Virgen de Guadalupe. Hoy se nos llena el alma de orgullo porque celebramos a la Emperatriz de América, la Morenita, la Guadalupana… O con palabras de san Juan Diego: “Patroncita, Señora, Niña, Reina, Muchachita, Virgencita mía”… En fin, como cada uno la quiera llamar: la Virgen de Guadalupe.
Hoy la gente acude con fe a visitar a nuestra Señora. Desde la serenata que le llevan los artistas mexicanos a la Basílica, hasta los niños vestidos de Juan Dieguitos a los que, tal vez, les pica el bigote pintado.
Madre mía, hoy venimos a visitarte, a rondarte, a decirte que te queremos. Que te agradecemos todo lo que has hecho por estas tierras, todo lo que has hecho por la Iglesia y por cada uno de nosotros.
TODAS LAS FIESTAS SON ENCANTADORAS
Pero esta, ante la que san Josemaría y tanta gente rezó y sigue rezando y que recibió la última mirada de san Josemaría, (porque era una imagen de la Virgen de Guadalupe la que estaba en la habitación donde murió).
Alguna vez él le comentó a un mexicano por qué estaba esa imagen ahí:
“La hemos puesto aquí, porque es el cuarto de trabajo de don Álvaro y éste hijo mío, don Álvaro, es tan mexicano como tú; su madre es de Cuernavaca”
(cn VI-80, p. 23).
Don Álvaro siempre tuvo la certeza de que san Josemaría vio esa imagen de la Virgen al entrar al cuarto -como hacía siempre- y después la Virgen se lo llevó al Cielo. ¡Es especial!
BASÍLICA DE GUADALUPE
No sé quién ha tenido la dicha de ir a la Basílica y vale la pena trasladarse con la imaginación… Allí está, la misma imagen de hace siglos, la misma en la que han reposado los ojos de tantas personas y a ella podemos acudir nosotros.
“El sábado 9 de diciembre de 1531, antes del amanecer, pasaba al pie del cerro de Tepeyac un indio, pobre y humilde, llamado Juan Diego. Cuando, de pronto, se oyó un canto suave como de muchos pajaritos; y, alzando la vista, Juan Diego vio en el cerro una pequeña nube blanca, resplandeciente, en medio de un hermoso arcoíris. Se quedó atónito, sintiendo una gran alegría inexplicable y oyó una voz que le llamaba por su nombre pidiéndole que se acercara.
Subió la cuestecita y vio, en aquella claridad, una hermosísima Señora. Sus ropas brillaban tanto que iluminaban todas las piedras del cerro, al punto que parecían piedras preciosas.
Los nopales y los espinos brillaban como esmeraldas, todo parecía transformado. Aquella Señora le dijo en idioma náhuatl: “Hijo mío, Juan Diego, a quien amo tiernamente como a un pequeñito delicado, ¿a dónde vas?”
(Acercarse a Jesús con María. Josep María Torras).
¿A DÓNDE VAS?
Así nos sale al encuentro santa María a nosotros, ¿a dónde vas?, nos pregunta y tú y yo le podemos decir: Madre mía, voy al trabajo, a visitar a un familiar, a lo mismo de todos los días.
Espiritualmente también le podemos decir: Madre mía voy a luchar contra mis defectos, a esforzarme una vez más por tratar mejor a tu Hijo; voy a intentar preparar la Navidad mejor este año, en este tiempo de Adviento, voy a esto o a esto otro, ¡cuéntaselo!
Juan Diego le dijo que iba a misa al convento de Tlatelolco y la Señora le dijo:
“Hijo mío muy querido: Yo soy la Perfecta siempre Virgen santa María, Madre del verdadero Dios, mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada. Allí les escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores”
(Nican Mopohua nn. 26 y 32).
ELLA NOS ATIENDE
Pues aquí está y la tenemos para decirle lo que queramos, que está para escucharnos nuestras penas, nuestros dolores; ella nos atiende, nos escucha.
El Papa Francisco estuvo allí, en un momento predicándole a sacerdotes (pero eso también nos sirve a nosotros) y les decía que nos fijáramos en el modo de mirar de María.
