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P. Luis Andrés

4 min

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MIRAR SIEMPRE EL BIEN QUE HAY EN NOSOTROS Y EN LOS DEMÁS

Dice el Señor: “No se lo impidáis”; el Señor corrige a san Juan y nos enseña a acoger.

Hoy leemos en el Evangelio de la misa un encuentro entre Juan, el apóstol y evangelista y nuestro Señor Jesucristo. Juan le pregunta a Jesús: 

“Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros”

(Mc 9, 38). 

Una inquietud que entendemos; Juan ve a un desconocido que está haciendo cosas que son como que propias del grupo de los seguidores de Jesús y entonces ve que no es lo que corresponde: “se lo hemos querido impedir”

Aquí aparece Juan con su ímpetu juvenil y quizás no se acordó en ese momento (porque le faltaba experiencia), algo que dice el Antiguo Testamento:

“La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará” 

(Is 42, 3).

Cuando dice san Juan: “Maestro, hemos visto uno que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros”, está indicando que, ese que no viene con ellos y hace milagros en nombre del Señor, es una persona que a pesar de que está haciendo bien y haciendo el bien, para él era una persona que estaba aprovechando. Y por lo tanto, había que defender el mensaje de Cristo de personas desconocidas. 

El bien El buen ladrónCREE EN TI

Entonces vio un peligro, san Juan y quiso actuar en contrario, apagar la mecha. Antes he leído del Antiguo Testamento: “La mecha vacilante no la apagará”. Y tú, Señor, le contestas: “No se lo impidáis”. 

Porque Tú lo que ves, a diferencia de Juan, es que ese hombre que echaba demonios en tu Nombre, seguramente era una persona que había oído hablar de tu poder, Jesús. Te invocaba porque, sin conocerte mucho, sin conocerte de cerca, creía en Ti. 

Era la mecha vacilante, probablemente recién encendida que estaría llena de alguna deficiencia, de alguna ignorancia, de algún error, pero quizás era un futuro santo. Esto ha sido una lección que la Iglesia ha captado muy pronto y que es bueno que todos también recordemos hoy con tu respuesta Jesús. 

Respuesta que leo: 

“No se lo impidáis, porque hay quien hace un milagro en mi nombre, no puede luego hablar mal de mí; el que no está contra nosotros está a favor nuestro”

(Mc 9, 30-40).

Es una mirada optimista, positiva. Y entonces, en vez de prohibírselo lo animas a acogerlo; y, en todo caso, a darle conocimientos más completos para que pueda hacer todavía más bien del que intentaba hacer solito.

Esto me recuerda una anécdota que nos puede ayudar a entender todavía el mensaje de esto que nos dice el Señor en el Evangelio. 

el bien

EL MAESTRO ES EL TIEMPO

Habla de un anciano que sabía que estaba ya a punto de morir, entonces llama a una de sus descendientes, su bisnieta. Era la única que sobrevivía a toda su familia y entonces le pidió que lo lleve a lo alto de un monte cerca de donde ellos vivían. Una vez en lo alto de ese monte, bendijo a su bisnieta y a su descendencia, todos los que fuesen a nacer de ella.

Entonces la chica, con cara llorosa, pidió que le dejara algo de su profunda sabiduría. El anciano moribundo habló de que le iba a dejar a ella y a su descendencia un gran maestro que le enseñó a él toda su ciencia. Y que gracias a él, muchas cosas que hacía 100 años le parecían muy buenas, ahora le parecían odiosas. 

Muchas injusticias, que le parecían claras antes, hoy las veía justas. Y que gracias a ese maestro había llegado a entender la verdad de las cosas. Entonces se desmayó. La bisnieta, intrigada y apenada, hacía lo posible para reanimar al anciano y poder conocer el nombre de ese maestro. 

Efectivamente, vino un momento de conciencia al anciano y en un último esfuerzo pudo decir con voz débil que lo que mejor enseña en la vida, es el tiempo y ya no habló más. Esas fueron sus últimas palabras. Entonces, esta chica fue regresando al pueblo, repitiéndose lentamente esas palabras sin llegar a comprenderlas del todo: “El maestro es el tiempo”. 

El bien Luz, el tiempo vuela

NO APAGAR LA MECHA

Algo de esto había que explicarle también a san Juan cuando está queriendo apagar esa inquietud buena que hay en ese desconocido predicador, que en vez de reconocer lo que hay de bueno en esa actitud, lo estaba juzgando. Después, cuando madure, san Juan no va a cometer este error y va a enseñar a todos en la Iglesia que, cuando se encuentren a una persona que tiene buenas intenciones y una actitud virtuosa, se le acoja. 

Quiero decir, todos tenemos un fondo bueno y todos nos pueden enseñar algo, por lo que es bueno que nos fijemos en eso, porque eso es lo que Tú haces, Señor. Y teniendo eso en cuenta, procurar acoger y, en su caso, ayudar a que crezca lo que de bueno hay ahí y no intentar apagar la mecha vacilante. 

No descartar a las personas de arranque y sin conocerlas. Siempre Tú, Señor, nos das a todos una oportunidad, como diciendo que confías en cada uno de nosotros, que tienes esperanza en cada uno de nosotros, que sueñas con cada uno de nosotros, con el bien que podemos llegar a ayudarte a hacer.

Esta confianza nos da mucha alegría y paz y nos enseña cómo debemos tratarnos entre nosotros.

Vamos a pedir a nuestra Madre, la Virgen Santísima, que nos ayude a ir aprendiendo con el tiempo a frenar nuestro ímpetu que, a veces, podría llevarnos a sacar conclusiones apresuradas de las personas y no tanto a ver lo que hay de bueno y el potencial que encierra ese bien que hay también en las personas que a veces no se ve a primera vista. 

Madre nuestra, ayúdanos a vernos y a ver a los demás como tú nos ves. 


Citas Utilizadas

Sant 4, 13-17

Sal 48

Mc 9, 38-40

Reflexiones

Madre nuestra, ayúdanos a vernos y a ver a los demás como tú nos ves. 

Predicado por:

P. Luis Andrés

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