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HECHOS Y NO PALABRAS

palabras Dios

CONOCER A JESÚS A TRAVÉS DE SU PALABRA

Hoy jueves 4 de mayo me acerco a ti, Señor, con especial emoción y agradecimiento. Es el 58 aniversario de matrimonio de mis papás, por quienes te doy gracias sin límite. Ellos escucharán esta meditación a lo largo del día, probablemente, y bueno, quiero mandarles un abrazo. Perdón por esta digresión personal.
Dice el Evangelio de la misa de hoy:

“Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos les dijo: […] En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica” (Jn 13, 12. 16-17).

Creo que a todos nos pasa que cuando abrimos el Evangelio, en realidad se abre ante nuestros ojos un rincón del cielo. O sea, hay posibilidad de conocerte, Señor, y conocerte a Ti es ya estar en el cielo. Es una fuente de paz, es una fuente de sabiduría, de orientación.
La idea es precisamente que estas palabras que leemos aquí ahorita, como estamos haciendo nosotros, efectivamente las veamos como algo que es tuyo, que no se puede comparar con ninguna otra palabra que podamos leer en este mundo de los literatos más premiados, de los que han escrito los best sellers, de los que dan las noticias de último minuto…
Ojalá que seamos varios los que hayamos experimentado mientras meditamos la Palabra de Dios, que estamos verdaderamente contigo, Jesús, que te podemos tocar. “Creo firmemente que estás aquí…” hablándome a través de estas palabras:

“Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros sí lo ponéis en práctica”.

PONER EN PRÁCTICA LA TEORÍA

Saber esto -cuando esto son tus palabras, Jesús, tus enseñanzas, los sentimientos de tu corazón-, es una alegría muy grande. Poderte conocer; saber esto es poderte conocer y de verdad, mientras lo saboreamos, somos como llevados por el Espíritu Santo hasta, diríamos, la entrada del cielo. Y entonces, es el ejercicio del don del entendimiento que el Espíritu Santo, cuando vivimos en gracia de Dios, nos trae. Los siete dones del Espíritu Santo nos permiten entender tus palabras, Señor, y efectivamente, sentir alegría cuando las oímos y poder entender también su sentido.

Pero Tú nos estás diciendo Jesús:

“Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica”.

Entonces, lo que nos estás haciendo considerar ahora es que cumplir tus palabras – “si lo ponéis en práctica” – supone que nosotros no solo hayamos llegado a la puerta del cielo, sino que hayamos cruzado esa puerta y hayamos entrado. Por eso se entiende que Tú digas

“dichosos vosotros si lo ponéis en práctica”.

LA ALEGRIA ESTA EN PLENITUD EN EL CIELO

En otras palabras, lo que nos estás diciendo Jesús en el Evangelio de la misa de hoy es que no nos serviría de nada escuchar tus palabras y quedarnos quietos, de alguna manera diciendo “qué bonito”, y quedarnos como parados en la puerta del cielo y no cruzar esa puerta. Como si fuésemos, pues el guachimán, que está habitualmente a la entrada de un local pero que no entra en él. Este es un gran riesgo y porque existe, Tú nos lo haces ver.
Insisto, leo de nuevo tus palabras:

“Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica”.

No basta entonces con saber las cosas. No basta con conocer los mandamientos, los sacramentos. No basta con tener la respuesta a una pregunta que puede darnos el catecismo. ¡Ay de nosotros si nos quedáramos en saber! Esto les pasó a los fariseos, que sabían muy bien la doctrina pero que no la ponían en práctica. Y le pasó también a Herodes, de quien nos dice el propio Evangelio que escuchaba a San Juan Bautista con gusto; o sea, le gustaba lo que decía San Juan Bautista, admiraba esas enseñanzas y también la vida coherente de San Juan Bautista, pero lo mató después. Entonces, era una enseñanza que no le movió a cambiar.

HACIENDO DE LAS PALABRAS – HECHOS

Por eso Jesús ahora, en este rato de oración contigo, te pedimos que nos concedas este gran regalo de escuchar tu Palabra, de saborear el poderte conocer un poquito más, pero concédenos sobre todo obedecerte y ponerla en práctica. Que Tú necesitas cristianos, que vivamos cristianamente. Que, por lo tanto, nuestro papel en el mundo sea, con nuestra vida coherente, virtuosa, semejante a tu vida, pues un grito silencioso al mundo, haciendo que la gente se plantee al vernos, al oírnos: ¿qué tiene esta persona de especial?
Y me recuerda esto las palabras de San Josemaría en Camino, que dice -lo digo de memoria: “Que al verte o al oírte hablar, puedan decir: éste lee la vida de Cristo” (cfr. San Josemaría, Camino, 2). Porque al verme o al oírme, en el fondo te escuchen a Ti, Señor.
O sea, que ahora la idea creo es que me dé cuenta de que Tú me adviertes, Señor, de que no hay nada más triste que quedarme a la puerta del cielo y no entrar, por ser un teórico del cristianismo y no alguien que vive la vida de Cristo, que vive tu vida, Señor.
No es nada fácil, por eso te pedimos ayuda. Pedimos ayuda a través de la Virgen Santísima en este mes de mayo, para que seamos de verdad personas que nos identificamos tanto con tu mensaje, Jesús, que Tú vas apareciendo a través de mis acciones, de mis palabras, de mis miradas, de mis pensamientos, de mis reacciones.
Pues que nuestra Madre, la Virgen Santísima, nos conceda este ser dóciles a la voluntad de Dios.

“Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38)

dijo Ella. Digámoslo nosotros también.

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