“María mira «tejiendo», lo decía pensando en la tilma de Juan Diego, viendo cómo puede combinar para bien todas las cosas que le trae su gente. Al ver cómo tejió Dios el rostro y la figura de la Guadalupana en la tilma de Juan Diego, podemos rezar contemplando cómo teje nuestra alma y la vida de la Iglesia”.
Así dice el Papa.
La misericordia hace eso mismo con nosotros, no nos pinta desde fuera una cara de buenos, no nos hace el photoshop, sino que, con los hilos mismos de nuestras miserias y pecados —justamente con esos—, entretejidos con amor de Padre, nos teje de tal manera, que nuestra alma se renueva recuperando su verdadera imagen, la de Jesús.
Dios lo hizo con la tilma, lo puede hacer con nuestras almas, a través de la intercesión de santa María.
LAS COSAS NO SE RESUELVEN INMEDIATAMENTE
Al indio Juan Diego no le resultó fácil. Tuvo que ir y venir varias veces. El Obispo Fray Juan de Zumárraga, no le hizo caso inmediatamente, llegó incluso a pedirle una señal.
Juan Diego se lo comentó a la Señora y ella le dice que vuelva al día siguiente y le daría la señal que le pedían.
Nuestra Madre no nos ahorra esfuerzos. Nos atiende pero también pide que pongamos de nuestra parte, que nos esforcemos, que confiemos en ella.
“Escucha, el más pequeño de mis hijos”,
así le dice a Juan Diego,
“ten por cierto que no son escasos mis servidores, pero es muy necesario que tú, personalmente, vayas, ruegues, que por tú intercesión se realice, se lleve a efecto mi querer, mi voluntad”
(Nican Mopohua, nn. 58-59).
QUIERE CONTAR CON NOSOTROS
Nuestra Madre quiere contar con nosotros… seguro que también a ti te dice: es necesario que tú, personalmente, pero: ¿me ofrezco a ella para ayudar a que se cumpla su voluntad en los demás? ¿En los que tengo a mí alrededor? ¿En los que voy a encontrar este día?.
Porque yo tengo que poner de mi parte y así vienen atendidas nuestras peticiones.
Es importante no hacernos los locos, no despistarnos.
12 DE DICIEMBRE
El 12 de diciembre, Juan Diego, teniendo a su tío Juan Bernardino enfermo, sale muy temprano a buscar ayuda. Busca a un sacerdote. Pero se le ocurrió irse por otro camino (pensando que era mejor no encontrarse con la Virgen), porque llevaba prisa por encontrar un sacerdote que atendiera a su tío.
¡Mira lo que se le ocurre! A veces nos pasa igual a nosotros.
Y ella se le aparece y le dice lo que nos puede decir a nosotros también:
“Hijo mío, no te aflija cosa alguna. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi amparo? ¿No estás en mi regazo? ¿Tienes necesidad de otra cosa? No temas por tu tío que ya está sano.”
EL ESFUERZO VALE LA PENA
Nos hacernos los locos, buscamos otros caminos. No pensar que no vale la pena el esfuerzo en la lucha o que no valen la pena los propósitos de mejora o incluso, se nos puede ocurrir que no sirve rezar y, menos, a santa María.
Ella le manda a Juan Diego recoger rosas (que no habían rosas en diciembre) y que las lleve en su tilma como señal. Esas son las que cayeron al suelo cuando Juan Diego desplegó su tilma y en la tilma apareció la imagen de María Santísima, tal como se le ve hoy.
Es nuestra Madre y nos quiere como somos y está allí queriendo ayudarnos, muriendo de ganas por ayudarnos.
TIENE LA SUERTE DE SER LA MADRE DE DIOS
Contaron una vez de una entrevista en televisión, en torno a la fiesta de Guadalupe, que le habían preguntado a un indito: ¿qué piensa de la Madre de Dios, la Virgen de Guadalupe? Y él se queda un poco serio, viendo al entrevistador y le dice: …¡ya quisiera Dios ser el hijo de la Guadalupana!
¡Qué ingenuidad también esta!
Nuestra Madre tiene la suerte de ser la Madre de Dios y nosotros la suerte de ser hijos de ella.
“Es Madre tuya Jesús y por eso nos dirigimos a ella para pedirte que te acuerdes de nuestros ruegos en una fiesta como la de hoy”.