Me llama mucho la atención que, en el Evangelio de hoy, vemos que Jesús se encuentra con un endemoniado. Pero no me sorprende eso, pues ya hemos visto a Jesús expulsar demonios muchas veces; encontrarse con muchos endemoniados en el Evangelio.
Pero es que esta vez, el encuentro es en la Sinagoga, (lo que equivaldría al templo), al lugar más sagrado. Significa que en el lugar que debería ser el más sagrado, a donde vamos a adorar a Dios, allí está el diablo.
Dicen que
“más sabe el diablo por viejo que por diablo”.
¿No será que adorar a Dios es una de las actividades que más le molestan? ¿No será que adorar a Dios es una de las actividades que más nos protege contra las acechanzas del diablo?
ADORAR A DIOS
¿No será que adorar a Dios nos ordena en nuestro interior y nos coloca en una situación muy adecuada frente a nuestro Dios?
Y es lo que queremos meditar en este ratito de oración contigo. Es lo que, de alguna manera, hemos hecho en los últimos días de Navidad; en esta muy reciente también fiesta de Epifanía de los santos reyes.
Hemos meditado mucho en esto con el nacimiento de Jesús en Belén, en la adoración de los pastores y después de los magos, cómo han ido a adorar a Dios.
Amar es adorar. En todo amor hay un elemento de adoración. De hecho, una de las acepciones del diccionario, para adorar es amar en extremo. Cuando queremos manifestar que amamos en extremo, vamos a adorar; adoramos.
Fíjate, cómo la etimología latina de la palabra adoración, tiene mucho de humano. “Ad oratio” que significa beso boca a boca. Abrazo. Significa, en definitiva, amar.
PAPA FRANCISCO
Por eso, el Papa Francisco desde que inició su pontificado, nos habla de adorar a Dios como la manera de relacionarnos de la mejor manera con Él.
Fíjate, nos decía en una ocasión:
“Quisiera que nos hiciéramos todos una pregunta: ¿Tú y yo adoramos al Señor? ¿Acudimos a Dios solo para pedir, para agradecer o nos dirigimos a Él también para adorarlo?
Pero entonces, ¿qué quiere decir adorar a Dios? Significa aprender a estar con Él, a pararse a dialogar con Él, sintiendo que Su presencia es la más verdadera, la más buena, la más importante de todas”
(Papa Francisco, Homilía Santa Misa en la Basílica de san Pablo Extramuros. 14 de abril, 2013).
Esto es algo muy bonito y uno podría decir: “Es también algo muy sabido, nos arrodillamos ante Dios”. Pero fíjate, cómo el Papa va más allá.
ARRODILLARSE ANTE LOS NECESITADOS
En otra ocasión, nos invitaba también a “arrodillarse ante los necesitados”. Es una expresión muy fuerte que nada tiene que ver con la idolatría. No se trata de adorar a una persona que no sea Dios, pero sí nos está invitando el Papa a amar a los demás como al mismo Cristo.
“Y, ¿no es esta al final la invitación que nos haces Tú Jesús? ¿Amar a los demás como Tú nos has amado?”
Pero como nadie da lo que no tiene, si yo no adoro a Dios, si yo no me sé amado por Dios, no podré amar a los demás. O, dicho en positivo, si arrodillado ante mi Dios -por ejemplo, frente a Jesús en la Eucaristía- me dejo empapar de Su amor, entonces sabré arrodillarme también frente a los que me necesiten.
COMO PECES EN EL AGUA
Seguro te ha pasado que estás en un lugar y te sientes incómodo de estar allí o, al revés, te sientes de lo más a gusto. Sientes que estás como pez en el agua, que es tu ambiente, que es tu partido de fútbol, que es tu examen porque estudiaste o que es esa reunión a la que fue todo mundo; todos tus amigos.
Pues adorar a Dios es un poquito eso. No solo nos pone frente a la verdad de nosotros y frente a nuestros semejantes (que como decíamos, nos lleva a ponernos de rodillas frente a ellos para servirles) sino también adorar a Dios nos hace sentirnos como peces en el agua; nos hace estar a gusto, donde tenemos que estar y con quien tenemos que estar de la manera más auténtica.
ADORAR A DIOS DA SENTIDO A MI VIDA
En pocas palabras, adorar a Dios le da sentido a mi vida y por eso el diablo no quiere que vayas al templo y por eso la importancia que tiene que vayas a saludar a Jesús al Sagrario; que vayas a misa los domingos, que te asomes un ratito a estar con Jesús que está allí en un Sagrario escondido en una iglesia vacía.
