EL DIABLO ESTÁ EN LOS DETALLES
Hay un dicho que parece que es de origen anglosajón y que la verdad es que puede desconcertar de entrada, porque dice: “El diablo está en los detalles”. Puede desconcertar bastante y se suele decir cuando alguien está por firmar un documento, por ejemplo, y con este refrán lo que hace uno es recomendarle que lea con atención especialmente la letra pequeña y también todos los posibles escenarios, porque allí se esconde la trampa.
El diablo está en los detalles. Por eso es una invitación a estar atentos a esos detalles, no vaya a ser que se peque por exceso de confianza y le vean la cara de tonto.>
Por supuesto que este refrán aplica para muchísimas cosas más que el simple contrato. Aplica para muchas cosas de la vida cotidiana y es ciertamente una recomendación super válida.
Dios está en los detalles
Pero si esto es verdad, aún más lo es su contraparte: Dios está en los detalles. Y así, cuando lo encontramos en esas gemas escondidas, pues nos alegramos y nos sorprendemos y decimos:¡Caray! qué capacidad tiene Dios de prever hasta los detalles en apariencia más insignificantes.
Imagino yo que eso fue lo que le sucedió a los protagonistas del Evangelio de hoy. Aún estamos en tiempo de Navidad, pero la liturgia hace un salto en el tiempo hacia el futuro, porque ya no vemos a Jesús Niño, Jesús Infante, como estos días, sino que lo vemos ya adulto. Es lo que en narrativa se suele llamar prolepsis -en inglés le llaman forward o algo así, no me acuerdo cómo se le dice, pero el término técnico es prolepsis.
Nos encontramos ahora en el Evangelio, muchos años después del nacimiento de Jesús, a quien, como es lógico en estos días de Navidad, contemplamos como un Niño.
FELIPE Y SU AMIGO NATANAEL
Pero ahora están Felipe, que acaba de recibir esa vocación de apóstol de manos del mismo Jesús, y su amigo Natanael, y están en un diálogo que es el paradigma del apostolado de amistad. Porque Felipe se ha encontrado con un tesoro, se ha encontrado Contigo, Jesús. Y claro, por aquello de que el bien de por sí es difusivo, él quiere compartir ese bien con sus más cercanos, con sus amigos, y por eso le cuenta a su amigo Natanael:
Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado.(Jn 1, 45).
Yo supongo que el tono habrá sido de alegría:¡<Conseguí un tesoro Natanael y lo tengo que decir!Jesús, hijo de José de Nazaret.
Que tenía Natanael
Aquí hay una parte que es como tragicómica porque, yo no sé qué es lo que tenía Natanael contra Nazaret o contra los de Nazaret, pero evidentemente no les simpatizaban muchísimo. Bien dirá después el Señor que este mismo Natanael es
“un verdadero israelita en quien no hay doblez” (Jn 1, 47)
porque lo que piensa lo dice, no tiene filtro, no tiene doblez. Y se ve que no pensaba muy bien Natanael de los nazarenos porque dice sin tapujos:
“¿Y es que acaso de Nazaret puede salir algo bueno?” (Jn 1, 49).
Claro, yo me imagino esta respuesta y me entra la risa, porque me da en cierto modo gracia el rin-tin-tin, el sarcasmo, la salsa que le pone a la respuesta.
Y tú y yo sabemos, por lo que hemos escuchado en estos días, que aunque Jesús creció en Nazaret y tenía razón Felipe, tendrá razón también Natanael -tendrá sus motivos- creció de hecho Jesús en el taller de José, él es de Belén de Judá. De modo que se <había cumplido así lo dicho por Dios a través del profeta Miqueas:
“Y tú, Belén de Judá, de ninguna manera eres la menor de las ciudades de Judá, porque de ti saldrá un príncipe que será el pastor de mi pueblo y Israel”> (Miq 5, 2).
Esto es una cita indirecta según san Mateo, que es la respuesta de los consejeros de Herodes. Y yo me imagino que Natanel se habrá llevado una gran sorpresa al conocer finalmente que Jesús en realidad era de Belén y que así se había cumplido en Él, hasta en este detalle tan pequeño, ese oráculo dicho por un profeta muchos siglos antes. Hasta ese detalle del lugar del nacimiento de Jesús se cumplió.
DIOS ESTÁ EN LOS DETALLES
Es que Dios está en los detalles. Y lo que nuevamente sacamos de conclusión a partir de este episodio es que lo que uno puede pensar que son incongruencias en los planes de Dios -por ejemplo esto ¿cómo va a venir el Salvador o cómo va a salir algo bueno de Nazaret-, esas incongruencias en los planes de Dios solo son aparentes.
