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EN LA NOCHE OSCURA DE LA FE

VIDA de Jesús

TEORÍA VRS. PRÁCTICA

Se suele decir muchas veces que una cosa es la teoría y otra cosa es la práctica. Y claro, cuando lo decimos, generalmente es porque a veces se puede estar muy seguro de algo que se sabe, se puede estar muy seguro de lo teórico, pero todo eso se tambalea cuando llega la hora del examen, de la prueba de fuego, de poner en práctica todo eso que se conoce.
Yo creo que todos hemos pasado por circunstancias así, especialmente en el colegio, en la universidad, en el trabajo…
Nos quemamos las pestañas estudiando, repasando, amarrando hasta el más mínimo detalle, cuidando de que la memoria no nos juegue con una mala pasada.
Y cuando viene el momento de la prueba de fuego, la mente en blanco… ¿A dónde se fue todo eso que sabíamos? ¿De dónde me agarro ahora? Es que alguien se llevó la escalera y nos quedamos colgando de la brocha…
Claro, es una situación de pánico que es universal, pero más doloroso todavía es cuando nos suceden cosas que tienen que ver con nuestra fe.
Aunque llevemos años con una sólida vida de piedad (o al menos eso es lo que creemos), aunque nos sepamos el catecismo de la Iglesia de memoria (o al menos eso es lo que creemos).
Incluso si hemos tenido en nuestra vida momentos de intensísimo trato Contigo, Señor, de trato con Dios, de esos que marcan para siempre, hay situaciones en las que podemos comprobar que una cosa es la teoría y otra cosa es la práctica.

NUESTRA FE

Y suelen ser de los momentos más angustiosos. En esos momentos surgen esas dudas existenciales: ¿A dónde se fue Dios? ¿Por qué no veo la bondad de Dios en mi vida? ¿Por qué me está costando tanto la oración?
¿Por qué me cuesta tanto sacarle fruto a la misa? ¿Por qué me cuesta tanto confesarme con el arrepentimiento y con el dolor y con la alegría que tenía antes? ¿Por qué me cuesta tanto la caridad o la paciencia con el prójimo?
Cosa que antes no me costaba tanto. ¿A dónde se fue ese gusto por las cosas de Dios? ¿Por qué no puedo ver con claridad el bien que Dios espera sacar de esto por lo que estoy pasando? ¿Será que Dios se olvidó de mí?
Bueno, no sé si sea consuelo de tontos, pero para nuestra tranquilidad, hay muchos testimonios de grandes santos de la vida de la iglesia que han pasado por estas mismas circunstancias. Las mismas pruebas o muy, muy, muy parecidas.

A menos que haya desidia de nuestra parte o que no estemos acudiendo con humildad a las fuentes de la gracia, o que nos estemos dejando llevar por el egoísmo o por la comodidad, estos momentos en los que la propia fe parece tambalearse, pueden ser aquello que se suele llamar comúnmente “la noche oscura de la fe”.
Que como te decía, es algo por lo que han pasado muchos santos en su vida. Y no es que uno se crea santo, pero uno puede llegar a decir: “Señor, te estoy buscando y no te consigo”. Probablemente, yo también esté pasando por una noche oscura de la fe.

MOMENTOS DE PRUEBA NUESTRA FE

Esa noche oscura consiste en esos momentos en los que Dios quiere poner a prueba nuestra fe, pero no tanto para humillarnos o para hacernos ver que todavía nuestra fe es muy pequeña, muy frágil, sino para purificarla y para fortalecerla.
Es como si Dios hiciera como que se ha olvidado de nosotros y nos quita los consuelos sensibles.
Es como esa mascota que le vamos dando, no sé, dedadas de miel y de repente le dejamos de dar dedadas de miel para ver si el animal nos quiere. Bueno, un poco hace Dios también.
Él nos quita los consuelos sensibles, nos quita las dedadas de miel que antes nos ayudaban a creer y ahora llega la hora de amar a Dios por quién es y no por los favores que me hace.
Es la hora de purificar el amor, que el amor sea verdadero, sea un amor legal, sea un amor desinteresado. Es que llegó la hora de quitarle las rueditas a la bicicleta.
“Señor, que te queramos por quién eres y que nuestro amor hacia ti no sea tan volátil, que no dependa de si me doy cuenta o no me doy cuenta de los favores que nos haces, porque la verdad es que somos muy, muy distraídos -la mayor parte de las veces no nos damos cuenta.
Y, sobre todo, ayúdanos para que, si tenemos que pasar por estas noches oscuras de la fe, podamos perseverar y salir más fuertes y seguros de que estamos en tus manos».
Que nuestra fe no quede solo en la teoría, sino que, con tu ayuda, todos los días podamos mantenernos a flote gracias a ella.

LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO

Uno de los diálogos del Evangelio de hoy, recoge este mismo deseo, pero de unos amigos tuyos, Señor; unos amigos que creen, pero que cuentan con tu ayuda para creer con más firmeza.
Lázaro, tu gran amigo, lleva cuatro días sepultado, ha muerto; y Tú acudes a consolar a sus hermanas. Y cuando llegas a Betania, Marta -la impetuosa Marta-, te sale al encuentro y tal era su fe que sabía que, si tú hubieses llegado antes, Lázaro, su hermano, no habría muerto.
¡Qué impresionante esta fe de Marta! ¡Qué confianza la de esta mujer!
Y el evangelista además aclara que Tú, Jesús, de verdad podías haber llegado antes. Que cuando te enteraste de la enfermedad de Lázaro, a quien tanto querías, no fuiste inmediatamente a visitarlo, sino que deliberadamente te quedaste unos días más donde estabas.
Hiciste que Marta y María pasaran por una noche oscura de la fe. Ellas la tienen, ellas tienen una enorme fe. Pero esta prueba de la muerte de su hermano

LAS PRUEBAS

«Servirá para gloria de Dios y para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella»

(Jn 11, 4).

Es lo que Tú dices en el Evangelio de hoy.
Y como vemos en ese Evangelio, esto no es crueldad, no es un castigo y tampoco un descuido de parte tuya, Señor. Es que Tú esperas sacar bienes mayores para nosotros, también a partir de lo que nosotros vemos comodesgracias.

Estas mujeres, como te decía y como es evidente en el Evangelio, tienen una fe enorme y se nota especialmente en esas palabras de Marta.
Ella te dice que sabe perfectamente que todo lo que Tú le pidas a Dios, Dios te lo concederá. Y cuando le dices que su hermano resucitará, ella responde segurísima.

TEORIA DE LA PRÁCTICA

«Sí, yo sé que resucitará en la resurrección en el último día»

(Jn 11, 24).

Una fe recia, una fe segura que ahora pasa de la teoría a la práctica. La fe de Marta y de María nos da una envidia impresionante.

Tú le preguntas Señor, si ella cree que tú eres la resurrección y la vida, y su respuesta no tiene desperdicio:

«Sí, Señor, yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo»

(Jn 11, 27).

Esta respuesta tan segura te conmueve, Señor. Pero cuando le dices, cuando mandas a abrir el sepulcro, ella manifiesta que todavía hay algo de duda de que esa fe se podría mejorar todavía, porque te pone una objeción:

«Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días»

(Jn 11, 39).

Y Tú aprovechas y la reafirmas en la fe:

«¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?»

(Jn 11, 40).

Y se produce el milagro: Lázaro resucita. ¡Qué escena tan maravillosa! El prodigio no es solamente que Lázaro vuelve a la vida -bueno, en todo caso vuelve a una vida temporal,

Lázaro va a terminar muriendo otra vez como todos nosotros, la muerte es algo innegable, nos llega a todos- sino que el prodigio es que a partir de esta noche oscura en la que parecía que te habías olvidado de ellos, que la promesa de la vida de quien cree en ti había quedado en un mero engaño, ellos salen más fuertes en su fe. Y no solo ellos, sino que, como recoge el Evangelio,

«Muchos judíos que habían venido a casa de María al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en Él» 

(Jn 11, 45).

Es que de verdad todo este sufrimiento sirvió también para gloria de Dios. Y finalmente, a Marta y a María, tú les concedes el favor que tanto necesitaban: resucitas a Lázaro. Pero incluso, si no lo hubieses hecho así, su perseverancia les hizo crecer en su amor.

SEMANA SANTA

Ahora que nos estamos acercando nosotros a esta Semana Santa, que no te abandonemos, Jesús; que no te abandonemos en esta noche oscura que se avecina y tampoco en esas noches oscuras de nuestra vida.
Esos son los momentos en los que no te podemos dejar solo con la Cruz. Porque Tú no nos dejas solos, aunque a veces nos puede parecer que sí.
Concédenos, Jesús, una fe recia, una fe que pueda pasar de la teoría a la práctica, una fe fiel como la de estos hermanos de la casa de Betania. Ellos descubrieron el secreto de la perseverancia en la fe, también y sobre todo en la noche oscura.

¿Y cuál es el secreto de la perseverancia?, decía San Josemaría, el Amor. Y cuando escribía esta consideración, ponía Amor con mayúscula.

“¿Cuál es el secreto de la perseverancia? El Amor. Enamórate y no le dejarás.” (Camino, 999).

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