Cuando los sacerdotes tenemos alguna duda litúrgica, existe un documento que es de total referencia que se llama: “Instrucción General del Misal Romano” (IGMR) que contiene los criterios generales alrededor del culto Eucarístico.
Existen también otros documentos que son más específicos. Por ejemplo, el Ceremoniale para los obispos, la Exhortación Sacramentum Caritatis de Benedicto XVI, tal vez algún manual de liturgia…
Un punto interesantísimo de la IGMR que regula la normativa para la reserva eucarística dice:
“Para cualquier estructura de la iglesia y según las legítimas costumbres de los lugares, consérvese el Santísimo Sacramento en el Sagrario, en la parte más noble de la iglesia, insigne, visible, hermosamente adornada y apta para la oración.
Como norma general, el tabernáculo debe ser uno solo, inamovible, elaborado de materia sólida e inviolable, no transparente y cerrado de tal manera que se evite al máximo el peligro de profanación (…)”
(Instrucción General del Misal Romano, punto 314).
Todo esto que dice el documento es razonable, se está buscando que el Sagrario tenga una especial dignidad, que sea visible, que sea hermosamente adornado, que mueva a la oración, que sea inamovible (que no se pueda mover).
A mí me llamó la atención esta palabra: “inamovible”, es decir, que no se pueda mover el Sagrario. En general, los sagrarios están empotrados sobre el altar mayor o sobre una peana.
Incluso, hay unos que por dentro tienen unos tornillos (que tal vez los ve el sacerdote cuando abre la puerta del sagrario) que permiten que el sagrario esté fijado a una superficie específica y así, es menor el riesgo de que se lo puedan llevar; el riesgo de profanación.
UN SAGRARIO MÓVIL
Te decía que me llamó la atención esa palabra “inamovible”, porque me atrevería a decir que a esta normativa (más o menos reciente en la IGMR), existió una excepción muy antigua y tiene que ver precisamente con la fiesta que celebramos el día de hoy.
Porque hubo una vez un Sagrario que, siendo sumamente seguro, era móvil; se movía. Y se trata de la Virgen María.
Hoy estamos celebrando la fiesta de la Visitación de la Virgen a su prima santa Isabel. Es verdad que la expresión es inexacta, pero podemos decir que, en ese momento, ya ella era como un Sagrario ambulante que estaba custodiando dentro de sí al Amor de los Amores.
Es verdad que es un modo de custodiar diferente a como lo hace el Sagrario con el cuerpo de Cristo sacramentalmente presente allí.
Me atrevo a utilizar la imagen, porque, desde antiguo, la Iglesia utilizaba una imagen que (me parece a mí) es bastante parecida, porque comparaba la Iglesia, desde siempre, a nuestra Madre con el Arca de la Alianza.
El Arca era lo más preciado que tenía el pueblo judío por lo que contenía dentro de sí y porque manifestaba esa presencia de Dios en medio de su pueblo.
Ahora mismo, nuestra Madre ya ha recibido la noticia del Cielo, ya sabe que va a ser la Madre de Dios y ella ya contiene dentro de sí lo más preciado, no solamente para el pueblo judío, sino para toda la humanidad.
Ella, del mismo modo, como el Arca de la Alianza, manifiesta a Dios con nosotros; ella manifiesta también al Emmanuel. Por eso, esta fiesta de la Visitación de la Virgen nos permite maravillarnos una vez más ante la belleza del primer sagrario móvil de la historia.
UN DON DE DIOS
No sé si has tenido la oportunidad de visitar Italia, Francia, España, hay iglesias, catedrales, basílicas, que tienen unos Sagrarios francamente espectaculares, verdaderas joyas artísticas.
Yo no sé cómo hacían para hacer aquellas maravillas. Metales nobles, perlas, piedras preciosas… todo lo mejor para el Señor, -como suelen hacer los enamorados que no se regalan ladrillos.
Aunque tengamos delante de nosotros al Sagrario más valioso del mundo, el Sagrario más hermoso que el amor pueda ofrecer a Dios, todo aquello no vale nada al lado de la belleza de lo que contiene: el cuerpo de Cristo.
Y análogamente Dios pensó lo mismo porque se preparó para sí mismo una morada excelsa, con la más sublime de las mujeres, una mujer en la que estuvo pensando desde toda la eternidad.
Cómo iba a diseñar, cómo iba a pensar a la que iba a ser su Madre, la que lo iba a recibir, considerando las gracias con las que la iba a adornar y de sus manos salió el Sagrario perfecto.
La más hermosa criatura que hace que hasta los ángeles se maravillen.
Y, aunque ella misma es consciente de esta grandeza que tiene, por lo que ha hecho Dios en ella, también es consciente de que todo es un don de Dios y de que es un privilegio inmerecido el que Dios se haya fijado en ella.
