JESÚS NOS AYUDA
Nos cuenta el Evangelio de hoy que iba a Jesús con sus discípulos, pasando de la parte de Galilea por Samaría yendo hacia Jerusalén, y estando ahí en los confines entre una región y otra, escucha que le gritan unos leprosos.
“Pidiéndote Señor ayuda. Los pobres se encontraron una situación muy triste, excluidos, muy limitados por su enfermedad, y se ve que habían escuchado hablar de vos”.
Y desde afuera de la ciudad, porque no podían estar junto a la gente, en medio de las demás personas, al punto que vemos que se juntan entre ellos -incluso en un grupo en el que había judíos y por lo menos un samaritano por lo que veremos después- que, aunque no se trataban ya se ve que, en su enfermedad, en su situación de dolor, se podían hacer compañía y se movían todos en grupo.
Te gritan, Señor, desde lejos, respetando esa distancia por estar con esa enfermedad contagiosa y Tu reacción Jesús es -por lo que nos cuenta el evangelista-, enseguida.
La reacción del Señor es:
«Vayan y preséntense al sacerdote».
(Lc 17, 14)
Y no se ve acá que te moleste, que estén como interfiriendo en tu camino, o no tenes una reacción como si te importunaran.
ACERCARSE A JESÚS CON FE
Si no, más bien parece que, al contrario. yo casi Jesús cómo que adivino una sonrisa en tu cara al ver de lejos aquellos hombres que se acercan con fe, están buscando en este maestro, en este rabí una curación.
Se acercan porque creen y porque siguen esa fe. Y se despertó una esperanza escuchando -quizá de otros milagros que habías hecho- y obtienen enseguida Tu favor, ese milagro que les haces.
A tal punto que, de camino nomas, haciendo no sólo el acto de fe de acercarse, de gritar, de pedir ayuda; después hacen lo que vos Jesús les decís: “vayan al sacerdote…” y van.
SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN
Esto nos puede hacer pensar ahora en nuestra oración, en estos 10 minutos con vos Jesús, también en el sacramento de la confesión. Están en su cuerpo, en su salud física como deteriorados por esa enfermedad doliente y “vayan al sacerdote…”, nos puede hacer pensar en la enfermedad del alma que son los pecados, los vicios…
Y que a nosotros también nos decís: Vayan al sacerdote… Para que busquemos ahí la curación de nuestros pecados en el sacramento de la Misericordia que es un milagro también que es Tu perdón.
Cada vez que nos confesamos recibimos otra vez ese abrazo del Padre, nos quedamos limpios en nuestra alma. Y así hacen estos de camino, se dieron cuenta que habían quedado limpios.
DOS REACCIONES
Entonces encontramos dos reacciones distintas en ese grupito (eran 10), estarían todos sorprendidos, primero se mirarían unos a otros, no podrían creer, estarían con los ojos bien abiertos: ¡Es verdad, estamos curados! Con una gran alegría todos están contentos.
Dos reacciones porque sólo es uno el que vuelve hacia vos Señor y los otros nueve no. Seguramente en su alegría habrán pensado: Estoy curado, ahora puedo volver a mi familia, voy a poder volver a trabajar, soy otra vez, no soy alguien recluido, soy una persona normal…
Pensarían en cuántas posibilidades se abrieron delante de ellos y es un poco penoso; porque pensaron en vos Jesús, en su necesidad, y ahora que ya la necesidad no está, vuelven a sus cosas, se olvidan…
Quedaste como en el camino Señor, ya no te tienen presente estos nueve. Qué impresionante que, a Jesús, a vos Señor te importa. A Jesús le importa.
SER AGRADECIDOS
Uno podría pensar, bueno es Dios, vino para curar, no le cuesta nada hacer ese milagro, cumplió su parte puede seguir tranquilamente su camino y no… A Jesús le duele esa falta de agradecimiento, lo reprocha.
Te pido, ahora, Señor para mí, para todos, que nos demos cuenta qué te importa cómo son mis reacciones, que no te da lo mismo: si yo Jesús te agradezco o no te agradezco, si te pido o no te pido, si te cuento mis cosas o no te las cuento.
Porque incluso nosotros que procuramos rezar y que creemos en vos Señor, podemos tener este peligro de plantearnos un poco nuestra fe como algo que yo cumplo y allá habrá un Dios que, de alguna manera recibe, y me bendecirá o no.
Pero quizá de un modo impersonal, no de un modo en el que haya un intercambio, en el que verdaderamente yo me di cuenta de que vos me buscas a mí, me miras a mí, me querés a mí. Y te importa mi respuesta, que yo te hable, que yo interactúe con vos, que yo crea en Tu amor, en que vos realmente me querés, y te importa mi vida, te importa como yo te trato.
¡JESÚS NOS QUIERE!
Bueno eso es lo que vemos, una vez más, porque se ve muchas veces en el Evangelio como el Señor en su corazón estamos todos y le importa. Le importa cada persona, como cada uno lo trata a Él, porque nos quiere, vos nos queres Jesús.
Ayúdanos a que esto, sea algo que cada vez más, y cada día de nuestra vida te tratemos así, con esa confianza en Tu amor y no en un modo formal no más, no cumpliendo cosas.
Estos nueve siguieron su camino, te duele a vos Señor. ¿No eran diez los que se quedaron curados? Vino solo este extranjero a agradecer. Hay uno que, en cambio, habrá pensado igual que los demás: qué alegría volver a casa, volver a mi familia, volver a mi trabajo…
TESTIMONIO DE LA ALEGRÍA
Pero surge ese agradecimiento del fondo del corazón, se acuerda de Jesús, no lo deja atrás, sino que va hacia Él, iba alabando a Dios, dando gloria a Dios. Este pienso yo, seguro que fue como un testimonio del amor de Dios y como una luz para la fe de otros que lo rodeaban. Seguro que arrastró a otros hacia Jesús con su testimonio, con su alegría, porque eso hace la alegría, atrae a otros hacia Dios.
Y qué bueno que, en nuestro mundo que a veces lo podemos ver tan apagado en la fe, tengamos ese testimonio de la alegría.
Nosotros que hemos recibido tanto de vos Señor, que hemos sido curados, que hemos sido sanados, que hemos conocido -como dice San Juan- el amor que Dios nos tiene, que nos lleve eso a agradecer.
DESPERTAR LA FE EN OTROS
Podemos hoy, como fruto de este ratito de oración, estos minutos con vos Señor, hacer propósito de tener fe, primero para acercarnos a Jesús si nos sentimos alejados, manchados, si hace falta gritando (como estos diez), confiar en su poder, en lo que Él nos diga: que vayan a los sacerdotes, quizá es algo que nos damos cuenta de que el Señor nos indica, para mejorar, para curarnos…
Y después ese testimonio del agradecimiento, de la alegría. Que nuestra alabanza a Dios despierte la Fe de otros.
Pedimos a nuestra Madre, que era muy agradecida y hacía grande al Señor en su alma porque sentía que Dios hizo cosas grandes, nos ayude a tener esta actitud.