UNA NOTICIA MUY TRISTE
Vengo regresando de mi curso de retiro en la Calerilla, una casa de retiros a las afueras de Guadalajara, en México. Si nunca has estado en un curso de retiro, te los recomiendo mucho, pues son la gran ocasión de revisar tu vida en presencia de Dios.
Y si no conoces la Calerilla, también te recomiendo que vayas, no sólo porque es un lugar ideal para contemplar y para hacer oración Contigo Jesús en el oratorio, con ese retablo precioso que tiene la Virgen de Guadalupe o caminando por sus verdes jardines.
Pero además es que hacen unos postres deliciosos. Son tan famosos los postres de la Calerilla que hasta hay un recetario. Un libro que te puede llevar al final, al finalizar la actividad.
Bueno, pues estando en mi curso de retiro nos dieron una muy triste noticia. El padre Rodrigo Martínez Aceves marchó a la casa del cielo a consecuencia de un paro cardíaco inesperado, en la ciudad de Aguascalientes.
Las reacciones no se hicieron esperar: muchísimas personas con las que había convivido Rodrigo a lo largo de su vida, empezaron a publicar en redes sociales el enorme impacto de la noticia. Pero sobretodo el enorme impacto que Rodrigo había tenido en sus vidas.
UN AMIGO DE VERDAD
A mí me vino el recuerdo de cuando lo conocí: él era profesor de la prepa en la que yo estudiaba, yo era una adolescente de 15 años, y Rodrigo era mi preceptor. Cada alumno tenía un profesor que era nuestro preceptor. Es decir, una persona que se preocupaba especialmente por ti. Pero no sólo en lo académico.
Rodrigo era actuario y por tanto me ayudaba en matemáticas, pero también se preocupaba por mis amigos, por mi familia. Y claro, poco a poco también se interesó porque yo me acercara más a ti, Jesús.
Tengo que reconocer que en la primera entrevista que me dio, me cayó muy mal. Estaba yo acostumbrado a que mis preceptores de los años anteriores me sacaran del salón, me echaran un rollo que me hiciera perder un poco de clase y poco más.
Sin embargo, Rodrigo era diferente. Y en esa primera entrevista no me dijo nada. Se limitó a sonreír mientras permanecía callado. Intuía eso que yo pensaba de los preceptores, y yo por eso tampoco le dije nada. Así que concluyó una entrevista, algo así como diciéndome: -Bueno, pues si necesitas algo, aquí me tienes.
Pero poco a poco, me fui dando cuenta en las sucesivas entrevistas que Rodrigo no era de esos que te iba a echar un rollo genérico, sino que realmente se iba a interesar por ti. Te hacía sentir que eras lo único importante que tenía que atender en ese momento. Sobra decir que nos hicimos grandes amigos.
Y un día, ya le había agarrado confianza, le hice la pregunta de los “sesenta y cuatro mil” (para quien no sepa qué significan los “sesenta y cuatro mil”, luego se lo cuento). Pero, es decir: ¡una pregunta muy importante! Yo tenía 15 años. Le pregunté: -Rodrigo, ¿cómo saber si Dios quiere que yo me entregue completamente a Él?
Me respondió sin darle demasiada importancia a mi pregunta, y me dijo: -Si fuera el caso, lo tendrías clarísimo. Y uno podría preguntarse: ¡¿qué es lo que tengo que tener clarísimo?!
TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO…
Bueno, pienso que la respuesta nos la da el evangelio de la misa de hoy. El evangelio de san Juan que dice:
“Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”.
Creo que Rodrigo se refería a tener clarísima la gran experiencia que está por encima de todas las grandes y emocionantes experiencias, y que cualquier persona puede vivir en este mundo, y es saberse queridos. Sabernos queridos por nuestros papás, por nuestros hermanos y por nuestros amigos; y en última instancia, la fuente de todos esos cariños es sabernos queridos por ti Señor: ¡sabernos queridos por Dios! Esta es la gran experiencia de la que estaba hablando.
DIOS NOS AMÓ PRIMERO
Y esto es de lo que está hablando a muchos jóvenes el Papa Francisco, el gran descubrimiento al que todos estamos llamados a realizar, y que es la fuente de toda alegría, seguridad y paz interior: que Dios nos amó primero.
Este es el gran secreto que dijo Dios desde el primer libro de la Biblia: No tengas miedo, Yo estoy contigo. Estoy aquí por ti porque te amo personalmente.
Y, ¿cuál podría ser el único impedimento para vivir ese gran amor que Dios nos tiene? Pues dejarnos engañar por el diablo, que nos hace pensar que nos conocemos lo suficiente como para que nosotros ese amor no lo merecemos. Que en realidad no merecemos nada en absoluto. O sea, no sólo Dios, sino que no merecemos el cariño de nadie.
Y por eso, a veces nos desanimamos, nos decepcionamos e incluso somos incapaces de albergar el deseo de ser un poquito mejores. Nos parece tan insuperable nuestra mediocridad, que aceptamos de buena gana nuestra condena. Nos rendimos antes de tiempo. Y nos engaña el diablo, y nos hace exclamar ¡no puedo!
