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DOS NOTICIAS (UNA BUENA Y OTRA TAMBIÉN)

dos noticias

Estaban dos abuelitos, los dos era de origen vasco y los dos eran fanáticos extremos del Frontón (de la pelota vasca). En una de sus muchas tertulias un abuelito le dice al otro:
– Oye, Patxi, ¿en el Cielo habrá Frontón (para jugar pelota vasca)?
– Pues yo creo que sí, Iñaki, porque si allí todo es perfecto, pues seguro habrá Frontón.

UN PACTO

– Oye, pues hagamos un pacto, dice Iñaki: el primero que se muera, no sé cómo va a hacer, pero que vea cómo hace y se lo haga saber al otro.
– Vale. De acuerdo.
Al cabo de unos años (no muchos la verdad, porque -como te dije- eran dos abuelitos), resulta que Patxi se muere y al día siguiente, Iñaki oye una voz de ultratumba que le dice:
– Iñaaaaaki, Iñaaaaaki, Iñaaaaaki, soy Patxi.
– Pues, Patxi, vaya susto que me has pegado. ¿Qué quieres?
– Que te tengo que dar dos noticias, una buena y otra mala:
– Muy bien, pues dame la primera noticia, dame primero la buena.
– ¡Que yo tenía razón! ¡Que acá en el cielo hay un frontón que te pasas! De más de 60 metros de fondo y unas instalaciones alucinantes.
– Buenísimo dice Iñaki, pero ¿Y la noticia mala?
– Pues, que juegas mañana a las 11:00.

UN CHISTE QUE NOS HACE PENSAR

Sí, ya sé que es un chiste malo, pero la verdad es que mi humor es así, por política yo me rio de los chistes malos, porque así los chistes que son buenos me dan más risa todavía. Pero no te lo cuento porque el chiste sea buenísimo, sino lo traigo a colación, porque en realidad a mí me hizo pensar porque las dos noticias en el fondo eran buenas.

Es que el sueño de los dos era que en el cielo pudieran jugar para siempre en el mejor frontón. Y esto estaba a punto de hacerse realidad. La noticia podía ser mala, pero dependiendo del modo en que se viera. Para nosotros los cristianos, esta debería ser una regla de vida, sobre todo en tantos momentos de nuestra existencia.

VISIÓN SOBRENATURAL

Y esto, como consecuencia de aquello que llamamos visión sobrenatural, que implica de nuestra parte ese esfuerzo por ver las cosas siempre de modo positivo, pero no como lo haría una persona que es naturalmente optimista (porque para ser optimista no hace falta tener fe), sino intentar ver las cosas como las ve Dios.

Esto de la visión sobrenatural se aplica especialmente a aquellas cosas que, humanamente hablando, parecen ser un fracaso o incluso una tragedia. Para estos momentos san Josemaría solía repetir una jaculatoria que había tomado de la Carta de san Pablo a los Romanos. El texto dice así:

“Todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios”

(Rm 8,28)

Y la jaculatoria que solía repetir san Josemaría, a partir de este texto que te acabo de leer, en latín dice:

Omnia in bonum

TODO SUMA

Que se puede traducir libremente de muchos modos. A mí me gusta traducirlo coloquialmente como “todo suma”. Es decir, “si Dios lo permite, debe ser algo bueno” o también: “todo lo que me sucede -¡absolutamente todo!- es para mi bien”. “Señor Jesús, Tú sabes que esto en la teoría, pero después en la práctica es otra cosa, no es nada fácil, nos cuesta muchísimo.” Pero afortunadamente sabemos que, siendo verdadero Dios y verdadero hombre, a Ti algunas cosas también te costaba aceptarlas. Y si esto es así, ¿qué quedará para el resto de nosotros mortales? Eso sí, no sé si sea consuelo de bobos, pero al menos para mí, es un gran alivio, el que en el Evangelio quedaran recogidas esas palabras de tu oración íntima con el Padre:

“«Si es posible, aparta de mí este cáliz»”

(Mt 26,39; Lc 22,42).

TU NOS COMPRENDES, SEÑOR

Gracias, Señor, porque ahora tenemos la certeza de que nos comprendes perfectamente, cuando te decimos que nos cuesta a veces aceptar los planes de Dios. Pero, sobre todo gracias por darnos también la fórmula para recuperar la paz en esos momentos:

“«Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú»”

(Mt 26,39)

“Queremos considerar estas cosas contigo, Señor, porque en este tiempo de Cuaresma, evidentemente nuestra madre Iglesia, nos esta repitiendo constantemente, que busquemos la mortificación generosa y la penitencia, como preparación para acompañarte en el Gólgota.”

