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P. Juan Pablo

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EL NOMBRE DE DIOS

En el Evangelio Jesús dice que nos ha dado a conocer el nombre de Dios, y que lo seguirá dando a conocer y que eso es motivo de alegría. ¿Qué significa ese nombre de Dios? Benedicto XVI nos lo explica.

“Padre justo…” así se dirige Jesús a su Padre. “Padre justo, el mundo no te ha conocido; pero yo sí te conozco y éstos han conocido que Tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos” (Jn 17, 25-26).

Son palabras Tuyas, Jesús, que nos dejan un poco pensativos, porque no las alcanzamos a comprender. Sin embargo, nos emocionan, porque nos hablan de Tu amor por nosotros de permanecer con nosotros.

De algo que nos estás dando a conocer, como un secreto, como algo que confías a quien amas: “…Yo les he dado a conocer tu nombre…”. Y no sólo se los he dado a conocer como una cosa así que ya, se da y se abarca completamente. Si no, que es algo tan grande que, yo les he dado a conocer tu nombre y se los seguiré dando a conocer…

Como que no somos capaces de conocer Tu nombre de una vez, para siempre y ya. Porque eso del nombre, pues tiene su profundidad.

En el Antiguo Testamento leemos como Moisés le pregunta a Dios su nombre y Dios le dice a Moisés su nombre. Si eso del nombre fuera tan sencillo, pues diríamos: -Ah, pues, Dios ya le dijo a Moisés que se llama Yahvé. Ya conocemos su nombre y ya y lo abarcamos totalmente. Pues no, eso del nombre de Dios tiene mucho fondo.

DIOS ESTA PRESENTE ENTRE LOS HOMBRES

permanecer

Yo cuando quiero saber algo del evangelio que no entiendo y quiero profundizar un poquito más, voy a los escritos de Benedicto XVI, que siempre me sugieren algo y en su libro de “Jesús de Nazaret” explica sobre esto:

“Nombre de Dios significa: Dios como el que está presente entre los hombres. Así se dice que el templo de Jerusalén ha sido elegido por Dios como «morada de su Nombre» (Dt 12, 11passim). Israel jamás habría usado decir sencillamente: «Allí habita Dios». Sabía que Dios es infinitamente grande, que trasciende y abarca el universo. Y, sin embargo, esta realmente presente: Él mismo. Esto es lo que se entiende cuando se dice: «Allí Él ha establecido su nombre». Está realmente presente y, no obstante, sigue siendo inmensamente más grande e inaprensible. El nombre de Dios es Dios mismo, como Aquel que se nos entrega; a pesar de toda la certeza de su cercanía y todo el regocijo por ello, Él sigue siendo siempre infinitamente más grande.”

(Joseph Ratzinger, Jesús de Nazaret 2).

Aquí el Papa Benedicto nos explica cómo el nombre de Dios significa un modo de estar presente entre los hombres. Dios está presente entre los hombres de un modo especial. O sea, Dios está presente, porque es el creador y está presente en todas partes.

Él lo abarca todo y es infinitamente más grande que todo. Pero, de todos modos, como Él es el creador, está presente siempre. Que nos dé a conocer su nombre es un modo de como Él está presente, pero de un modo nuevo, más cercano, más personal, que podemos hablar con Él, lo podemos invocar, nos podemos encontrar con Él.

Es como Él se hace un poco más pequeño -podemos decir- para que nosotros que, somos pequeños, lo podamos gestionar; porque es inmenso. O sea, es un favor que Dios nos hace al darnos a conocer su nombre, para que le podamos hablar, para que lo podamos encontrar.

LA HISTORIA DE LALE

Pensando un poco sobre el nombre me acordaba de una historia que leí hace poco, un libro que se llama “El tatuador de Auschwitz”, que se trata precisamente de un prisionero eslovaco que llegó Auschwitz y como era un hombre con habilidades y que sabía idiomas, lo asignaron para que él fuera el que tatuara a los prisioneros.

