Con la resurrección de Jesús todos hemos resucitado de alguna manera. Ya no somos los mismos.
Los apóstoles ya no son los mismos. Ahora se lanzan a hablar de Jesús abiertamente, aunque esto les traiga problemas.
HAN LLENADO JERUSALÉN CON SU DOCTRINA
Pero ellos no pueden dejar de hablar de Jesús. Hoy se lee en la Primera Lectura de la Misa cómo:
“Los condujeron y presentaron al Sanedrín. El sumo sacerdote los interrogó: —¿No les habíamos mandado expresamente que no enseñaran en ese nombre? En cambio, ustedes han llenado Jerusalén con su doctrina…”
(Hch 5, 27-28).
Y la respuesta que dan, en el fondo, es: no podemos dejar de hablar de lo que hemos sido testigos. Antes se escondían, pero ahora no pueden dejar de hablar, aunque los amenacen y los castiguen.
Tú y yo, ¿de qué hablamos?
Tú, Jesús, dices en el Evangelio:
“El que es de la tierra, de la tierra es y de la tierra habla”
(Jn 3, 31).
DA EL ESPÍRITU SIN MEDIDA
Cuando creemos en Jesús, cuando le seguimos, cuando le amamos, cuando luchamos por vivir el Evangelio, entonces somos otro Cristo. “Y, como sigues diciendo Jesús”:
“Aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida”
(Jn 3, 34).
Yo, ¿De qué hablo? ¿Qué palabras son las que tengo en mi boca? ¡Ojo! que normalmente hablamos de lo que llevamos en el corazón.
“Pues de la abundancia del corazón habla la boca”
(Mt 12,34).
“Eres Tú mismo, Señor, quien lo dice…”
¡SOY UN COBARDE!
Me acordaba lo que cuenta un sacerdote:
“Hace años, vino a verme de noche un residente del Colegio Mayor [una Residencia Universitaria] en la que vivía. Se notaba que se sentía mal. Quería hablar. Me contó que había estado cenando con una chica de la universidad que le gustaba y con la que intentaba quedar, hacía tiempo.
En un momento dado de la conversación ella le preguntó: «¿Y en tu Colegio Mayor hay Misa diaria, rezáis el rosario, y tenéis ratos de adoración?».
Aquel chico iba a Misa entre semana con frecuencia, y entraba a diario a orar en la capilla, pero contestó con una evasiva: «Sí, pero bueno…, en realidad yo no voy mucho a todas esas cosas».
¡No era verdad!, pero le entró vergüenza y temor de que la chica no lo aprobara. Con los ojos llorosos me dijo: «soy un cobarde»” (Sin miedo, José Brage).
A ver, no se trata de que solo hablemos de Jesús y que nos pongamos a predicar por las plazas y las calles con un alto parlante, pero sí que es preocupante, que no hablemos de Él prácticamente nunca, o que incluso evadamos el tema…
SER CRISTIANO TIENE SUS IMPLICACIONES
Ser cristiano tiene sus implicaciones. Y tener el corazón en Jesús se tiene que notar de alguna manera…
“Recuerdo un estudiante de ingeniería que contaba con gracia lo que le pasó en un examen: “El aula en que tenía lugar el examen tenía forma de anfiteatro.
Al empezar, sacó un pequeño crucifijo para ponerlo sobre la mesa, pero se le escapó de las manos y fue dando golpecitos (clink, clink, clink) escaleras abajo, hasta acabar a los pies del profesor, atrayendo la mirada de todos sus compañeros.
Él se levantó rápidamente y, un poco azorado, avergonzado, recogió el crucifijo encerrándolo en su mano, de manera que no se veía. Pero justo entonces pensó: «¡cobarde!».
Y mientras se daba la vuelta quedando cara a cara con el aula, abrió la mano, cogió el crucifijo entre dos dedos, lo levantó y se lo llevó a los labios para besarlo, antes de guardárselo en el bolsillo.
Nada más acabar el examen un chico al que no conocía se le acercó y le preguntó: «oye, ¿eso era un crucifijo?». «Sí», respondió. «¿Tú eres cristiano?», continuó el chico. «Hombre, ¿a ti qué te parece, si llevo un crucifijo en el bolsillo?».
«Sí, eso pensaba, verás, es que yo también soy cristiano, pero desde que he venido a la universidad me he abandonado totalmente: ya no voy a misa, no me confieso… ¿podrías presentarme un sacerdote con el que hablar?». Y así lo hizo.
