidamos al Señor: “Danos el don de la perseverancia. Que no nos quedemos a mitad de camino”.

Terminó con ese punto, el último de san Josemaría en Camino:

“¿Qué cuál es el secreto de la perseverancia? El amor. —Enamórate, y no le dejarás” (p. 999, Camino).

Se lo pedimos a María Santísima.

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