Hacemos estos 10 minutos de oración, en este primer domingo de cuaresma, que nos propone de nuevo el Evangelio de San Marcos que, a diferencia de los otros, nos narra el episodio de las tentaciones de una forma distinta, dice:
“En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; vivía con las fieras y los ángeles lo servían».
(Mc 1, 12-13)
Está clarísimo, que el Señor ha vivido estos cuarenta días, porque el Espíritu se lo ha propuesto, el Espíritu Santo le lleva a que esté en este sitio, que es el desierto, siendo tentado por satanás.
El verbo que utiliza es en constante actividad: “siendo tentado”; no sabemos cuántas veces. En los otros evangelistas se recogen que fueron tres, aquí nos da la impresión de que fue tentado constantemente por satanás.
Y es impresionante que el Hijo de Dios se deje tentar. Él, que con un simple chasquido de dedos, podría haberle quitado de en medio, permite que satanás le tiente, porque quiere hacerse igual a nosotros.
Y es muy bonito como continua:
“Vivía con las fieras y los ángeles lo servían. Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; y decía: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio»».
(Mc 1, 13-15).
Sólo una vez, que ha superado las tentaciones, ha llegado el tiempo, se ha cumplido el tiempo, está cerca ya el Reino de los Cielos. “Reino de Dios” dice San Marcos; San Mateo dirá el Reino de los Cielos. Pero la idea es: “conviértanse y crean en el Evangelio”, ya está aquí el Reino.
PARALELO CON ADÁN
La primera idea; que creo que vale la pena que conversemos con Jesús, es ese paralelo que existe entre Adán y Jesús. Las tentaciones en el Evangelio de San Marcos nos ponen a Jesús en paralelo con Adán. Al inicio, también Adán, fue tentado por la serpiente, por los adversarios de Dios, que luego se comprende que es satanás.
Según varias tradiciones hebreas y judías, Adán era servido por los ángeles en el paraíso. Al final de las tentaciones, como se lee en San Marcos, se restablece el orden de la creación. Jesús ahora es servido también por los ángeles.
Adán había sido tentado por la serpiente y pierde, y pierde también esa diaconía, ese servicio que le prestaban los ángeles; mientras que Jesús gana y reestablece ese orden, porque ha comenzado el Reino de los Cielos.
HACER CRECER EL REINO DE LOS CIELOS
Hacer el Reino de los Cielos… ¿Cómo permitimos que vaya creciendo el Reino de los Cielos en cada uno de nosotros? ¿El Reino de Dios, cómo crece en cada uno de nosotros? “Jesús, queremos estar cada vez más abiertos a que reines Tú dentro de cada uno, de que el Reino crezca”.
A lo largo de toda su predicación, que hemos ido comentando en estos ratos de oración, se habla de muchas parábolas del Reino, de cómo es como una semilla pequeña que va creciendo, que es la más pequeña de todas; que es como la semilla de mostaza, que crece también con otras hierbas que no son buenas, que crece al lado de la cizaña; que es como una red barredera, dirá también Jesús, que recoge todo lo bueno y lo malo.
Son como varios ejemplos de cómo crece ese Reino de los Cielos o Reinos de Dios dentro de cada uno, porque ya se ha cumplido el tiempo. Tenemos que tener esa visión de que estamos viendo tiempos privilegiados, por eso, sigamos los consejos de Jesús.
CONSEJOS DE JESÚS
¿Qué es lo que nos dice Jesús?
“El que escucha mis palabras y las pone en práctica es el que edifica sobre roca”.
(Mt 7, 24)
“Que edifica sobre roca” quiere decir que vienen las tempestades, viene cualquier cosa violenta y no pasa nada, porque está bien cimentado.
“El que oye mi palabra y la pone por obra es el que tiene el Reino de Dios dentro”
El que hace que crezca el Reino de Dios dentro de sí, ese es el que edifica sobre roca.
Edificar sobre roca o hacer crecer dentro el Reino de los Cielos, no es tener en un rincón del cerebro unas verdades reveladas, crearlas a pies juntillas en un plano abstracto, como una pura especulación o a lo sumo manifestar esa fe con unos actos formales, con unas prácticas de piedad, súper concretas, que se acaban con mi domingo en Misa, o con bendecir los alimentos, o con el ir a Misa cuando alguien se muere; eso sería super limitante.
Eso no es algo vivo, no es algo que crece. No se trata de hacer algunos actos, hacer algunas obras. Se trata de poner en práctica las palabras del Señor, lo cual es completamente distinto.
LOS FARISEOS
De los fariseos pudo decir Jesús que era un pueblo que adoraba a Dios con los labios y con la boca, pero que su corazón está muy alejado de Él.
Eran obras, pero sin vinculación alguna con la disposición interior (era todo como como artificial), no es que era malo lo que hacían, lo que pasa es que no era suficiente. Era todo como externo, no habían hecho crecer dentro de ellos esta fuerza, este Reino.
Por eso no conocen a Jesucristo, de hecho, se les pasa; aunque cumplían todas las leyes, para ellos la ley de Moisés fue el escudo para protegerse de las exigencias de las palabras de Cristo. No dejaron entrar las palabras de Cristo dentro de sí.
Por eso San Jerónimo decía, que los cristianos no nacen, se hacen. Claro, tenemos que hacernos, hacer que vaya creciendo dentro de nosotros con fuerza, estas palabras de Dios.
¿En qué estamos edificando? Puede ser que estemos edificando sobre arena. ¿No será ésta la causa, de que tal vez no acabamos de decidirnos a poner por obras las enseñanzas de Jesús? ¿Qué solo, tal vez, en el campo teórico nos mantenemos firmes y a veces ni eso? ¿En dónde estás claramente identificado con Cristo?
Hay un famoso político, Donoso Cortés, que, hablando antes de su conversión, decía que: “aun siendo católico, su fe era estéril, pues ni gobernaba su pensamiento, ni inspiraba sus discursos, ni guiaba sus acciones”.
PONER POR OBRA SUS PALABRAS
Nuestra fe, tiene que ponerse por obra. El Señor dice: poner “por obra sus palabras”. No quiere decir, que de vez en cuando, hagas alguna de esas cosas, de ir a Misa los domingos o rezar algunas oraciones por las noches, o no hacer mal a nadie (al menos daño grave).
Lo que quiere decir, es que más bien, orientemos la vida entera hacia Dios. Aquello que Jesús resumió en el sermón de la montaña:
“Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, todas las demás cosas se os darán por añadidura.”
(Mt 6, 33)
El Señor es clarísimo: “ya ha llegado el Reino de los Cielos…”. ¿Lo estás viviendo? Estamos en un tiempo difícil, todavía continuamos con la pandemia, olas… segunda, tercera, vacunas…
No sabemos bien qué es lo que pasa, pero tenemos una cosa clara: “ya está cerca el Reino de los Cielos. Y ¿Cómo estamos permitiéndole crecer dentro de nosotros? Es como correspondes al amor de Dios.
Que en esta cuaresma te decidas pasar por las tentaciones para responder sí a Dios, para que hagamos que Jesús crezca, porque es El Verbo, Él es la palabra, que Jesús crezca dentro de nosotros para que nos hagamos otro Cristo, el mismo Cristo, Ipse Christus, decía san Josemaría.
Esto se logra, con esa convicción, de que la fe tiene que revelarse en obras, en esas obras que marcan nuestra vida. Que se note que somos cristianos, eso se lo pedimos al Señor.
¡Está cerca el Reino de los Cielos!
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