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EL PAN DE VIDA

EL PAN DE VIDA

En el Evangelio del día nos cuenta San Juan lo siguiente:

“En aquel tiempo muchos de los discípulos de Jesús dijeron: este modo de hablar es muy duro ¿quién puede hacerle caso?  Jesús sabiendo que sus discípulos lo criticaban, les dijo: ¿Esto os escandaliza?  

Y, ¿si vieran al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes? El espíritu es quien da vida, la carne no sirve para nada: las palabras que les he dicho son espíritu y vida.  Con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen.

 Jesús sabía desde el principio quiénes creían y quién lo iba a entregar.  Y dijo:  Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede.

 Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.  Entonces Jesús les dijo a los doce: ¿También ustedes quieren irse?

Simón Pedro le contestó: Señor, ¿A quién vamos a acudir? solo Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. 

(Jn 6, 60-69)

 

El contexto de este Evangelio es el de la Revelación de la Eucaristía. Hay que entenderlo en su contexto. Jesús mediando la vida pública les ha revelado a los discípulos que Él es el pan de la vida, que solo Él es el pan de la vida.

 Que el maná que Moisés pidió a Dios para el pueblo judío, cuando tenía que atravesar el desierto después de la huida de Egipto, ese fue un pan muy bueno. Fue una figura de la Eucaristía, pero fue un pan que no les dejó vida eterna; no los alimentó de manera que ya estuviesen saciados para siempre, fue un pan que les sirvió para seguir caminando. 

LA EUCARÍSTÍA

No es la Eucaristía. La Eucaristía tiene otra finalidad. La Eucaristía la va a instituir Jesús. Esto es lo que estamos tratando de charlar con Él en estos 10 minutos de oración, en estos 10 minutos con Jesús: “Ayudános Señor a entender la increíble maravilla de la Eucaristía,  porque escandaliza”. 

El Señor reconoce:  esto está escandalizando a estos discípulos. De hecho, es probablemente uno de los momentos más tristes de la vida del Señor. Porque, en la Pasión es lógico que los discípulos se asusten porque hay de alguna manera una persecución, y por lo tanto es más razonable la actitud de los discípulos de escapar, de huir en la noche, de dejarlo solo; es completamente injustificable, pero es más comprensible al menos.

NOS FALTA CONFIANZA

En cambio aquí, el Señor simplemente les está diciendo que va a instituir la Eucaristía. Les está diciendo que Él va a ser el Pan de la Vida. Que van a tener que comerlo a Él. Que vamos a tener que alimentarnos de Dios. Una cosa que sonaba completamente pagana en la antigüedad; comer carne humana era una cosa monstruosa, sigue siendo hoy, pero en aquel momento tenía mucho de culto pagano. 

No entienden nada  de lo que les está diciendo a Jesús. Como siempre hay un problema de confianza.  Jesús siempre pide confianza. Con la Eucaristía muchísimo más porque es, como muy poco razonable lo que nos pide Jesús. 

Que Jesús diga que se va a quedar en un pedazo de pan para que lo comamos y de esa manera tengamos vida. Una vida que es la capacidad de Dios de confiarnos sus sentimientos, de pasarnos sus sentimientos, de hacernos sentir con Él, pensar con Él, vivir con Él. 

 

NOS TRANSFORMA

Jesús va a transformar nuestros corazones en corazones semejantes al suyo, fundamentalmente a través de la Eucaristía, también de la oración, también de los demás sacramentos. Pero fundamentalmente a través de la Eucaristía. 

Por eso dice:

“Yo soy el Pan de la Vida; el que me coma vivirá y el que no me coma no vivirá”. 

( Jn 6, 35)

El que come vivirá para siempre, además. Es un pan que sacia para siempre. Que tiene ese poder, podemos utilizarlo o no, puede saciarnos o no, según como lo recibamos. 

Por eso es tan importante, ante todo, hacer este acto de confianza: “Señor creo firmemente que estás presente en la Eucaristía. Creo que te has querido quedar en este Sacramento increíble, en este milagro absoluto. Que te has quedado en un pedazo de pan, una de las cosas más comunes de la tierra, el pan, lo has elegido para quedarte en él”. 