“Pero sabes bien, que tenemos esta inclinación natural a evitar a toda costa las cosas que no nos gustan: el sufrimiento, el pasar trabajo, las humillaciones, etc. Y, por eso, esto de la mortificación no es que nos salga automáticamente.” De hecho, normalmente tenemos que hacer una lista de pequeñas penitencias de Cuaresma para que no se nos olviden.

MORTIFICACIONES PASIVAS

“Pero te confieso, Señor, que a veces las mortificaciones que más me cuestan, no son las que te prometí que te iba a ofrecer en esa lista” (pasar menos tiempo en internet, tomar el café sin azúcar, el retrasar el tomarme el vaso de agua, aunque me esté muriendo de sed, etc.). Generalmente mi problema no es tanto el que estas cosas me cuesten o no me cuesten, porque como ya te digo: son “mortificaciones”, pero no es que me vaya a morir por hacerlas.

En cambio, el problema está muchas veces en que se me olvida que te las prometí que te las iba a ofrecer, y por eso tengo que revisar constantemente la lista. Pero en todo caso, las mortificaciones que más me cuestan son aquellas que Tú me propones como ocasión para ofrecértelas. Esas que san Josemaría llamaba “mortificaciones pasivas”, porque no las buscamos, sino que aparecen. Mejor dicho: “Tú, Señor, me las ofreces.”

QUERER LO QUE DIOS QUIERE

A ti, que me acompañas en estos 10minconJesús, seguramente te ha pasado lo mismo que a Iñaki, que te llegan noticias e inmediatamente dices: ¡Qué tragedia, malas noticias! Inmediatamente piensas que son malas, por ejemplo: te llovió justo el día que no llevaste el paraguas o surgió un cambio de planes que te complica la vida (o al menos te contraría tus gustos). Puedes pedirle ahora al Señor, que te ayude a ver en todas esas cosas, una oportunidad de ofrecerle a Dios ese mal rato.

No se trata de convertirnos en masoquistas. El cristiano no es un masoquista: es alguien que desarrolla un olfato especial para encontrar oportunidades de querer lo que quiere Dios. De este modo, lo que antes parecía una mala noticia -humanamente hablando, es una mala noticia-, se convierte en una buena noticia. Es decir, esto también lo permite Dios para mi bien, aunque mi pobre cabeza no sea capaz de comprenderlo ahora.

LO QUE DIOS PERMITE, ES SIEMPRE PARA MI BIEN

La perspectiva del tiempo –sobre todo la perspectiva de Dios, que es eterno- me hará comprender tarde o temprano, que lo que Dios permitió, siempre fue para mi bien. Esto no es ingenuidad, sino una de las decisiones más inteligentes que podemos tomar.

Pero me podrás decir: “Padre, pero es que hay situaciones en mi vida que llamarlas mortificaciones me parece poco o mortificaciones pasivas es un eufemismo. ¡Es que yo estoy pasando por una verdadera tragedia!”. Pues no estaría mal, el que pongas los medios para salir de esa tragedia. Eso no necesariamente es un pecado, pero tal vez podrías aprovechar para pedirle en tu oración, más visión sobrenatural, es decir, el intentar ver las cosas como las ve Dios.

De hecho, te daré un consejo que no es propio, sino de san Josemaría, y que aparece recogido en una de las consideraciones de su Viacrucis, que es buenísimo rezar ahora en Cuaresma, dice san Josemaría:

VIACRUCIS

“Parece que el mundo se te viene encima. A tu alrededor no se vislumbra una salida. Imposible, esta vez, superar las dificultades. Pero, ¿me has vuelto a olvidar que Dios es tu Padre?: omnipotente, infinitamente sabio, misericordioso. Él no puede enviarte nada malo. Eso que te preocupa, te conviene, aunque los ojos tuyos de carne estén ahora ciegos” (Viacrucis 9.4).

Y en otro punto también de este Viacrucis dice esta jaculatoria de la que ya habíamos hablado:

“!Omnia in bonum!» ¡Señor, que otra vez y siempre se cumpla tu sapientísima Voluntad! (Viacrucis).

OMNIA IN BONUM

Que estas consideraciones de estos10minconJesús, nos ayude a vivir estos días de Cuaresma con generosidad. No sólo porque tengamos una lista de mortificaciones, como esas que nos han recomendado (que tienen que ser pequeñas pero constantes), sino que tengamos el corazón preparado para recibir todas las mortificaciones pasivas que Dios quiera ofrecernos. Que sepamos recibirlas con ese “Omnia in bonum”, es decir, con un corazón pronto a decir: “Señor, esto no lo esperaba, pero también te lo ofrezco”, ¿Qué más te puedo ofrecer? Y así, las malas noticias, para un cristiano, pueden llegar a ser también buenas noticias.

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