¿Si te pregunto cuál es el animal más listo del planeta, qué responderías? A mí me parece que las respuestas pueden ir por la línea del chimpancé, el delfín, el perro o hasta el elefante (por aquello de la memoria de elefante), pero dudo mucho que alguien se le cruce por la cabeza la oveja…
Es más, si haces una búsqueda en internet, te das cuenta que hasta el cerdo aparece en el top 10 de algunos rankings, pero la oveja no está por ningún lado. Sin embargo, Tú Jesús eliges la oveja para hablar de mí, de nosotros… por algo será.
“Yo soy el Buen Pastor, el Buen Pastor da su vida por sus ovejas. El asalariado, el que no es pastor dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye -y el lobo las arrebata y las dispersa-, porque es asalariado y no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor, conozco las mías y las mías me conocen”.
(Jn 10, 11-14)
UN PASTOR QUE NOS ORIENTE
Las ovejas son débiles, indefensas, necesitan un pastor que las oriente y que las cuide, sobretodo si hay peligro de ladrones, peligro de lobos, peligro de lo que sea… y nos adviertes Señor:
“El que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es un ladrón y un salteador”.
(Jn 10, 1)
En el orden espiritual somos como ovejas: necesitamos ayuda, guía, cuidado. Nos confundimos fácilmente, nos desorientamos a causa de nuestros pecados personales o por la influencia del ambiente o por la falta de correspondencia a la gracia por nuestra lucha torpe.
En esa situación, es lógico que nos cueste un poco más -por lo menos-, dar el paso correcto o que consigamos acertar; y, encima, el demonio intenta meternos ideas de que podemos solos o intenta aprovecharse de esos momentos de desconcierto interior cuando no estamos muy claros.
¿QUÉ HACEMOS? ¿A QUIÉN LE PEDIMOS CONSEJO?
Una cosa está clara,
“el espíritu propio es mal consejero”;
(Camino 59)
O sea, no nos podemos dar consejos a nosotros mismos, ¡pero ojo! Porque el buen consejo tampoco te lo va a dar tu compinche de parranda, ni aquel que es el más popular, ni lo último que han colgado en las redes sociales, ni la serie que está de moda…
¡Ojo! ¡Hay que reconocer al ladrón, al salteador! Es más, hay que buscar al pastor y buscarlo con humildad.
“El que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero y las ovejas atienden a su voz…”
(Jn 10, 2-3)
DIRECCIÓN ESPIRITUAL
¿Quiero ser santo? ¿Quiero comportarme como hijo de Dios? ¿Quiero dejar el pecado y todas esas cosas que me alejan de Dios? Puedo esforzarme por mejorar, por cambiar, pero no puedo solo… ¡soy oveja! Necesito que alguien me conozca y me aconseje.
Ese es el director espiritual, que puede ser tu mismo confesor o alguien bien formado que goce de tu confianza. “Ese que Tú Jesús has puesto a nuestro lado o lo has puesto por ahí cerca, al que hay que acudir.
Como dice san Josemaría:
“Decidme: un enfermo que se quiere curar ¿qué hace? Va a un médico determinado que le conoce (…). Y el enfermo, si no es un loco, se apresurará a decir al médico todos los síntomas, todas las circunstancias que a él le parecen que son manifestaciones de su enfermedad, hasta las más mínimas.”
(Homilía El Buen Pastor, san Josemaría Escrivá, 12/3/1961)
Así es como le curan, como nos curan.
¡QUÉ ESENCIAL ES LA SINCERIDAD Y LA DOCILIDAD EN LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL!
“Las ovejas atienden a su voz, llama a sus propias ovejas por su nombre y las saca fuera. Cuando ha sacado fuera a todas sus ovejas, camina delante de ellas y las ovejas le siguen porque conocen su voz.”
(Jn 10, 3-4)
Nadie puede guiarse a sí mismo… falta objetividad y a esto se suman las pasiones que hacen difícil -quizás imposible- hallar, por nuestra cuenta, esos senderos por donde hay que ir. “Gracias Jesús por Tus pastores”.
