UNA CANCIÓN
Hay una canción de Phillip Phillips que se llama Home, que no te la puedo poner por cuestiones de derechos de autor, pero te dejo el link en la meditación escrita (https://www.youtube.com/watch?v=9Fxfzqn–GU.
Lo que me interesa compartirte es la letra porque en más de una ocasión he pensado que podrían ser perfectamente unas palabras que Dios nos dirige a cada uno de nosotros.
Viene a decir:
“Agárrate a mí mientras avanzamos por este camino desconocido. Y aunque esta ola nos rezague, solo debes saber que no estás solo, porque haré de este lugar tu hogar. >
Serénate, todo acabará por aclararse. No pongas atención a los demonios, te llenan de miedo.
El problema, quizá pueda abatirte. Si te pierdes, siempre puedes ser encontrado. Solo debes saber que no estás solo, porque haré de este lugar tu hogar”.
Ahora te comparto mi interpretación de la letra: La vida es un camino desconocido, porque se hace mientras caminamos. Y el mejor modo de recorrerlo es agarrados a la mano de Dios.
Si fuera una navegación, como esos trayectos en barca tan frecuentes en el Evangelio, daría la impresión tantas veces que el oleaje, la marea, no hace más que dificultar nuestro avance. Pero no te preocupes porque no estás solo. Dios es tu Padre, el mundo tu hogar, y en Él podrás encontrar descanso para tu alma.
Así que serénate porque todo (incluso lo que nos contraría) acaba por aclararse, por cobrar sentido. No te enredes interiormente, con esos demonios que te comen la cabeza y te quitan la paz.
Es cierto, problemas no nos faltarán y muchas veces estaremos abatidos. Nos perderemos incluso, pero seremos encontrados porque el Pastor saldrá en nuestra búsqueda.
Así que no te preocupes porque no estás solo. Dios es tu Padre y hará de este mundo tan embrollado tu hogar.
NUESTROS DEMONIOS
Tal vez te preguntes porqué te comparto esto. Primero, porque me gusta la canción. Segundo, porque ya que me gusta, cuando leí el Evangelio de hoy, empezó a sonar la guitarra en mi cabeza. Sobre todo, por eso que dice de “no pongas atención a los demonios.
Es una expresión que siempre me ha parecido curiosa.
A ver, los demonios existen, pero también existen los enredos mentales. Y, a veces, los demonios se aprovechan de nuestros enredos mentales y nos quitan la paz o nos quitan la paz enredándonos interiormente.
Así nos encontramos dándole vueltas a las cosas, angustiándonos por las cosas de la vida, con miedos del presente y del futuro o fantasmas del pasado que nos asaltan enmarañando la cabeza. Dan ganas de que alguien diga: “¡Cállate! ¡Ya basta! ¡Silencio! ¡Paz!”
Como en el Evangelio que dice que Jesús:
«Fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Y se quedaron admirados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene potestad y no como los escribas.
Se encontraba entonces en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu impuro [un demonio], que comenzó a gritar: —¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? ¡Sé quién eres: ¡el Santo de Dios!
Y Jesús le conminó: —¡Cállate, y sal de él! Entonces, el espíritu impuro, zarandeándolo y dando una gran voz, salió de él».
A nuestros enredos no les gusta que lo abandonemos todo en las manos de Dios… casi nos dicen:
«¿Qué tenemos que ver (…) con Jesús Nazareno?»
A veces, nosotros mismos no queremos terminar de abandonar las cosas en las manos del Señor. Entonces crecen en nuestro interior y venga a darles vuelta, a agrandar las cosas, a que los nervios se nos pongan de punta, a alimentar la ansiedad, la angustia, el miedo, incluso el pesimismo; porque nos acabamos autoconvenciendo que somos realistas siendo pesimistas… ¡Error!
