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CURACIÓN DE LA MUJER QUE PADECÍA FLUJO DE SANGRE

MARIA MAGDALENA
PONER EN TUS MANOS ESTE MOMENTO

Como siempre en estos 10 minutos con Jesús, lo primero que nos proponemos es que se transforme en un diálogo, que esto sea un encuentro con nuestro Jesús. Por lo tanto, le pedimos ayuda a nuestro ángel custodio, a san Josemaría y a la Santísima Virgen María, para que nos ayude a entrar en comunión con Jesús, en diálogo con Él.

Que tengamos palabras de corazón para hablar con el Señor. Que todo lo que tengamos de problemas, de dolor o de duda y confusión, de miedos y de alegrías, pero fundamentalmente nuestros valores y todo lo que nos hace sufrir, que nos causa tristeza, y esas pequeñas heridas en el corazón. Que sepamos hablarlas con Jesús, ponérselas en sus manos y dejarlas descansar en Él…

Y hablar, aunque sea palabras muy cortitas, y decirle: “Jesús ocúpate por favor de este problema. Señor dame fuerzas. Señor, estoy cansado. Señor estoy demasiado susceptible con ese tema… Tengo esta envidia. Me molesta que no me tengan en cuenta para ese acontecimiento, esta cena… o lo que sea. Me molesta que fulano no me haya saludado con cariño”.

Las cosas que van ocurriendo día a día, necesitamos que Jesús nos las vaya curando. Que Jesús nos consuele, que Jesús se haga cargo de nuestros problemas. Por eso lo primero, hay que pedir que esto, sea un rato de encuentro con Jesús.

CURACIÓN DE LA MUJER

En el Evangelio de la misa del día de hoy, leemos que:

“Una mujer padecía de flujo de sangre desde hacía doce años. Allí sufrió por parte de muchos médicos, y gastado todos sus bienes sin aprovecharle nada. Sino que va de mal en peor. 

 Cuando oyó hablar de Jesús vino por detrás, de entre la muchedumbre, y tocó su vestido pensando: -Si pudiera tocar, aunque sólo sea su manto, quedaré curada. En el instante se secó la fuente de sangre, y sintió en su cuerpo que estaba curada de la enfermedad. 

 Al momento, Jesús, conociendo en sí mismo la virtud que había salido de Él, vuelto hacia la muchedumbre, preguntó: – ¿Quién ha tocado mis vestidos?

Sus discípulos le decían: -Señor, estás viendo que la muchedumbre te oprime por todos lados, y decís ¿Quién me ha tocado?

Y miraba a su alrededor para ver a la que había hecho esto. La mujer asustada y temblorosa, viendo lo que había ocurrido, se le acercó, se postró ante Él, y le confesó toda la verdad. Entonces Jesús le dijo: -Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y quedas curada de tu dolencia. 

LA HIJA DE JAIRO

Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegaron unos hombres de la casa de Jairo, jefe de la sinagoga, para decirle: -Tu hija ya ha muerto. ¿por qué molestar más al maestro? 

Jesús alcanzó a oír lo que le decían, y le dijo al jefe de la sinagoga: -No tengas miedo, basta que tengas fe. No dejó que lo acompañara nadie, salvo Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.

 Llegaron a la casa del jefe de la sinagoga, y encontró el alboroto de los que hablaban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: -¿Qué estrépito y llantos son estos? La niña no está muerta, solo está dormida. Y se reían de Él. Pero los echó fuera a todos. Y con el padre y la madre de la niña, y sus acompañantes fueron a donde estaba la niña, la tomó de la mano, y le dijo: -Talita cum. Que significa: Niña, a ti te digo, ¡levántate!

La niña se puso en pie inmediatamente, y echó a andar. Tenía doce años. Se quedaron impresionados todos. Les insistió en que nadie hablara sobre lo ocurrido. Luego les dijo a los padres: -Dadle de comer a la niña”.

(Mc 5, 21-43)

LA VIDA Y LA MUERTE

En la liturgia de este domingo, un Evangelio largo, se nos habla de la muerte y de la vida. La Primera Lectura, nos enseña que la muerte no entraba en el plan inicial de Dios, el plan pensado por Dios. Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción del viviente: es una consecuencia del pecado.

