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EN LO PROFUNDO

Saúl
UNIÓN FRATERNAL

Vamos a comenzar este ratito de oración con las primeras palabras de una canción, que a lo mejor ya has escuchado…

Siempre fuerte, imparable

No habrá un risco en la tierra que aguante.

Muevo montes, muevo valles,

Y mis músculos, sé lo que valen.

No pregunto, ejecuto,

Mi coraza es del hierro más duro.

Rocas, diamantes, se funden, se parten,

Yo paso y aplasto si es lo necesario. ?

Esta canción es parte del soundtrack de la última película de Disney que se llama Encanto, que fue estrenada apenas hace unos meses, y me venía a la mente por el Evangelio de hoy que Jesús habla de la fuerza. Y en esta canción, habla precisamente de la fuerza de una de las hermanas Madrigal.

La película “En lo profundo” es de una familia, y la segunda hermana es la más fuerte y se llama Luisa. La protagonista es la hermana más pequeña y esta hermana fuerte protege a la más pequeña y la cuida. Y la chiquita está contenta porque tiene esa hermana que la protege y la cuida.

JESÚS NUESTRO HERMANO

Pues así también nosotros, que somos hermanos pequeños de Jesús, Él es fuerte y Él es la fortaleza: Él es Dios mismo. En el Evangelio de hoy precisamente vemos cómo Tú, Señor, expulsas a un demonio y la gente se pone a murmurar.

Algunos se ponen muy contentos y otros se ponen a murmurar diciendo que arrojas a los demonios por virtud de los mismos demonios. Y Tú les explicas y terminas diciendo:

«Si yo arrojo a los demonios con el dedo de Dios, eso significa que llegó a ustedes el reino de Dios. 

Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí y el que no recoge conmigo, desparrama»

(Lc 11, 14-23).

JESÚS: DIOS QUE SE HIZO HOMBRE

Es una invitación a estar Contigo, a recorrer Contigo, a estar de tu lado. ¿Y qué mejor? Pues, porque Tú vienes a traer el Reino de Dios. El Reino de Dios ha llegado a ustedes:

“Yo expulso a los demonios por el dedo de Dios, por la Omnipotencia de Dios”. 

El demonio tenía un poder sobre este mundo casi total; pero Tú llegaste, Tú que eres más fuerte, llegaste, le quitaste las armas y dispusiste de sus bienes. Le quitaste las armas.

El demonio es el príncipe de la mentira, que con la palabra nos sedujo, que nos engaña, y que nos quiere engañar con las tentaciones. Pero Tú, Señor, eres la verdad y vienes a redimirnos, a liberarnos para ser libres… Es es importante conocer la verdad, conocerte a Ti. Tú eres Dios que se hizo hombre.

Mañana vamos a celebrar precisamente la Solemnidad de la Anunciación, el momento en el que el Verbo se hizo carne. Y es bonito pensar que Tú has venido a la Tierra, que subiste a los Cielos después de resucitar; pero que también permaneciste aquí en la Eucaristía y permaneció tu mensaje aquí en la Iglesia: Tú estás entre nosotros.

PRÍNCIPE DE PAZ

Hay unas palabras del profeta Isaías que se leen en Navidad, y tiene varios títulos que se aplican a Ti, Señor. Dice ese pasaje de Isaías, un versículo:

«Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Sobre sus hombros está el imperio, y lleva por nombre: Consejero Maravilloso, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la Paz»

(Is 9, 5).

Tiene sobre sus hombros el imperio: Dios fuerte, Tú eres. Ese que tiene el Imperio. Tú eres Dios fuerte, Padre Eterno, Príncipe de la Paz. Y, ¿cómo te puedo llamar yo a Ti, si estoy haciendo oración, si estoy hablando Contigo?… Pues me dirijo a Tí como Jesús, porque ese es tu nombre. 

Pero también entre los amigos, entre los hermanos, a veces hay algún apodo, algún sobrenombre. Me platicaba un amigo el otro dia, que tiene un amigo que se llama Gregorio y que está un poco gordo, y que le decían Gregordon.