Mira cómo sigue diciendo el Papa:
“Cada uno de nosotros, en la propia vida, de manera consciente y, tal vez, a veces sin darse cuenta, tiene un orden muy preciso de las cosas considerando, más o menos, importantes.
Adorar al Señor quiere decir, darle a Él el lugar que le corresponde. Adorar al Señor quiere decir afirmar, creer (pero no simplemente de palabra) que únicamente Él guía verdaderamente nuestra vida”.
Terminaba diciendo el Papa:
“Adorar al Señor, quiere decir que estamos convencidos ante Él de que es el único Dios; el Dios de nuestra vida; el Dios de nuestra historia”.
QUIEN NO ADORA A DIOS…
Dicen que el que no adora a Dios, se termina hincando ante cualquier buey -como le pasó al pueblo de Israel con el becerro de oro y como nos puede pasar también a nosotros.
Si no adoramos a Dios, acabaremos adorando el dinero, el placer, el prestigio, la fama, el yo… o a otra persona, pero con un fanatismo irracional.
Por eso, vamos a pedirle al Señor: “Jesús, algo se ordena en mi interior cuando permanezco en Tu presencia adorándote. Mis rodillas, mi cuerpo, mi alma dicen: Tú eres Dios; yo no soy Dios. Es más, yo sin Ti soy nada y esa verdad me recoloca, me pone en mi lugar”.
BENEDICTO XVI
Fíjate, si ya hablamos del Papa Francisco, te quiero leer también una cita del Papa Benedicto XVI, que habló mucho de esto. Decía:
“Antes que cualquier actividad y que cualquier cambio del mundo, debe estar la adoración. Solo ella nos hace verdaderamente libres, solo ella nos da los criterios para nuestra acción.
Precisamente en un mundo en el que, progresivamente, se van perdiendo los criterios de orientación y existe el peligro de que cada uno se convierta en su propio criterio, es fundamental subrayar la adoración”
(Benedicto XVI, 22 de diciembre, 2005).
COBI
Me acuerdo en una vez con mis amigos, había uno distraído con un llaverito de Cobi, el perrito que fue la mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92.
Éramos unos adolescentes, era un Cobi de plástico y este amigo intentaba ponerlo de rodillas, pero era imposible. Y, ante nuestra pregunta: “¿Qué estás haciendo?” nos dijo: “Es que no se hinca”.
Bueno, todos soltamos la carcajada por lo absurdo que era esa escena.
LAS RODILLAS
Sin embargo, luego pensando en esta parte del cuerpo que Dios nos ha dado, que son las rodillas, resulta que son una maravilla.
Toda una obra de ingeniería que no solamente nos sirven para caminar o para correr (pobre de los que se lesionan las rodillas; no pueden andar, tienen que ir a fisioterapia) sino que nos sirven también para ponernos de rodillas.
Y ya más en serio, dicen que el diablo -como Cobi- no tiene rodillas; no se hinca, no puede adorar.
A ti y a mí, Dios nos ha regalado unas rodillas para caminar y para hincarnos. Para adorar… ¡úsalas! Díselo al Señor: “Señor, necesito ponerme de rodillas ante Ti y adorarte. Postrarme delante de Ti en el Sagrario y decirte: “Te adoro con devoción Dios escondido…”
Solo así, mi corazón sanará. Solo así, mi alma se preservará de tantas enfermedades. Solo así viviré con paz mis amores. Solo así, mi vida tendrá armonía.
SAN JUAN PABLO II
Vamos a terminar con una cita también de otro Papa. Ya te di una de Francisco, de Benedicto… terminamos con una cita de Juan Pablo II que decía:
“La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento de amor.
No escatimemos tiempo para ir al encuentro en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración”
(Juan Pablo II. Carta encíclica Ecclesia de Eucharistia).
Ahí está el propósito con el que terminamos este ratito de oración: ir más a adorar a Jesús en la Eucaristía.
A nuestra Madre santísima, la Virgen de Nazaret, siempre de rodillas dispuesta a alabar a Dios, le pedimos que nos conceda entender estas palabras: “Te adoro con devoción Dios mío. Te amo con todo mi corazón”.
Que ella nos ayude también a sabernos poner de rodillas ante las necesidades de los demás.