“Te seguiré a donde quiera que vayas”
le dijo alguien a Jesús que había visto seguramente sus milagros y, como nos relata el Evangelio de la liturgia de la misa de hoy en un pasaje de San Lucas, el Señor removía corazones y hay gente que se lo dice así directamente:
“Te seguiré a donde quiera que vayas. Sin embargo, Jesús le responde: los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza. A otro le dijo: Sígueme. Él respondió: Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre. Pero Jesús le dijo: deja que los muertos entierren a sus muertos y tú ve a anunciar el Reino de Dios. Un tercero le dijo: Te seguiré Señor, pero permíteme despedirme de los míos. Y Jesús le dice: el que ha puesto su mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”.
(Lc 9, 57-62)
Son distintas circunstancias de personas que están removidas por la vida de Cristo. Como seguramente tú y yo también, por supuesto, hemos vivido situaciones que nos llevan un poco a poner nuestra esperanza completamente en el Señor y le decimos: “Señor, aquí estoy, pero déjame arreglarme primero. Señor, sí quiero seguirte, pero tengo antes que hacer cosas…” y el Señor nos dice que hay que dejarlo todo por seguirle, no tenemos que distraernos en cosas que nos vayan a sacar de lo verdaderamente importante. Dios está en todas las vidas de los hombres, Dios nos conoce muy a fondo y por eso sabe qué puede pedirnos a cada uno. Y a unos les pedirá muchísimo y a otros lo que pueden dar.
DIOS NOS CONOCE BIEN, MEJOR QUE NOSOTROS MISMOS
Como dice la primera lectura de Job:
“Su corazón es sabio, su fuerza invencible, ¿quién le hizo fuerte y quién se puso a salvo? Él arranca las montañas sin que ellas lo sepan y les da vuelta. Él renueva la tierra de su sitio. Manda el sol que deje de brillar y pone un sello sobre las estrellas. Crea la Osa Mayor y el Orión, las constelaciones del sur. Él hace cosas grandes e inescrutables maravillas que no se pueden enumerar. Y Él pasa junto a mí y yo no lo veo, sigue de largo y yo no lo percibo”.
(Jb 9, 4-11)
El Señor está cerca de nosotros, el Señor está en todas partes, Dios creador que sabe qué exactamente pasa; es el que te conoce bien, el que te conoce mejor que tú mismo te conoces.
“Señor, cómo me gustaría conocerme un poco más para poder responderte de mejor forma” y el Señor es el que sabe qué cosas nos tiene que dar, cómo tiene que removernos, sabe a qué tiene que apelar para que nosotros nos movamos mejor. Por ejemplo, la amistad de alguien que nos hace un bien increíble o un libro o a veces simplemente un ambiente en el que la gente es un poco más piadosa nos cambia y no nos hemos dado cuenta, pero llegamos a ese sitio y el Señor nos convierte.
LOS CAMINOS DE DIOS
Cuentan de Martín Bohrmann, que había sido designado públicamente por Hitler para ser su sucesor, pero al perder Alemania la guerra en 1945, este hombre desapareció y dejó vivos ocho hijos de los diez que había tenido. El mayor de ellos se llamaba Adolfo Bohrmann; Adolfo porque, claro, era tanta la cercanía que su padre tenía con Hitler, que le llamó Adolfo a su hijo. Y Adolfo, había sido educado por su padre en una escuela nazi de Baviera, pero al final de la guerra huyó a Austria y se ocultó en una granja del Tirol, que es una zona de Austria.
Como no tenía nada qué hacer y estaba muy aburrido, comenzó un día a leer un librito, que era precisamente un libro católico, traído de la biblioteca parroquial por una muchacha que trabajaba en su casa. Al ir leyendo despacio aquel libro, cruzó por su mente la idea de que cuanto le habían dicho sus profesores nazis contra el catolicismo, era una deformación de la verdad. Siguió creciendo y de la granja pasó a trabar amistad con un padre misionero del Sagrado Corazón y ahí terminó de disipar sus dudas y se convirtió al catolicismo.
