“Jesús, voy a ser muy atrevido en este rato de oración.
Hoy, cuando he leído y meditado el pasaje del Evangelio de la misa, he recordado una historia que leí en un libro recientemente, la cual me genera una inquietud profunda que quiero manifestarte”.
Es una historia dura. Si tú estás ahí con niños pequeños, de pronto puede ser un poco fuerte. Será fuerte para todos, para grandes y pequeños, pero pienso más en los chicos.
Se trata de un niño, Tim, que cuando tiene tres años, su mamá lo amarra a un poste y lo abandona; lo deja ahí amarrado.
Él recuerda cómo esos zapatos blancos de ella se van alejando y es la última imagen que tiene de su mamá.
Al otro día (porque dura ahí varias horas) llega la policía y, lógicamente, lo rescata, se lo lleva a la estación de la policía.
Lo reclama su papá, que ya no vivía con su mamá porque vivía con otra señora. Esa señora tenía varios hijos, cuatro y el niño comienza a vivir con ellos.
Pero su madrastra lo obliga a dormir en la caseta del perro. Va a decir que es la única criatura que lo mira con cariño (ese perrito). Incluso, más adelante va a decir que lo que deseaba era que sus amigos lo miraran como ese perro, que era el que lo miraba con cariño.
Su papá que, leyendo un poco la historia, desfogaba todo el rencor y todo el odio que tenía contra esa mujer que lo había abandonado ¡con su hijo pequeño! Cuando tiene cinco años le propicia una paliza que lo manda al hospital, lo deja inconsciente.
Le rompe sus piernas en varias partes. El niño dura tres años en el hospital, desde los cinco a los ocho años.
INQUIETUD
A su papá le prohíben visitarlo. En algún momento va y lo visita, pero le quitan la patria potestad y le impiden volver a visitarlo. Y nunca, en tres años, nunca, nadie lo visita, ¡jamás!
Él algunas veces soñaba que a su papá lo metía en una lavadora y que llegaba todo nuevo y que llegaba a besarlo.
Él tenía tantas ganas de un beso o de una mirada de cariño, pero tristemente ese momento nunca llegó.
Como dura tres años en el hospital, él quiere volver a caminar y quiere volver a caminar porque tiene un deseo en su mente y en su corazón. Su único deseo es matar a su papá.
“Aquí Señor es donde el pasaje del Evangelio me genera una profunda inquietud, de cómo una persona que ha vivido así puede experimentar lo bueno; puede experimentar el amor, el cariño, la comprensión, las virtudes…”
Dice el Evangelio de hoy:
“En aquel tiempo llamó Jesús de nuevo a la gente y le dijo: “Escuchad y entended todos. Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro (…).
Lo que sale de dentro del hombre eso sí hace impuro al hombre.
Porque de dentro, del corazón del hombre, salen pensamientos perversos, las fornicaciones, los robos, los homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad.
Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro”
(Mc 7, 14-23).
“Jesús y este niño del que te hablo, no estuvo en ningún colegio porque al primer colegio que fue, lo echaron a la hora; a la hora ya no estaba ahí”.
TIM GUÉNARD
A él lo llevan a varios reformatorios, a varios orfanatos y allí tiene una vida imposible porque nadie lo quiere.
Una vez tiene la experiencia de ver cómo a sus compañeros, a muchos de sus compañeros de orfanato los van adoptando, pero a él no lo quiere adoptar nadie porque su carita ha sido desfigurada por los golpes.
Tiene una orejita muy desfigurada y nadie lo quiere adoptar porque es feo. ¿Quién quiere adoptar a un niño feo? ¿Quién? Él era feo, nadie lo quería adoptar, nadie lo quería.
Un día, en una estación de tren ve que un padre abraza a su hijo y no entiende. Es la primera vez que lo ve; incluso, piensa ¿será que le está haciendo algo malo al niño? ¿Será que el niño está sufriendo?
“Jesús, ¿cómo puede salir del corazón de este niño amor? ¿Cómo puede salir bondad, benevolencia si no sabe qué es eso?” ¡No sabe, no lo conoce! No ha visto a nadie que sea bueno en la vida.
Todo el mundo lo persigue, todo el mundo lo mira mal, todo el mundo lo detesta; nunca ha tenido amor, no conoce qué es eso. No sabe qué es una caricia, no sabe qué es un beso.
Hay espejos para mirarse, para peinarse, para vestirse, pero el espejo para cambiar la vida, muchas veces son los demás, son los otros y muchas veces los espejos para cambiar, son las personas que me quieren.
Porque uno solo no puede verse a sí mismo y él no tenía a quién mirar y se miraba a sí mismo y seguramente se iba ahogando por ese odio, por ese rencor que aumentaba en su alma, en su corazón.
Porque, además, ese odio ya no solamente era hacia su papá, sino hacia todo el mundo; hacia las personas que él intuía que lo estaban persiguiendo todo el tiempo.
MEDITAR Y QUEDARNOS CON ESTA INQUIETUD
“Señor, pienso en tantos niños que no quieren crecer, porque el futuro les da miedo, porque saben que el camino va a estar lleno de minas y porque saben y lo han visto en otros niños, que solamente un 20% (por decir una cifra), poquitas personas pasan la línea, sobreviven”.
Esta historia que te cuento es de un personaje que se llama Tim Guénard.
Ya vamos ocho minutos de duración y tengo que cortar a los diez minutos. Vamos a hacer lo siguiente, vamos a meditar, vamos a quedarnos con esta inquietud.
“Señor, perdóname, pero sí me quiero quedar con esa inquietud: ¿cómo es posible que de un corazón que no sabe qué es el amor, no salgan pensamientos perversos, robos, homicidios, codicias?”
Este niño tiene que robar, tiene que vivir en los parqueaderos de bicicletas de París (es una historia de un niño francés). Vive varios años en la calle, con frío…
Lo persigue la policía y él piensa que es un juego, piensa que es su manera de jugar. Nadie había querido jugar con él y la policía sí quiere jugar con él. Orgullo, frivolidad, maldades que salen del corazón…
Pero ¿por qué salen maldades del corazón de ese niño?
Lógicamente no es cuestión de justificar, pero ¿qué va a salir si en él no hay nada bueno? Nunca ha habido nada bueno.
“Por eso, vamos a ir pensando en esto, pero vamos a prepararnos para lo que viene, dentro de ocho días seguimos hablando contigo Señor de esto”.