(También el vino, pero fundamentalmente en el pan, que es lo que se retiene en los Sagrarios,  no se guarda el vino se guarda del pan; si bien se convierte en las dos cosas el Señor durante la misa) 

Es lo primero que necesitamos aceptar: Señor ayudáme a tener fe, a tener confianza, a no dudar de tu palabra, como aquellos discípulos tuyos”. 

Y fue un día triste, como decíamos al principio, porque ese día lo abandonaron libremente, sin coacción. No por el miedo de la persecución por el miedo a ser muertos por Jesús, sino simplemente, porque no entienden lo que dice.

Jesús ha quedado muy dolido porque es la decepción decir: – Pucha, no confiaron en mí, sí he hecho tantos milagros. Les he hecho hacer milagros a ellos, me están viendo todos los días hacer cosas increíbles, ¿Cómo no van a confiar en mí? Les he demostrado mi amor tantas veces, ¿Por qué no confiar en mí?

 Todos tenemos la experiencia de lo duro que es la decepción profunda que produce que las personas que amamos, que amamos mucho a veces, nos den la espalda, no correspondan al amor que les tenemos, incluso nos traicionen, nos decepcionen. Es enormemente doloroso.

TE CAUSA DOLOR NUESTRA DESCONFIANZA

El Señor debió pasar por ese dolor. Ese dolor de ser rechazado por aquellos a los cuales amo, eligió, los formó, los iba trabajando como el alfarero a la arcilla. Y aquellos hombres a los que Jesús quería un montón y que ellos también lo querían a Jesús. Hombres que habían hecho milagros en su nombre, que habían visto a Jesús hacer milagros increíbles, lo habían visto caminar sobre las aguas, transformar cinco panes y dos peces en un montón de comida, curar ciegos, paralíticos, leprosos, incluso resucitar muertos.

Esos hombres que habían visto todos esos milagros y que se habían quedado pasmados, alucinados, ahora dicen:    

«¡No! Esto no es razonable. Que hayas curado un leproso está buenísimo, me pareció encantador. Que hayas devuelto la vista a un ciego, maravilloso Jesús, esas cosas me encantan… Pero que me digas que te quieres quedar en la Eucaristía y yo tengo que pasar por ese aro, que yo tengo que ir a misa todos los domingo a comerte para poder tener la vida que vos querés que yo tenga en vos, que me parezca a vos, ¿Vos crees que yo me parezca a vos a través de la Eucaristía?

 No Señor, hasta ahí no llega mi capacidad de seguirte. Me parecen genial tus milagros, me parece genial que cures a la gente que lo pasa mal. Pero no te entiendo acá y por lo tanto no estoy dispuesto (eso fue lo que le dijeron esos hombres, esos discípulos queridos) «. 

 

CREO Y CONFÍO EN TI SEÑOR

Por eso lo primero que tenemos que hacer es decir:

“Señor creo firmemente, quiero creer, ayuda mi incredulidad, aumentáme  la fe en la Eucaristía, porque es súper importante para que pueda ir a comulgar luego con fe y recibirte a vos y recibir toda la vida que vos me queres dar”. 

Porque no podemos comulgar sin fe, no podemos comulgar distraídos, no podemos comulgar con la cabeza y el corazón en cualquier lado, porque entonces vamos a comer un pedazo de pan no vamos a comer a Jesús. Y vamos a comulgar en vano y es una pena, es una tragedia.

El día que estemos frente a Dios, cuando hayamos pasado de esta vida al cielo, nos va a doler tanto las comuniones infértiles,  las comuniones estériles, esas comuniones que recibimos sin habernos preparado. 

Por eso pidámosle hoy Jesús:

 “Aumentame la fe en Tu presencia en la Eucaristía y ayúdame a comulgar todos los días muy bien, para que Vos realmente me podás dar esa vida que me has dicho que me vas a dar cada vez que comulgo, porque Vos sos el Pan de la Vida”. 

 

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