CORRER LA BUENA CARRERA
El Evangelio de san Marcos nos presenta hoy un pasaje en donde
«Pedro le dice a Jesús: —Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».
Y Jesús le responde algo que nos hace repensar nuestra vida, porque le dice:
«Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos, por mí y por la Buena Noticia, desde ahora en este mundo recibirán el ciento por uno en casas de hermanos y hermanas, madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirán la Vida Eterna.
Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros» (Mc 10, 28-31).
Y esta idea que Jesús nos transmite con tanta fuerza, que hay que dejarlo todo por seguirle, lo han comprendido muchísimos de sus discípulos.
Primero los que le estaban escuchando; y después, miles de personas que a lo largo de los siglos han dejado todo por seguirle.
Han decidido que esta sería su vida, dejarlo todo, dejar hermanos, hermanas, sus casas, sus herencias, dejarlo todo por seguirle. Dejarlo…
SAN FRANCISCO Y SANTA CLARA
Desde los inicios mismos del cristianismo, se fue verificando esto y nos encontramos por ejemplo en 1260, un escritor que se llamaba Tomás de Celano, que recogió la vida de san Francisco y de santa Clara.
Cuenta que, cuando ya era mayor santa Clara, había ya terminado, digamos, con suma pobreza toda su vida, y se acercaba ya al momento final de su vida.
Estaba ya casi sin fuerzas y dice textualmente:
“Todas sus hijas estaban reunidas alrededor de la cama de la madre, y Clara, dirigiéndose a sí misma, le dice a su alma: —Ve segura porque llevas buena escolta para el viaje. Ve porque aquel que te creó también te santificó. Y guardándote siempre como una madre a su Hijo, te ha amado con amor tierno. Tú, Señor, seas bendito, porque me creaste”.
Y entonces, una de las hermanitas que estaban al lado, le dice: —Madre, ¿con quién habla? Y Clara respondió: —Hablo con mi alma bendita.
No estaba lejano ya lejano su glorioso tránsito al Cielo”.
Claro, nosotros podemos pensar en cómo destinamos también nuestra vida. Así también vivimos con eso en la cabeza, de que un día vamos a tener que dar cuentas a Dios.
Y si es que, debemos de dejarlo todo por seguirle, o si es que lo que tenemos es como una idea que en algún momento vamos a tener tiempo ya para rectificar algún momento, y ya le vamos a seguir al Señor…
SEGUIR AL SEÑOR
Pero ahora mismo, estamos más en las cosas mundanas y no vivimos como Clara, que estuvo cuarenta años siguiendo esto; sino que vivimos más bien como el que tiene un pie completamente metido en el mundo, y le interesan las cosas del mundo, y tiene un otro pie en la carrera; y que va como solo saltando a una pierna.
Y esto es, porque tenemos como sensación de que tenemos mucho tiempo ya para cambiar…
QUE ESTA VIDA SEA ETERNA
Cuentan que en una reunión del infierno, todos los diablos estaban intentando ver cómo engañar a los hombres. Y estaban en esta reunión infernal para sacar ideas. En eso se presentó un diablo joven y dijo: —Bueno, intentemos decirles a los hombres que Dios no existe.
Entonces Satanás ve y le dice a este diablo joven: —Eso es difícil porque como es el mundo y la gente, esta idea ya lo hemos probado otras veces y funciona solo a medias.
Se acerca otro diablo y dice: —Intentemos que la gente crea que no hay infierno. Y Satanás se vuelve a reír y dice: —No, la gente tiene ya eso comprado hace fechas, hace mucho tiempo la población cree que no hay infierno y también se llegan a salvar. Tenemos que buscar algo todavía más profundo.
Y entonces se levantó un diablo viejo y dijo: —Tratemos de persuadir a los hombres de que la vida es muy larga, de que les parezca casi eterna. Eso les da una impunidad para vivir como quieran, siempre con esa idea de que pueden cambiar en el futuro.
Entonces Satanás se levantó, empezó a aplaudir. Y se levantó todo el infierno para tratar de transmitir esto a los hombres.
APROVECHAR EL TIEMPO
Y esta historia, que me parece que es terrible, digamos, pero es bastante, bastante real; en el sentido de que una de las tentaciones más fuertes que tenemos es eso, pensar que somos eternos, de que tendremos tiempo para cambiar y que tenemos que tener claro que el alma tiene dos enemigos: el mañana y el después, y ese después acaba en el nunca.