El tiempo resolverá esas incongruencias, las aclarará, no quedará nada oculto y el tiempo terminará dándole la razón a Dios.
Es que esto sucede siempre. Dios está en los detalles, incluso más que la madre más previsora de toda la historia. Él previó hasta lo más mínimo del nacimiento de Jesús: previó el lugar, previó la compañía, la visita, los regalos… todo. Y aunque según la visión humana este nacimiento fue un fracaso rotundo, -es que no hubo clínica, no hubo familia, no hubo compañía, no hubo comodidades -, a los ojos de la fe, en cambio, este nacimiento es un éxito total, tan grande que incluso es celebrado cada año para muchos como la etapa más bonita de todo el año. La Navidad es celebrada incluso por personas que no comparten nuestra fe.
Dios está en los detalles. Él es capaz de prever también hasta los más pequeños detalles de nuestra vida. Y Tú, Jesús, nos lo dices claramente cuando nos aseguras que
“hasta los cabellos de nuestras cabezas están contados” (Lc. 12, 7)
Dios ha pensado hasta en los más pequeños detalles
Es verdad que puede que algunos planes de Dios parezcan que van indirectamente al fracaso, pero como vemos, eso siempre es apariencia. Dios ha pensado hasta en los más pequeños detalles, respetando -eso sí-, nuestra libertad personal.
Por eso, Señor, queremos sorprendernos ante esos miles de detalles que nos das durante el día. En esos en los que has pensado antes de la constitución del mundo para que seamos santos, como dice el autor de la carta a los Efesios.
Es que así de grande es tu amor por nosotros. Porque -dependiendo de las personas, pero en general- el amor suele ser detallista, y tenemos infinidad de oportunidades también nosotros de corresponder a ese amor exactamente del mismo modo, con detalles.
VIVIR ENAMORADOS DE DIOS
Decía san Josemaría en Forja: “Aún en las jornadas en las que parece que se pierde el tiempo, a través de la prosa de los mil pequeños detalles diarios, hay poesía más que bastante para sentirse en la Cruz: en una Cruz sin espectáculo”. (Forja 522).
Es la alegría de la cruz en la que está, por supuesto, Dios; en la que estás Tú, Jesús, motivo de nuestra alegría. Y por eso lo que se nos propone con esto es vivir como almas enamoradas de Dios en medio de los quehaceres de cada día.
También decía san Josemaría en una de sus cartas: “Esto no es algo sin valor aquello de la vida habitual. Si hacer todos los días las mismas cosas puede parecer chato, plano, sin alicientes, es porque falta amor.
¡Que hagáis todo por amor!
Cuando hay amor, cada nuevo día tiene otro color, otra vibración, otra armonía. ¡Que hagáis todo por amor! No nos cansemos de amar a nuestro Dios. Tenemos necesidad de aprovechar todos los segundos de nuestra pobre vida para servir a todas las criaturas por amor a nuestro Señor. Porque el tiempo de la vida mortal es siempre poco para amar. Es corto como el viento que pasa. (Cartas I, Josemaría Escrivá de Balaguer).
Es verdad que nosotros no somos Dios. Nosotros no podemos prever todos los detalles de nuestra vida. Esa angustia se la dejamos a Dios y a su providencia.
Pero sí que podemos hacer el propósito, ahora que empieza el año, de no descuidar, deliberadamente al menos, esos detalles de amor a Dios por ningún motivo, ni por dejadez, ni por flojera, ni por desprecio.
Por ejemplo, cuidar que cada genuflexión nuestra ante el Sagrario sea un verdadero acto de adoración. De esos en los que el corazón y el cuerpo se unen en ese gesto de genuflexión. O también, cuidar la puntualidad y la intensidad en las prácticas habituales nuestras de piedad, en el rezo del rosario, en los ratos de oración, como este que estamos haciendo ahora, en las jaculatorias que le tenemos ya preparadas a Dios y a la Virgen durante el día.
También hay un inmenso campo de oportunidades de amor a Dios a través de los detalles en el trato con los demás. En la paciencia, en la sonrisa, aunque se esté cansadísimo, en el servicio generoso sin esperar que nos agradezcan.
Y a medida que vivamos así, pendientes de Dios en cada momento y haciendo bien lo de siempre, pero por amor a Dios, nos sorprenderemos al confirmar una y otra vez que es totalmente cierto aquello de que Dios está en los detalles.
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