Jesús la acepta como una necesidad inevitable, por la suerte del hombre sobre la tierra, por que es consecuencia del pecado. La aceptó para vencer el pecado. La muerte angustia el corazón humano y también el divino. Pero nos conforta saber que Jesús venció a la muerte.

No es el acontecimiento que el hombre debe temer, ante todo, es más, para el creyente es el paso obligado de este mundo al Padre. Por eso el Evangelio nos presenta a Jesús, que llega de nuevo a Cafarnaún, donde lo espera una muchedumbre muy grande, y con mucha necesidad le espera Jairo que tiene una hija a punto de morir. Y una mujer con una larga enfermedad, que gastó todo su dinero en médicos. Los dos están llegando a la muerte: la hija de Jairo y esta mujer. Y Jesús se detiene a confortar, primero a la mujer, y luego a la niña.

SUFRIMIENTO ACTUAL

En estos tiempos, en que todos estamos siendo testigos de tanta gente que se nos va, como consecuencia de la pandemia, a veces por la ineficiencia de los gobiernos, por no poner a tiempo las vacunas, no comprar y no prever, no tener buenos planes. Y eso nos llena de dolor, cómo se nos van personas muy queridas.

La muerte es desgarradora, la muerte nos separa, nos distancia. Tenemos fe y sabemos que las personas que se van al cielo están mucho mejor que nosotros, obviamente. Están con Dios, ya no hay más lágrimas, ya no hay más dolor, ya no hay sufrimiento, todo es para bien.

LA SEPARACIÓN DE ESTE MUNDO

Pero nos duele mucho la separación, y a Dios también le duele. No nos olvidemos que cuando Lázaro muere, Jesús llora. Llora, como decimos aquí, a moco tendido; llora fuertemente. Debe haber sido impresionante, ver a Jesús llorar de esa manera, con tanta intensidad, porque la separación es muy dura. Entiende Dios perfectamente nuestro dolor, lo que nos pasa cuando nos apartamos de las personas que queremos, como consecuencia de la muerte.

Por eso nos puede ayudar este pasaje del Evangelio, para saber que Jesús, además de estar haciéndose cargo de las personas que se van al cielo, y cuidándolas de una manera especialísima, la Virgen Santísima saldrá al encuentro.

VER AL PADRE

Me la imagino siempre como la que abre la puerta; la que está del otro lado de la puerta esperándonos con una sonrisa y los brazos abiertos para decir:

Por fin, hijo mío, podemos estar mirándonos a la cara”.

Y ese abrazo y esos besos de María. Y luego Jesús detrás de María, para darnos ese abrazo increíble que saciará toda nuestra sed de amor; ese abrazo increíble de Dios que nos llenará el corazón. Por eso después de la muerte viene un momento muy bonito donde el corazón nuestro va a ser llenado. Recordemos a aquella mujer en el pozo de Sicar, a quien Jesus le dijo que Él tenía un agua que hará que nunca más tenga sed, sed de amor.

QUE RECIBAMOS LA FE

Y ese es el abrazo de Jesús: nos va a llenar el corazón de amor para toda la eternidad, es como que ya nos va a saciar.

Pero, los que quedamos acá, tenemos que seguir sufriendo la separación. Cada aniversario, en tantos momentos en los que decimos: Qué bueno sería poder hablar, no sé, con mi madre. Ya no puedo, ya no puedo llamarla por teléfono, porque no está en esta tierra.

Y así tantas personas queridas, tantos amigos que hemos perdido en esta pandemia, en este tiempo tan malo.

Por eso pidámosle a Jesús que conforte nuestro corazón, que nos de fe, que nos de fuerza, que nos contenga, que nos ayude a tener más esperanza; a saber, que esas personas están bien y que el tiempo es breve. Y que pronto estaremos todos juntos, gozando de esa misma visión de Dios, pero sabiendo que el momento es duro. Pidámosle a Jesús esta fe.

 

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