Porque en esta fiesta de hoy, una vez más nos acordamos del canto del Magnificat, ese cántico que nuestra Madre eleva hacia Dios: “Magnificat anima mea Dominum…”
“Mi alma proclama la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava”.
EL HUMILDE
¡Cómo no acordarse de esa definición de humildad que decía santa Teresa!:
“La humildad es la verdad”.
El humilde es capaz de ver en sí mismo lo bueno como algo que es cierto, pero “prestado” para gloria de Dios. La persona humilde es capaz también de ver en su pequeñez las limitaciones y, sobre todo, delante de la grandeza divina, aunque lleve consigo muchas virtudes que adornen su alma.
En este canto del Magnificat, nuestra Madre deja entrever el bordado perfecto de su humildad. Añade:
“Porque el poderoso ha hecho grandes obras en mí”.
Nuestra Madre es humilde porque ella sabe que tiene cosas muy buenas, -es la llena de gracia- pero sabe que ha sido merecedora de una gracia que es del Cielo.
Todo lo bueno que tiene se lo debe a Dios y por eso todo este canto del Magnificat tiene un sentido espectacular, preciosísimo.
De hecho, el acudir en servicio de su prima santa Isabel, es también una muestra evidente de su humildad. Imagínate, la más perfecta de las criaturas se pone al servicio por amor al prójimo.
Esto es como una especie de adelanto de esa humildad de Cristo que, por amor, llegó
“hasta la muerte y muerte de Cruz”
(Flp 2, 8).
LA HUMILDAD DE MARÍA
Ante esto que estamos celebrando en la fiesta de hoy, ¿cómo no maravillarse ante la humildad de María, de nuestra Madre? Y qué acierto el de Dios el de haberse elegido una Madre así y no solamente elegirla para sí, sino también elegirla para nosotros.
Esta fiesta con la que, además, terminamos este mes de mayo, este mes del cariño a nuestra Madre la Virgen, ha de servirnos de una invitación a imitarla.
Si ella que tenía motivos más que suficientes para esperar que los demás la reconocieran (en cierto modo era justo que le rindieran pleitesía), la reconocieran por ser la Madre de Dios, es la primera en abocarse al servicio, ¿por qué no podemos nosotros también prometerle que vamos a intentar des complicarnos la vida sirviendo a los demás con alegría?
A pesar del cansancio, a pesar de la ingratitud de los demás (eso nos da igual), a pesar de la vanidad que quiere que nos agradezcan las cosas, a pesar del orgullo herido cuando no nos agradecen.
¿Acaso no te parece que es edificante, que es ilusionante, esa lucha por parecernos poco a poco a nuestra Madre del Cielo?
Ella, que podía haber recibido los cumplidos con todo el derecho del mundo, redirige todo hacia Dios, por qué no prometerle que nosotros no nos vamos a gloriar de otra cosa, de nada bueno tengamos, de nada bueno que hagamos, sin reconocer primero que todo es un don de Dios y que debemos ponerlo al servicio de Dios.
LA BELLEZA DE LA LUNA
A lo largo de los siglos el alma humana se ha quedado maravillada, por ejemplo, ante la belleza de la luna.
Es verdad, la luna tiene un brillo especial que da paz, que da serenidad cuando uno la contempla, esa belleza que se aparece en los grandes poemas y en las grandes obras de arte, pues así mismo la Virgen es como la luna.
Esto lo han dicho también tantos santos: la Virgen es como la luna, tiene una belleza especial que no es por luz propia, sino que refleja la luz del sol Divino. La luna no brilla sin el sol y así, la belleza de María reconduce siempre hacia Dios.
¿Tienes algo bueno de lo que tú te sientas orgulloso? ¿Hay algún talento que te haya acompañado desde siempre?
No reconocerlo sería necedad, si por supuesto que lo tienes, pero reconoce también, como nuestra Madre en el Magnificat que escuchamos el día de hoy, que eso es así porque Dios se ha fijado en ti.
ORACIÓN DE VIDA
Vamos a aprovechar también la fiesta de hoy para recordar que quien se encuentra con María se encuentra con su Hijo.
Y no sólo por haber sido ella el primer Sagrario, además un Sagrario ambulante que hoy vemos en visita a domicilio a casa de su prima santa Isabel, sino porque ahora también Dios quiere que el inmenso cariño que le tenemos a ella nos conduzca hacia la oración de vida solo a Dios.
Termina este mes de mayo, que no puede terminar nunca sin el cariño inmenso que le tenemos a nuestra Madre con obras todo el año.
Además, parece providencial que terminamos el mes de mayo, mes de cariño a la Virgen y estamos a pocos pasos del Corpus Christi; es decir, que esto nos viene muy bien para prepararnos también para ser almas de verdadera Eucaristía.