SOMOS EL SUEÑO DE DIOS
Bueno, sabemos que tú y yo no podemos nada. Pero con Dios, lo podemos todo. Que si Dios nos juzgara, sólo podríamos darle la razón de tanta miseria que hay en nosotros.
Pero seguimos leyendo el evangelio y nos dice:
“Pero Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”.
(Jn 3, 16-21)
Apenas podemos comprenderlo: Dios me ama. Él mismo lo dice. Un Dios que, a pesar de los pesares, nos regala confianza, que se nos entrega en persona y, que espera cosas grandes de cada uno de nosotros.
Esto es, que espera en nosotros la realización de sus sueños. Porque tú y yo somos un proyecto de Dios. Somos un sueño de Dios.
Pues quizá tú eres de esos, de esos que han recibido tanto amor en su vida, que Dios quiere servirse de ti para hacer felices a muchísimas personas, para que muchísimas personas puedan descubrir, en el trato contigo, ese grande e inmenso amor que Dios les tiene. Y es que toda nuestra vida depende de creer que Dios nos ama personalmente a cada uno de nosotros, tanto como si no amara a nadie más. Que somos objeto de su amor eterno, infinito e incondicional.
DIOS NOS QUIERE «TANTO»
Los santos han experimentado esto: san Francisco de Asís, una vez hecho este descubrimiento, casi enloquece de alegría.
San Josemaría escribía: “Saber que me quieres tanto, Dios mío, y, … ¿no me he vuelto loco?” (Camino, amor de Dios, P.425)
Y como él, todos los santos que se atrevieron a decir con san Juan:
“Nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene”.
(1Jn 4, 16)
TRANSMITIR EL AMOR QUE DIOS NOS DÁ
Rodrigo era uno de esos que se la creyó. Que lo vivió profundamente y lo supo transmitir a los demás. Y además era buenísimo con la guitarra. Hay una canción de Fernando Delgadillo que Rodrigo le cantó en México a monseñor Javier Echevarría, prelado del Opus Dei, (quién le ordenaría sacerdote en el año 2003, la víspera de la fiesta de Pentecostés)
Tocó con la guitarra y la cantó, con esa voz que tenía, ese vozarrón. Se llama: “Hoy hace un buen día”. Estoy seguro de que, al cantarla aquella vez, Rodrigo se refería a todas esas personas que, por su enorme cariño y entrega, nos habían ayudado a descubrir ese grande amor que Dios nos tiene.
Ahora, sin duda que Él se suma a ellos en el cielo. Y por eso quisiera terminar nuestra oración con la seguridad de que, a pesar de nuestra miseria personal, también nosotros estamos llamados a descubrir, a experimentar y a dar a los demás ese grande amor que Dios nos tiene y que, como decía san Josemaría:
“Si respondes a la llamada que te ha hecho el Señor, tu vida -¡tu pobre vida!- dejará en la historia de la humanidad un surco hondo y ancho, luminoso y fecundo, eterno y divino”.
(Forja, Lucha, Cap. 2, P. 59)
Te voy a poner un trocito de la letra de esa canción que le cantó Rodrigo a don Javier en aquella ocasión… (suena canción) Pincha aquí para escuchar la canción.
«Hoy hace un buen día» (Letra)
“En esta tierra he visto mi primera luz, He visto, y veo luz, tierra firme y vasto cielo
Todo mi entorno está entendido en el amor Que nos tuvieron los que fueron hace tiempo
Y hoy hace un buen día para hablar De los que están aquí
Trazando a diario el bienestar De todo aquél que vendrá
¿Cómo precederá la aurora el sol de diario? ¿Cómo sabemos que mañana será igual?
Porque así se ha venido haciendo con los años Que trascurren y se van
En esta tierra, en donde puedo caminar Bajo la dirección que le ponga a mis pasos
Siempre habrá tiempo para venirle a cantar Por ser lo más que sé ofrecer como regalo
Me dio un lugar donde al volver Con gusto sé decir
Es mi país, esta es mi tierra y casa Y esta es su canción
Una canción como todas las que se han hecho Tan solo que con esta quiero hacer mención
De todo el bien que me hizo nacer de este pueblo Y que me parte el corazón
Que hablar de México siempre me inflama el pecho Y si miramos hacia atrás, donde fuimos a empezar
Y encontramos los antiguos que formaron un lugar Pero un buen día se marcharon y aprendimos a decir
Grandes fueron los viajeros que cruzaron por aquí En esta tierra conocí la dignidad
Del que trabaja para ver crecer los suyos Del que se esfuerza superar su condición
Aun a pesar de cruzar tiempos de infortunio Y hoy hace un buen día para hablar
De los que están aquí Trazando a diario el bienestar
De todo aquél que vendrá De la simiente que se llega al semillero
Que hasta esta tierra fértil un día arribará Y no hace falta repetir cómo los quiero
Si lo he dicho tanto ya Y hablar de amor es bueno cuando se es sincero
Y si ellos miran hacia atrás De lo que les toca empezar
Y nos hallan a nosotros Que formamos un lugar
Que un buen día nos marcharemos Y tal vez podrán decir
Grandes fueron los viajeros que cruzaron Grandes fueron los viajeros que cruzaron
¡En verdad, que fueron grandes los viajeros que cruzaron por aquí!”