En el fondo, para acercar las almas a Dios no hace falta audacia, sino la naturalidad del amor” (Sin miedo, José Brage).
DAR TESTIMONIO DE JESÚS
“O sea, como dices Tú Jesús en el Evangelio:”
“Da testimonio de lo que ha visto y oído”
(Jn 3, 32).
…con naturalidad. Y a Ti, te vemos y te escuchamos. Nos sales al encuentro en el pan y en la palabra, en la Eucaristía y en las Sagradas Escrituras. También nos sales al encuentro en las pequeñas incidencias del día; muchas veces no es que dispongamos de nada de mayor valor para ofrecerte.
Pero al hilo de lo que vemos o realizamos cada día podemos ver oportunidades para adorarte, alabarte, agradecerte y, también, para darte a conocer a los demás.
Porque no es casualidad que estemos donde estemos, que nos movamos donde nos movemos, que tengamos esas amistades, ese trabajo, esas relaciones, que coincidamos con esas personas. Allí, aquí, nos has puesto Tú; nos has enviado, Tú.
Y
«Aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida»
(Jn 3, 34).
SE VISTIÓ DE UN TERCER HOMBRE…
También me acordaba, y me parece que ya te lo compartí en una de estas meditaciones hace algún tiempo. Pero a mí me gusta mucho la manera en la que lo plantea, y en la que lo describe este autor. Así que te lo vuelvo a compartir:
“Para llegar a tus amigos se quiere servir de ti, así como hace años se vistió “de tercer hombre” para hablar con los dos discípulos que marchaban camino de Emaús. «De sediento» se disfrazó para poder charlar con la samaritana junto al pozo.
«De fantasma» que anda sobre las aguas se vistió Cristo para que los Apóstoles se asustaran y acudieran al Poderoso. «De ladrón» aparece en la Cruz para poder salvar a Dimas en el último momento.
Le vemos «de caminante”, entrando en Naím, para levantar a la vida al adolescente muerto, hijo único de la viuda. Jesús marchaba «sin fuerzas» por la vía dolorosa para que se le acercara [Simón de Cirene] el padre de Alejandro y de Rufo.
Te vestiste, Señor, «de jardinero» para que no se asustara la Magdalena el día grande de la Resurrección.
¿Y hoy? «Hoy quiere vestirse de ti para llegar a los tuyos». Se quiere vestir de amigo para poder zarandear la vida de los que trabajan contigo, de los que viven en tu propia casa, de los que descansan junto a ti, de los que contigo viven (…) Cristo se vistió, hace veinte siglos, de jardinero, de caminante, de fantasma, de ladrón.
Hoy quiere vestirse de ti. Y contigo llegar a las almas de tus amigos” (Cartas a los hombres, Jesús Urteaga).
SEAMOS APÓSTOLES
Tú y yo somos apóstoles. Somos apóstoles después de la Resurrección. Volvamos a lo que narran los Hechos de los apóstoles:
El Sumo Sacerdote los interrogó: —¿No les habíamos mandado expresamente que no enseñaran en ese nombre? En cambio, ustedes han llenado Jerusalén con su doctrina…
(Hch 5, 27-28).
¡Han llenado Jerusalén con su doctrina…! Ojalá se pudiera decir lo mismo de nosotros: que hemos llevado a Jesús a todos los rincones de nuestra vida, que lo hemos dado a conocer, que le hemos acercado otras almas.
“Pedro y los apóstoles respondieron: — «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que ustedes mataron colgándolo de un madero.
A éste lo exaltó Dios a su derecha, como Príncipe y Salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados.
Y de estas cosas somos testigos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios ha dado a todos los que lo obedecen»
(Hch 5, 29-32).
SEAMOS TESTIGOS
Pidámosle a Santa María, nuestra Madre, que nos sumemos a la respuesta de los apóstoles, con la conciencia que “de estas cosas somos testigos nosotros” también y que es “el Espíritu Santo, que Dios [nos] ha dado” el que nos empuja a dar este testimonio en la naturalidad de nuestras vidas, con nuestro ejemplo y nuestra palabra.
Que no seamos cobardes, que tengamos a Jesús en la boca, pero con naturalidad, y que se pueda servir de nosotros para llegar a todo mundo, a todas las personas que nos rodean, con sencillez.
Madre Nuestra, ayúdanos a ser verdaderos apóstoles después de la resurrección.