Pero ¿qué diría a su familia, a sus cuatro hermanas y sus tres hermanos menores que él? Él tenía miedo al principio, no aceptaba a decírselo y los otros, cuando ya al final se lanzó a contarlo, no terminaban de creerlo. Pero luego fueron convencidos por sus razones y los siete abrazaron el catolicismo por propia decisión. Bueno, en realidad seis, porque uno se quedó un poco indeciso y lo hizo mucho después. Pero fíjate, el hijo del gran perseguidor de la Iglesia fue convertido por un librito.
DIOS SABE REMOVER CORAZONES
Ingresó en un colegio católico y años más tarde, Adolfo se hizo sacerdote y partió para las misiones a propagar la fe que tanto había combatido su padre. Y es que Dios sabe remover corazones, sabe cuándo tiene qué actuar, cuándo es su momento. A veces, no nos damos cuenta y pensamos que: ya es el momento de actualmente tengo que cambiar o tengo que… y el Señor dice: no, tranquilo,
“deja que los muertos entierren a los muertos”.
Tú sígueme despacio o tú ahora tienes que hacer esto… pero el Señor va trabajando los corazones.
Ojalá nos dejemos trabajar tú y yo, que tengamos esa visión de que el Señor nos cambia, el Señor nos hace mejores y ¿cómo? Pues mira, lo que estamos haciendo ahora es un rato de oración y el Señor utiliza muchas veces estos ratos para decirte alguna cosa en el corazón, para dejarte una necesidad, se llama una inspiración, para cambiarte una forma negativa que tenías de actuar por una positiva; para que aprendas a pedir perdón. Para que aprendas a luchar contra la vanidad o para que seamos más humildes.
JESÚS QUIERE QUE RECONOZCAMOS SU VOZ
El Señor quiere que desde nuestra poquedad nos demos la vuelta y al tiempo oportuno, reconozcamos Su voz y le sigamos por el camino que Él nos va avisando, que Él nos va abriendo. Al igual que Adolfo, que es un hombre que tal vez jamás hubiera pensado que iba a terminar así, peor su padre… Pero el Señor tiene otros planes y sabe exactamente cómo moverse y cómo movernos.
Pídeselo en estos ratos de oración: “Jesús, ayúdame a escucharte bien, a estar pendiente de esas mociones que haces dentro de mí para que sea una mejor persona. Quiero corresponder en el momento oportuno, quiero hacer lo que está en tus planes Señor. Quiero cumplir Tu voluntad, porque sé que esa será la forma de ser muy feliz aquí en la tierra y de ganarme el cielo. Jesús, ábreme el corazón, quiero escucharte, ábreme los oídos, ayúdame a ser perseverante en la oración, ayúdame a quitar de mi vida las cosas que me aparten de Ti”, que a veces es el pecado o es la tentación o son situaciones en las que nos ponemos en peligro, que el Señor nos cambie, que el Señor nos limpie, que el Señor, si seguimos sus mociones, sabremos cómo comportarnos en cada momento, en cada situación. Porque el Señor se deja escuchar, nos conoce a todos, como dice Job:
“Él hace cosas grandes e inescrutables maravillas que no se pueden enumerar, Él pasa junto a mí y a veces no lo veo. Sigue de largo y a veces no lo percibo”.
Vamos a repetir, como dice el Salmo también de hoy:
“Yo te invoco Señor todo el día con las manos tendidas hacia Ti, quiero proclamar Tu amor”.
(Sal 87)
ESCUCHEMOS AL SEÑOR EN EL CORAZÓN
Estos son los propósitos de nuestra oración de hoy. Queremos escucharle al Señor en el corazón para abrirle espacio, para que haga en nuestros corazones lo que Él quiera para que nuestra vida se convierta. Que sepamos perdonar, que sepamos hacer apostolado, que sepamos rezar más fuerte. Como decían en los programas del Chapulín Colorado: “Y ahora, ¿quién podrá defendernos?”, pues el que nos va a defender.
Yo creo que la Virgen María es la que siempre está cerca, la que siempre está como una buena madre pendiente de cada uno de nosotros. Que no te olvides de decirle, ella nos ayudará a escucharle a su Hijo. Eso te lo pedimos con mucho cariño Virgen Santísima.