En esa parte de Auschwitz estaba en un lado los hombres y en otro las mujeres; así que él recibía a los hombres y los tatuaba, y también a las mujeres y las tatuaba. Te voy a leer un fragmento de ese libro. Este hombre se llamaba Lale y dice el texto:

“Lale, cuando tatuaba a los que llegaba, trataba de no levantar la vista. Extiende la mano para tomar el pedazo de papel que alguien le entrega. Debe transferir esos cinco dígitos a la piel de la jovencita que se lo da. Introduce la aguja en el brazo izquierdo de ella y dibuja un tres, tratando de ser suave. Sale sangre, pero la aguja no ha entrado lo suficiente y tiene que dibujar de nuevo el número. Ella no se estremece por el dolor que Lale sabe le está infligiendo. «Se les ha advertido: no digan nada, no hagan nada.»

Él limpia la sangre y frota tinta verde en la herida. -¡Apresúrate! Susurra Pepan, su colega. Lale tarda demasiado. Tatuar los brazos de los hombres es una cosa; profanar los cuerpos de aquellas jovencitas es horrible. Al levantar la vista, Lale ve a un hombre de bata blanca que camina lentamente recorriendo la fila de las jóvenes. Cada tanto se detiene para inspeccionar la cara y el cuerpo de alguna joven aterrorizada. Este de bata blanca es uno de los capos nazis que era muy violento.

UN MOMENTO MÁGICO

Finalmente, llega a donde está Lale. Mientras Lale sostiene el brazo de la muchacha, lo más suavemente que puede, el hombre le toma la cara con la mano y la mueve bruscamente de un lado a otro. Lale levanta la vista hacia aquellos ojos asustados.

Los labios de ella se mueven dispuestos a hablar. Lale le aprieta con fuerza el brazo para detenerla. Ella lo mira y él mueve la boca: «Shh». El hombre de la bata blanca le suelta la cara y se aleja.

-Bien hecho- susurra él mientras se pone a tatuar los cuatro dígitos restantes: 4 9 0 2. Cuando termina le retiene el brazo por un momento más de lo necesario, y vuelve a mirarla a los ojos.

Es el momento mágico. Fuerza, una ligera sonrisa. Ella le devuelve una más ligera todavía. Sus ojos, sin embargo, bailan ante él. Al mirarlos, el corazón de él parece simultáneamente detenerse y comenzar a latir por primera vez, golpeando, casi amenazando con estallar y salirse del pecho.

(Morris, Heather. El Tatuador de Auschwitz)

Bueno, pues este es el primer encuentro entre Lale y Chita, que así se llamaba esta mujer y que después se pudieron conocer y se enamoraron. Ese amor, fue lo que los mantuvo vivos. Es una historia impresionante, es verdadera.

Lo que yo quiero resaltar aquí es que él, gracias a que sabía el número de ella, la pudo contactar: 34902. Se lo aprendió de memoria y después, él se hizo amigo de uno de los jefes y le dijo: -Este es el número de ella, a ver si la puedes contactar.

La contactó y hablaron y son historia muy bonita. Gracias a que tenía su número -en este caso sería como lo más parecido a su nombre- él la pudo contactar y pudo hablar con ella.

DIOS NOS DA A CONOCER SU NOMBRE

EL SANTO NOMBRE DE JESÚS

Dios nos da a conocer su nombre, nos da a conocer el modo de contactarlo. Continúa diciendo Benedicto XVI:

“La revelación del nombre es un modo nuevo de la presencia de Dios entre los hombres, un modo nuevo y radical en el que Dios se hace presente entre los hombres. En Jesús, Dios entra totalmente en el mundo de los hombres: quien ve a Jesús ve al Padre (cf. Jn 14, 9). (…)”(Joseph Ratzinger, Jesús de Nazaret 2).

Gracias a que Jesús está aquí, que se hizo hombre podemos encontrarnos con Dios con facilidad, que subió a los cielos, pero permanece con nosotros en la Eucaristía principalmente, en el evangelio. Y podemos hablar con Él, como estamos hablando con Él en este momento.

Gracias Jesús por hacernos cercano a Dios.

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Citas Utilizadas

Hch 22, 30; 23, 6-11

Sal 15

Jn 17, 20-26

Joseph Ratzinger. Jesús de Nazaret 2

Morris, Heather. El Tatuador de Auschwitz

 

Reflexiones

Gracias, Jesús, por darnos a conocer Tu nombre y por quedarte entre nosotros para que podamos estar más cerca de Ti.

Predicado por:

P. Juan Pablo

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