JESÚS NUNCA SE EQUIVOCA
“El año 1996 fue muy difícil para la Madre Teresa de Calcuta. Cumplió 86 años y, además de esta edad avanzada, estaba muy enferma y hubo de soportar difíciles y dolorosas operaciones quirúrgicas. Moriría al año siguiente.
Con todo, pudo volver a casa por Navidad, y esto le dio ocasión de enviar a sus colaboradores una circular en la que, entre otras cosas, les decía:
«Este año ha sido un regalo de Dios para mí, y estoy feliz por haber podido ofrecer algo a Jesús. Debemos aceptar todo lo que Él quiera de nosotros con una sonrisa (…).
Recemos siempre a Dios con gran confianza. Él nos ama y sabe lo que es mejor para nosotros. No sé por qué ha pasado todo esto en este año, pero estoy segura de algo: Jesús nunca se equivoca»
(JL González-Balado, Madre Teresa).
Tampoco se equivoca el Señor en esas ocasiones en las que no entendemos del todo su modo de proceder. Como sucedió aquella noche en la que celebraba la última cena con sus discípulos, y dijo el Señor a Pedro:
«Lo que Yo hago no lo entiendes ahora… Un día, más tarde, ya lo entenderás todo».
Jesús se refería a la razón por la que quería lavar los pies a sus discípulos en aquella cena memorable, que, por tantos motivos, nunca olvidarían.
También nosotros podemos aplicar estas palabras de Jesús a esos acontecimientos que Él permite y a los que nosotros no les encontramos sentido: el dolor, la enfermedad, la ruina económica, la pérdida del puesto de trabajo, la muerte de un ser querido cuando estaba en los comienzos de la vida… No sabemos, pero Él sí sabe el porqué.
Él tiene planes, que abarcan esta vida y la felicidad eterna, y nuestra mente apenas alcanza lo más inmediato. ¿No nos vamos a fiar del Señor? ¿Solo vamos a confiar en Él cuando los acontecimientos nos parezcan humanamente aceptables?
NOS PODEMOS FIAR DE ÉL
Un día, al final de la vida, el Señor nos explicará con pormenores el porqué de tantas cosas que aquí no entendimos, y veremos la mano providente de Dios en todo, hasta en lo más insignificante.
¿Te acuerdas…?, nos dirá. y traerá a nuestra mente todo aquello que nos causó desconcierto, que no entendimos. Debemos de tener un poco de paciencia.
Ante los acontecimientos y sucesos que nos hacen padecer, nos saldrá del fondo del alma una oración sencilla, humilde, confiada:
“Señor, Tú sabes más, en Ti me abandono. Señor, ¿lo quieres? Yo también lo quiero”
(Camino, p.762),
aunque me cueste aceptarlo. Señor, me fío de Ti. y nuestra alma se llenará de paz y de contento, aun en medio de la desgracia.
Por eso, en la medida en que nos sentimos hijos de Dios, la vida se convierte en una continua acción de gracias. Incluso detrás de lo que humanamente parece una catástrofe, el Espíritu Santo nos hace ver un don de Dios, que nos mueve a la gratitud.
¡Gracias, Señor!, le diremos en medio de una enfermedad dolorosa o al tener noticia de un acontecimiento lleno de pesar. Así reaccionaron los santos, y así hemos de aprender nosotros a comportarnos ante las desgracias y las situaciones difíciles de esta vida.
Podemos estar seguros de que, al permitir esos sucesos, Jesús nunca se equivoca. Lo comprenderemos más tarde. Él tiene razón. Esperemos un poco. De Él nos podemos fiar” (El día que cambié mi vida, Francisco Fernández Carvajal).
Tal vez los problemas no se acaben sin antes darnos una zarandeada, como el demonio del Evangelio.
Pero quien manda es Jesús. Y es Él quien nos devuelve la paz. Ponte en su presencia y preséntale tus “demonios”. Fíate de Jesús y escucha cómo dice “¡cállate!” y viene la paz, aun en medio de la desgracia.