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P. Felipe

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EL CAMINO QUE DIOS PREPARÓ PARA TI

El Señor llama a cada uno a ser santo, a ser feliz. Y esa vocación se concreta de modo distinto para cada uno. Lo importante es abrirnos para seguir el camino que Dios ha preparado para hacernos felices.

LOS TRABAJADORES DE LA VIÑA

En el evangelio de la misa de hoy, escuchamos cómo Jesús compara en una parábola la vida del hombre sobre la tierra con un campo que debe ser trabajado.

El dueño del campo, que rápidamente identificamos con Dios Padre, va en distintos momentos del día a llamar a los trabajadores, porque el mundo necesita muchas personas que entren a trabajar para perfeccionar el mundo y para llevarlo hacia Dios. De este mismo modo, el Señor va llamando personas para que trabajen en el mundo y siempre se asegura de que haya muchos trabajadores en su campo.

Dios llama y sigue llamando a muchas personas para que lo sirvan de mil modos distintos en este mundo. De hecho, podemos decir que todos tenemos un llamado del Señor; a todos nos llama el Señor con una misión específica, la que nos hará felices y la que nos ayudará a acercar a muchas personas al Señor, encontrando su felicidad.

LLAMADA A UN CAMINO

Quizá el evangelio de hoy te puede servir para hablar con Jesús en estos diez minutos sobre tu propia llamada. No sé si tú eres madre o padre de familia, estudiante universitario, sacerdote, religiosa, profesor, médico, obrero o artesano, soltero o casado… Son muchísimas las situaciones en las que puedes estar.

Lo que sí estoy seguro es de que el Señor, con el que estamos hablando ahora, te ha llamado de algún modo y ha previsto un camino para que seas feliz para siempre, ya en esta tierra y luego para siempre en el cielo.

Tú y yo tenemos una vocación. Dios nos ha llamado y es una llamada grande, una vocación grande, la que Él ha pensado para ti y para mí. Y lo mejor es que no solo nos llama, sino que nos ha prometido también su compañía, para que en este camino nunca nos sintamos solos, porque Él nos ha prometido que estará a nuestro lado en cada momento.

JESÚS ESTÁ SIEMPRE CON NOSOTROS

Al final del evangelio de la misa de hoy, el dueño del campo, cuando los siervos que habían llegado al principio se quejan porque habían recibido la misma paga que los demás, el Señor le responde que Él puede disponer de sus bienes como le parezca y que, si quiere darle a todos lo mismo, los siervos no pueden quejarse porque no ha sido injusto con ninguno.

Porque esa paga que nos da el Señor por trabajar en su viña, que a fin de cuentas es trabajar en nuestra propia felicidad, es mucho más de lo que merecemos, muchísimo más. Y esa paga es su presencia constante a nuestro lado.

Él está siempre a nuestro lado. Nos deja un mapa, nos deja unas instrucciones, pero no solo eso, se queda Él mismo. Somos templos del Espíritu Santo, como nos recuerda san Pablo, llamados a ser santos y ayudados por su presencia. Y nos deja los sacramentos que son esos medios que tenemos para fortalecernos y para volver a Él cuando nos alejamos.

CAMINO A SU LADO

Somos llamados por el Señor. Tenemos una vocación y Él nos promete su presencia constante. En el Evangelio Jesús nos dice una frase que es maravillosa:

Santa Maria la mayor

“Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).

Nos promete su presencia, su cariño, su amor constante… Porque sabe que todos, todos, estamos llamados -cada uno en su lugar-, para ser santos, o sea, felices. Una meta que por nosotros mismos es imposible, pero que con su ayuda somos capaces. No solo capaces, sino que es muy fácil, porque es el Señor el que actúa. Y si nosotros dejamos de actuar al Señor en nuestra vida, ¡qué fácil es ser santo!

Somos todos, tú y yo llamados a ser santos. Todos tenemos esa llamada. Es un mensaje que el Señor ha querido recordar con especial fuerza en nuestro mundo contemporáneo, cuando se había ido olvidando poco a poco esta llamada y algunos cristianos se contentaban, quizá, con una vida mediocre.