Señor, ¿cómo me puedo dirigir a Ti? Pues Tú, eres nuestro hermano mayor, el hermano más fuerte, el hermano que nos protege. San Pablo en la Carta a los Romanos dice que Tú, Señor, eres:

«Primogénito entre muchos hermanos» (Rm 8, 29),

y siempre podemos acudir a Ti, siempre podemos pedirte ayuda.

CONFIANZA Y APOYO

Vamos a escuchar otro pedacito de la canción…

? Más en lo profundo

Comienzo el truco en la cuerda floja,

Que me marca el rumbo.

En lo profundo,

¿Alguna vez Hércules dijo: «no quiero, renuncio”?

En lo profundo,

Creo que mi esfuerzo es nulo si siento que no ayudo.

Escucho un «crack», comienza a tronar,

Se va a desmoronar, comienza a derrumbarse.

Es peso que con gota a gota lo reventó, uoh,

Peso como un «tip-tip-tip» hasta que haces «pop», wow.

Dáselo a tu hermana, pon en sus manos,

Todas las tareas que no aguantamos.

¿Quién soy yo si pierdo con el balón?  ?

Quería escuchar este pedazo porque ahí hace referencia a cómo se apoyaban en esta hermana:

Dáselo a tu hermana. Si tú no puedes, dáselo a tu hermana. Confía en ella…

LA FAMILIA: NÚCLEO DE AMOR

Y yo pienso, Señor, en mi experiencia personal. Mis hermanos mayores -yo soy el más pequeño de cinco-, y todos mis hermanos: mi hermana la más grande (a la cual le mando un beso), mis hermanos varones, los otros tres (a ellos no les mandó beso), simplemente les mando un saludo afectuoso. Y pienso, en como siempre me cuidaron, siempre me ayudaron y qué bien la pasábamos: ¡Doy gracias al Señor por mi familia!

El autor de esta canción de la película, se llama Manuel Miranda, es un gran compositor y un artista, y explicó que esta canción, es un homenaje a su hermana Luz Miranda Crespo.

“Esta canción -dijo-, es mi carta de amor y disculpa a mi hermana, observé a mi hermana lidiar con la presión de ser la mayor y llevar cargas que yo nunca tuve que llevar…”

Te damos gracias Señor, por la familia, porque en ese núcleo de amor siempre recibimos cuidados, y si alguna vez no los hemos recibido, pues te pedimos ayuda también para saber perdonar y para saber no repetir los mismos errores.

Si tú no puedes, deja el peso en tu hermana… 

SOBRE LOS HOMBROS DE CRISTO

Me acordaba también de un punto de meditación del libro de Viacrucis de san Josemaría.

“Me has dicho: —Padre, lo estoy pasando muy mal. Y yo te he respondido al oído:  —Toma sobre tus hombros una partecita de esa cruz, solo una parte pequeña. Y si ni siquiera así puedes con ella… déjala toda entera sobre los hombros fuertes de Cristo. Y ya desde ahora repite conmigo: ‘Señor, Dios mío, en tus manos abandono lo pasado y lo presente y lo futuro, lo pequeño y lo grande, lo poco y lo mucho, lo temporal y lo eterno’. Y quédate tranquilo”

(Cfr. Viacrucis de san Josemaría).

Esa invitación de san Josemaría viene muy bien cuando sentimos que no podemos. Acudimos a Ti, Señor, y ponemos en tus hombros fuertes el peso de nuestras dificultades.

Y vemos también como Tú caes con la Cruz, porque Tú realmente te has hecho hombre, y al hacerte hombre te has hecho vulnerable y débil como nosotros…

Has caído con nosotros y te has levantado… Nos animas y nos das la fuerza para levantarnos y para tener esperanza también en que vamos a triunfar Contigo. Vamos a resucitar y vamos a poder contemplarte en la Gloria.

Acudimos a nuestra Madre, la Virgen, para que nos ayude a saber confiar mucho en Jesús y saber confiar en que Él es fuerte, que Él ha vencido y que Él nos da todo lo necesario para triunfar.

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