Este domingo es el domingo de oración por las vocaciones, pues resulta que, para descubrir la propia vocación, es prácticamente imprescindible la dirección espiritual. Tener un pastor que me guíe y como todos tenemos vocación, ¡lo necesitamos todos! ¡Tengamos la vocación que tengamos!
Y no es porque el director espiritual sea perfecto o que tenga una clarividencia… es que son otros ojos y sus oraciones que se suman a las nuestras.
YO NO LA VI
Se me venía a la cabeza aquel chiste:
“En una época de gran hambruna en la que apenas quedaban animales y hombres con vida en la región, un vampiro va volando de noche, desesperado y sediento de sangre y, de repente, ve venir en dirección contraria a otro vampiro que tiene los labios manchados de rojo.
Rápidamente se acerca y se pone a su altura y le pregunta: oye, ¿eso es sangre fresca? Sí le contesta. Y ¿de dónde la has conseguido? Te lo voy a decir: ¿Ves aquel pueblo a lo lejos? Sí. Y ¿ves aquella iglesia en medio del pueblo? Sí, (vuelve a responder relamiéndose, pensando ya en las multitudes que estaban en el interior de aquel templo).
¿Y ves el campanario? Sí, lo veo (responde de nuevo y cada vez más ansioso) y ¿ves la veleta que hay en la punta? ¡Sí! Grita ya sin poder contenerse. Entonces le responde: ¡Pues yo no la vi!”
(Sin miedo, José Brage)
HACER PROPIOS LOS CONSEJOS
Pues el director espiritual es uno como nosotros, de carne y hueso, que tiene sus luchas y que ha ido aprendiendo de ellas y, a veces, lo que nos va a decir es porque:
“¿Y ves la veleta que hay en la punta? Sí… Bueno, pues yo no la vi.
Porque él también ha ido aprendiendo y también a base de eso, aconseja. Pero la cosa no para ahí. Me dan el consejo y ahora viene hacerlo propio. El director me dice, desde fuera, sugerencias; me da consejos. Pero soy yo el que, en mi lucha, lo hago propio.
“¿Cuántas veces Tú Jesús esperas la sinceridad y la docilidad del alma para obrar el milagro?” Nos pueden guiar, aconsejar… pero no nos sustituyen.
“Cuando ha sacado fuera todas sus ovejas, camina delante de ellas y las ovejas le siguen porque conocen su voz”.
¡Qué falta nos hace esto!
CONSTANCIA EN LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL
Cuando vemos a alguien que ha colgado una foto de perfil o ha puesto una foto en redes sociales en las que aparece delante del rótulo de una ciudad o con el “sky-line” así de fondo, uno da por descontado que ha estado en la ciudad… si no, es que es absurdo.
Pues aquí está la importancia de ser constantes en la dirección espiritual, en la periodicidad que cada uno haya concretado para tenerla. Porque no se trata de que, simplemente, nos enseñen el rótulo o el “sky-line”, sino que nos acompañen hasta llegar ahí.
Se va forjando el alma y, poco a poco, con derrotas y con victorias, vamos construyendo el edificio sobrenatural de la santidad.
“Un cuadro se pinta pincelada a pincelada; un libro se escribe página a página, con paciencia; y un lazo, que es capaz de aguantar mucho peso, está tejido por muchísimos hilos finos” y así nos van ayudando, “así me ayudas Tú Jesús, a través de la dirección espiritual y al final llegamos”.
Hay que ser conscientes que, a través de aquella persona, nos acercamos al mismo Cristo:
“Yo soy la puerta; si alguno entra a través de Mí, se salvará; y entrará y saldrá y encontrará pastos (…) Yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia”.
(Jn 10, 9-10)
Pidamos a nuestra Madre que sepamos abrir el alma en la dirección espiritual y que sepamos ser dóciles a los consejos que nos den y que, no solamente nosotros, muchos -a través de este medio que Jesús nos ha dejado- encontremos nuestra vocación y sepamos seguirla con fidelidad. O, simplemente, le podemos decir: Madre, consígueme un buen director espiritual.
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