DIOS NOS QUIERE SANTOS

San Josemaría fue uno de los precursores de este mensaje, cuando en 1928 el Señor le mostró que tenía que recordar al mundo esta llamada universal a la santidad. Ahí comenzó a recordarlo a todas las personas con las que él se topaba, todas las personas que se acercaban a él. Y no era una llamada personal suya, sino que era ese mensaje original de Jesucristo, que en el Evangelio llamaba a todos a ser santos.

“Esta es la voluntad de Dios, que seamos santos” (1Tes 4, 3), nos decía San Pablo en una de sus cartas, recordando el mensaje del Señor.

Poco después de san Josemaría, el Concilio Vaticano II también recordó esa llamada universal a la santidad y quedó plasmado en uno de sus principales documentos.

Muchos santos e instituciones han hecho eco de este mensaje y uno de los últimos documentos que lo recordó fue la exhortación Gaudete et exsultate del papa Francisco.

En uno de sus primeros puntos decía: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo.

En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, «la clase media de la santidad»”. (Gaudete et exsultate, Cap.1, 7).

Todos, todos los cristianos estamos llamados a esa santidad, cada uno según su llamada particular. Como decíamos al principio de este rato de oración, cada uno tiene un camino preparado por el Señor para llegar a esa misma santidad.

LA LLAMADA DE PERSONAL

En el mismo documento que citábamos más atrás, el papa nos anima a descubrir ese camino y a seguirlo con fidelidad. Dice Francisco:

“Lo que interesa es que cada creyente discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha puesto en él (cf. 1Co 12, 7),

Y no que se desgaste intentando imitar algo que no ha sido pensado para él. Todos estamos llamados a ser testigos, pero «existen muchas formas existenciales de testimonio»”. (Gaudete et exsultate, Cap.1, 11).

Cada uno tiene un camino preparado por el Señor, una forma de ser testigo, una forma de ser santo. Y eso es lo que, en nuestra oración personal, hablando contigo Jesús, que nos escuchas en estos diez minutos de oración, queremos descubrir.

Existen muchos caminos y nos toca a cada uno, como decíamos, en la propia oración, en nuestra relación personal con el Señor, descubrir cuál es el nuestro, cuál es el que el Señor ha preparado para nosotros desde toda la eternidad.

Creo que este es un tema muy bonito para hablarlo con el Señor en este día domingo, ya sea para pedirle luces para descubrir nuestro camino, si todavía no lo hemos encontrado, o para agradecérselo y pedirle ayuda si ya has visto cuál es y ya lo has emprendido.

DIOS NOS OFRECE SU GRACÍA

Porque como ya mencionábamos también más atrás, el Señor nos promete su compañía siempre y no dejará que recorramos este camino de modo solitario. Siempre estará ahí para nosotros, fortaleciéndonos, dándonos su cariño, ayudándonos a levantarnos cuando nos caemos, etcétera.

Confía en Él. Confía en Él, porque Él estará siempre a tu lado. Él es el Señor generoso que quiere dar a todos su gracia, sea cual sea, desde momento en el que llegaste a trabajar a su campo.

Terminamos este rato de oración, confiando nuestro camino a la Santísima Virgen María. El fundador de la Opus Dei, san Josemaría, solía pedírselo con una jaculatoria: “Corazón dulcísimo de María, prepáranos y consérvanos un camino seguro”.

Se lo pedimos a Ella, que descubrió su vocación el día de la Anunciación. Supo responder siempre con fidelidad a ese llamado de Dios. Que como Ella podamos nosotros también descubrir y seguir ese camino que Dios ha preparado para cada uno.

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Citas Utilizadas

Is 55, 6-9

Sal 144

Fl 1, 20-24.27

Mt 20, 1-16

Reflexiones

Madre nuestra que, como Tu, sepamos descubrir el camino que Dios ha preparado para cada uno.

Predicado por:

P. Felipe

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