El tiempo no tiene regreso, no espera a nadie. Por eso no llenarnos de preocupaciones vanas: si es que si voy a ganar esto, si es que voy a tener suficiente dinero para hacer ese viaje, si es que todas estas cosas… Ojalá, si, pero no es lo más importante.
Recuerda que no tienes un botón de rebobinado para recuperar todo el tiempo que has perdido, que las cosas hay que verlas siempre cara a Dios. ¡No sabes cuánto tiempo estarás en la Tierra!
San Josemaría nos dice que nos persuadamos de que nuestro caminar en la Tierra en todas las circunstancias y en todas las temporadas, es para Dios. De que es un tesoro de gloria, un trasunto celestial, nuestro tiempo.
¡Qué importante es aprovechar el tiempo!
¿REALMENTE TE ESTOY SIGUIENDO SEÑOR?
San Pablo, siguiendo esta misma idea, dice cuando le escribe a Timoteo ya al final de su vida:
«Porque yo ya estoy para ser derramado como una ofrenda de libación y el tiempo de mi partida ha llegado (o sea, está a punto de morir)
Y dice: —He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe en el futuro, me está reservado la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día. Y no solo a mí, sino a todos los que aman su venida»
(2Tm 4, 6-8).
Yo te pregunto y me pregunto: ¿Estoy en una buena batalla? ¿Estoy realmente haciendo las cosas para correr la buena carrera? (…) ¿Estoy guardando mi fe o donde tengo mis preocupaciones? ¿Dónde tengo mi cabeza? (…) ¿Hago como Pedro que dice: todo lo hemos dejado y te hemos seguido?
¿Lo he dejado realmente todo? ¿O todavía estoy como muy unido o muy pegado a las riquezas o a mis gustos, a mis placeres o a mi forma de ser, o no quiero ceder en esto o lo de más allá, porque creo que es injusto o porque yo ya he dado demasiado, o porque no sé, no es cómo me gustaría que sean las cosas? (…)
Cuando uno se aferra a todo eso, tome cada vez más importancia en la vida y dejamos o nos olvidamos, de que lo más importante en esta vida, es dejarlo todo para seguirle a Jesús, dejarlo para proclamar el Evangelio, para llevar a las otras personas también a Dios, a través de una vida entregada.
CORRER LA CARRERA
Y eso quiere decir una vida que no protesta, no está constantemente poniendo mala cara, no hace comentarios irónicos ni en contra de las demás personas. Hace de la vida algo simpático, porque tiene claro que cualquier cosa en esta vida ya pasará, y lo importante es ganar para la vida que viene.
Correr la buena carrera, pelear la buena batalla. Que podamos decir al final, como san Pedro: lo hemos dejado todo y te hemos realmente seguido, Señor.
Ayúdanos como santa Clara, como san Pablo, como san Pedro, como san Josemaría, bueno, como todos los santos.
Aquí estamos hablando con Jesús. Estamos intentando darnos cuenta de qué tenemos que cortar en nuestras vidas, para realmente entregarlo todo, para realmente correr la buena carrera, para que podamos reservarnos esa corona de justicia que el Juez justo nos entregará el día de nuestra muerte.
Y como dice san Pablo, no solo a mí, sino a todos los que aman su venida. Señor, yo amo tu venida. Quiero amar tu venida, quiero ver las cosas con ojos sobrenaturales, quitarme todas las cosas que me puedan ir dañando un poco el corazón.
SEGUIR EL CAMINO CORRECTO
Quiero quitarme pequeños rencores, pequeñas discusiones que podemos tener, o formas que nos van haciendo antipáticos a los demás o aceptar antipatías.
Bueno, aquí hay una cantidad de cosas en el corazón que podemos también entregar.
Que corramos una buena carrera, que estemos seguros de que estamos yendo detrás de Jesús, porque eso es lo que más importa.
Esa es la carrera, como la de la tortuga y la liebre, que van corriendo y la liebre se va por distintos sitios, se despista. La tortuga sigue paso a paso en el camino que tiene que ir.
Bueno, que seamos como la tortuga, que no nos desviemos, que vayamos directamente al Señor porque esa es la carrera que vale la pena: entregar la vida por Él.
Señor, Tú lo sabes, que nosotros vamos a dejarlo todo, ¡y te hemos seguido!
Ponemos estas intenciones en manos de nuestra Madre a la Virgen.
Deja una respuesta