El día de hoy leemos en el Evangelio de la Misa, como el Señor se encuentra en un sábado caminando con sus discípulos, con sus apóstoles. Éstos toman unas espigas de trigo y empiezan a desgranarlas, nos cuenta el Evangelio que tenían hambre, y ya que estaban allí, pues hicieron esta acción.
En eso los fariseos que lo observan todo y que están pendientes de lo que hace el Señor: de lo que hace, de lo que dice y lo que no dice. Esto lo recoge San Lucas, porque aquí nos encontramos con un problema sobre el sábado: La cuestión del sábado, Nos cuenta San Lucas:
Un sábado, iba Jesús caminando por medio de un sembrado y sus discípulos arrancaban y comían espigas, frotándolas con las manos.
Unos fariseos dijeron: ¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido? Respondiendo Jesús, les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomando los panes de la proposición, que sólo está permitido comer a los sacerdotes, comió él y dio a sus a los que estaban con él y les decía: El Hijo del hombre es señor del sábado.(Lc 6, 1-5)
Aparentemente, esta discusión, este problema que plantean los fariseos, parece una cuestión absurda, porque uno dice bueno, es verdad, tienen esa ley que tu Dios, le has dejado al pueblo judío de descansar el séptimo día. Y por otro lado los fariseos dicen: Oye, ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Y qué es lo que hacían? Simplemente frotar unas espigas para poder comer, algo que es pequeñísimo, que no tiene mayor importancia.
Es como si nosotros estuviéramos caminando por el campo y cortamos una flor o unas hojas de un árbol. Y justo viene alguien y nos llama la atención: Oye, ¿qué estás haciendo? No porque estás haciéndole daño a la planta, sino porque estás quebrando la ley de Dios. Pues bueno, a nosotros nos puede sonar absurda esta discusión. Sin embargo, los fariseos consideran, que han obrado mal y además han obrado mal estando con su Maestro.
Y es que ellos buscan ser muy cuidadosos con esa ley y, sin embargo, con el paso del tiempo, ese precepto divino, de no guardar el sábado se fue complicando a tal punto, que llegaban a tener hasta 39 especies de trabajos prohibidos. Digamos, todo un manual, todo un código. ¿Qué se puede y qué no se puede hacer? Y el mandato del Señor, era muy sencillo: Porque cuando Dios instituyó el sábado, lo manda para que el pueblo judío se abstuviera de ciertos trabajos. De trabajar justamente ese día para poder dedicarse con más tranquilidad a honrar a Dios.
A dar gloria a Dios. Ese es el motivo por el cual se instituye el sábado, como el día del Señor o el día para dedicarse al Señor. Y, sin embargo, aquí nos encontramos con algo que aparentemente no tienen nada que ver. Sobre todo los fariseos se olvidan de algo muy importante, porque no tienen fe.
Y es que los apóstoles están con Dios. Ellos no se dan cuenta de eso. ¿Por qué no van a poder arrancar unas espigas y frotarlas? Incluso si fuese siendo un sábado y estuvieran con Jesús, no sería una cosa muy, muy pequeña. Sin embargo, olvidan lo esencial y es que están con Cristo y por eso además vemos como: “tu Señor con esa autoridad dices que el Hijo del hombre es el dueño del sábado”, es el señor del sábado.
Y esto ahora nos plantea una pregunta: “tú y yo que estamos leyendo este pasaje, que estamos meditándolo, para hacer nuestro rato de oración… ¿Cuánto tiempo le dedico a Dios? Ya no únicamente el domingo, porque en efecto, para nosotros los católicos, el domingo pasa a ser el día del Señor. De ahí viene la palabra Dies Domini, el día del Señor, Domingo. ¿Por qué? Porque el domingo es el día en que Jesucristo resucita. Y eso lo entienden los primeros cristianos. La Iglesia primitiva, entiende que ha ocurrido algo nuevo, una nueva creación en el domingo, el primer día de la semana.
Y es por eso por lo que inmediatamente empiezan a celebrar la Santa Misa el domingo, no el jueves, para, digamos, conmemorar la Última Cena. Lo hacen el domingo, día en que Cristo ha resucitado. El que ha vencido el pecado ha vencido a la muerte. Entonces, volviendo a la pregunta anterior… tú y yo, además del domingo. Qué lugar ocupa Jesucristo, el Hijo del hombre, ¿en nuestra vida o en tu día a día? ¿Qué lugar ocupa el Señor Jesús? Por supuesto, el domingo siempre tendrá mucha importancia.
El Señor quiere ser el dueño de tu día. Quiere ser el dueño de tu vida. Y esto nos puede asustar un poquito por qué. Porque queremos ser dueños de nuestro tiempo, tiempo para otras cosas, para el trabajo, para la familia, para las amistades, para un rato de diversión. Y al mismo tiempo el Señor que lo quiere todo, porque es Dios y sobre todo porque nos ama mucho.
Pues el Señor dice oye esto: todo eso no se contrapone a que tú me sigas, a que tú me pongas en primer lugar, sino que todo eso a mí me interesa. Todo eso es lo que podemos contarle al Señor, todo eso que podemos ofrecerle cada día al despertarnos, dándole gracias por un nuevo día, dándole gracias por todos los bienes, las cosas que tengamos o que vamos a recibir. E incluso lo que le gustaba decir a San Josemaría: aquellas cosas que no conocemos, cosas que a lo mejor Dios nos ha dado y no nos hemos enterado.
O también podríamos decir por esas esas contrariedades que el Señor permite en nuestra vida, pues cada día podemos ofrecerle nuestro estudio, nuestro trabajo, nuestro esfuerzo, nuestras alegrías, nuestras tristezas, todo. Y luego le buscamos en ese estudio de trabajo. Nos encomendamos a él para que rinda muchos frutos. Luego le buscamos, tal vez a mediodía, a través de nuestra Madre Santísima, para rezar el Ángelus o en un ratito de oración. Como estamos haciendo tú y yo, o tal vez viendo una imagen especial que tengamos en casa y que nos guste, pues un cuadro, un crucifijo.
Luego, pues nos hacemos un espacito para leer la Palabra de Dios, el Evangelio para ver qué nos dice el Señor, a ti y a mí, como hemos hecho ahora con este pasaje y en concreto, a partir de ese problema, de esa discusión y con esa última frase. «El Hijo del Hombre es señor del sábado” y podemos decir “El Hijo del Hombre es el Señor de todos los cristianos, de todos nosotros”, y queremos que así sea.
Y también eso nos debe llevar a pensar que hay en mi vida que no sea de Dios. Sea porque me lo he quedado. O sea, porque es algo que no va con la fe en Jesucristo o con la fe en Dios. ¿Algún comportamiento o algún modo de hacer? ¿Alguna costumbre, algo que hay que quitar? ¿Por qué? Porque me aleja de Dios, porque contradice esa vida de hijo de Dios.
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