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HIJO PRÓDIGO Y CORONAVIRUS

Ajab

El Evangelio que nos propone la Iglesia al día de hoy, es una de las parábolas más bonitas que salió de los labios de Jesús. Se trata de la parábola del Hijo Pródigo… ¡Qué belleza de parábola! 

Este hombre que tenía dos hijos y el menor de ellos pide la herencia y se va y derrocha su fortuna viviendo perdidamente.  Y cuando lo había gastado, vino por aquella tierra un hambre terrible y empezó él a pasar necesidad.  

VOLVER AL PADRE

Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a cuidar cerdos. 

“Y deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba”.

Luego el hijo pequeño recapacita y se dice:

¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan!”

y así que cambia de disposición y vuelve para decirle a su padre:

“Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo; contrátame como uno de tus jornaleros”. 

Y el  hijo se levanta y vino donde estaba su padre (y fíjate qué bonito cómo narra el Evangelio esto):

“Cuando todavía estaba lejos”

(o sea que el padre está como en actitud de escucha, de espera, de ver cuándo se va a producir el milagro del regreso).

“Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Y le dijo el hijo: «Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti, no merezco llamarme hijo tuyo».  

Pero el padre dijo a sus criados: «Saquen enseguida la mejor túnica y déjenla, pónganle el anillo en la mano y sandalias en los pies y traigan el ternero cebado y comamos y celebremos un banquete porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido.  Estaba perdido y lo hemos encontrado».

Yo quería centrarme en estos dos puntos que tal vez coinciden con nuestra historia de ahora. Hay una hambruna, hay un hambre terrible y empezó a pasar necesidad…

Se produce algo que no estaba previsto. Una cosa que sale de la normalidad y que produce en todos los habitantes una gran expectación, una hambruna. Más o menos lo que nos está pasando ahora. 

PREOCUPACIÓN

De repente tenemos una gran preocupación, ha venido este virus.  La gente se da cuenta que las personas mayores están más afectadas, te puedes contagiar con mucha facilidad.  

Esto está provocando que muchas empresas cierren, que haya gente que se quede desempleada, que la gente que tenía que cubrir un mínimo de ventas o que se estaba esperando para tener comensales en los restaurantes, la gente de turismo o todas las industrias que alguna vez se han visto amenazadas por este problema.  

Hay mucha gente que está pasando hambre.  Tal vez no tanto hambre como inquietud.  No saben qué es lo que va a pasar.  Todo el mundo está a la expectativa.

Es el momento en el que vale la pena preguntarse: ¿qué tan cerca estoy de Dios? para ser, una vez más, como el hijo pródigo.  Porque es el único sitio donde vamos a alcanzar, a tener paz y misericordia.  

Fíjate que dice el texto del Evangelio, no que se haya arrepentido el hijo de lo que hizo. No dice tampoco que reflexionando alegó que la mejor conclusión era volver sobre su padre porque su padre había sido siempre bueno… ¡no!  

El tema es más de fondo, dice: ¡Tenía hambre! y se acuerda de cómo comían los comensales y los jornaleros en casa de su padre y eso le hace volver.  

ALCANZAR PAZ

Y tú y yo, a veces también por todo este miedo y por todas estas tonterías, que nos demos cuenta que tenemos que volver al Padre, porque es ahí donde estamos tranquilos. 

“Jesús, ayúdanos a volver a Ti y a volver a nuestro Padre Dios, que está en los Cielos y que nos protege a todos.  Que seamos como el hijo pródigo: que vuelve, aunque sólo sea por miedo, aunque sólo sea por hambre”.  

Pero vuelve porque es el único sitio donde puede alcanzar esa paz, esa tranquilidad. Y nuestro Padre del Cielo está esperando que volvamos a pedirle esa ayuda, a que volvamos desarmados, a decirle:  

“Señor, de nuevo he puesto mis esperanzas donde no tenía que ponerlas y de nuevo estoy nervioso”.  El Señor nos acogerá con ese abrazo misericordioso y dirá: “Ven, ven hijo Mío, toma el anillo, tú eres Mi hijo, estate tranquilo, Yo te cuido”.

Pero al Evangelio creo que también podemos sacarle una vuelta más de tuerca, porque hay otro personaje. Se trata del hijo mayor que, cuando vuelve del campo y se acercaba a la casa, oyó música y danza… 

”Y llamando a uno de los criados le preguntó qué era aquello.  Y éste le contestó:  «Ha vuelto tu hermano y tu padre ha sacrificado el ternero cebado porque lo ha recobrado con salud».  

Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.  Entonces él respondió a su padre:  «Mira tantos años cómo te sirvo sin desobedecer nunca una orden tuya.  

A mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos.  En cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado».  

El padre le dijo: «Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo.  Pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido.  Estaba perdido y lo hemos encontrado.»”

(Lc 15, 11-32)

CORONAVIRUS

Es importante también centrarlo con lo que nos está pasando ahora. Muchas conferencias episcopales han visto, como una medida de prudencia básica, que la comunión se entregue en la mano.  

No es una cosa que se va a quedar así, no es que sea lo ideal, pero se ve que después de estudiarlo, los pastores han decidido esto y a veces podríamos tener la misma actitud del hermano mayor: “Esto no queremos, nunca nos han tratado así”.  

Tenemos que aprender a hacer lo que nos pide el Padre; en este caso, a través de los pastores y no portarnos altaneros.  La Iglesia había previsto esto desde hace muchísimos años.  

Está en las instrucciones propias, en el documento, tal vez, más paradigmático que se llama: “Redención y Sacramento” del 2004, cuando el Papa Ratzinger era prefecto de la Doctrina de la Fe.  Es un documento que sale de varios dicasterios (También participó él).  

Se habla específicamente de la posibilidad de recibir la Comunión en la mano y da unas características bastante claras de cómo se tiene que hacer con todo el respeto, con toda la devoción, intentando evitar que haya abusos. 

Yo te invito a leerla, pero si la Iglesia nos dice que es válido, los pastores nos están sugiriendo que es una medida de prudencia, hagamos también -como buenos hijos-, aunque nos cueste.  

OBEDIENCIA

Todos amamos la Eucaristía, todos queremos lo mejor y venerar a nuestro Señor lo mejor posible, pero también tenemos que ser conscientes que tenemos a alguien por encima que vela por nosotros, que son los pastores y que nos dicen ahora esta indicación. 

Tal vez esto no guste a todo el mundo, pero es una forma de comportarnos con obediencia a lo que nos dice el que tiene autoridad. 

Vamos a pedirle al Señor que vivamos esta parábola en este momento concreto, siendo hijos pequeños que vuelven al Padre, hijos pródigos que vuelven al Padre y huyendo de la figura del hijo mayor.

“Señor Jesús, ayúdame a ser obediente, ayúdame a ser como el hijo pródigo que, aunque se equivoca y tiene miedo, siempre vuelve al padre y no como el hijo mayor, que le recrimina al padre por no actuar de forma correcta.  

“Yo quiero, Señor, ser el hijo que te da el abrazo, no el hijo que huye de Ti.  Ayúdame Señor, a ser cada vez más consecuente con mi fe que me pide también esta obediencia al Padre”. 

Ponemos estas intenciones en manos de nuestra Madre, la Virgen, ella es la Virgen Eucarística.  Ella cómo habrá adorado la Eucaristía y estará especialmente atenta a que sus hijos, tú y yo, también veneremos al Señor como se merece.

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