Jesús dijo a los sumo sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
“¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos: Y dirigiéndose al primero, le dijo: “Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña.” Y él respondió: “No quiero”, pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo. Y este le respondió: “Voy, Señor”, pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?” Y le responden a Jesús que “el primero”.
(Mt 21, 28-31)
Me parecía que este Evangelio de este día domingo, nos puede servir justamente, para hablar con el Señor, sobre ¿cómo vamos a Misa?
Porque nos podría parecer exactamente lo mismo. A veces uno no tiene “ganas” de ir a Misa:
Y le preguntan al hijo: ¿Hijo, quieres ir a Misa? o ¿Hijo, vas a venir a Misa? Y el hijo responde: “No, no quiero.” pero después se arrepiente y va.
A veces no va con el mismo gusto con que iría a otra cosa, a algo que le distrae, como cuando se va a ver una película o a jugar fútbol…
EL VALOR DE LA MISA
A veces pensamos, que la Misa tiene que ser una cosa que nos guste tanto y que si no, no vale la pena, porque no es natural, decimos: “es que no me nace”.
Y la verdad es que, cuando uno tiene idea de lo que es la Misa, entonces cambia la perspectiva.
“Jesús, te pedimos que, en este rato de oración, podamos profundizar un poquitín en esto, y que nos sirva para también poder ayudar a esos hijos, nietos o amigos que a veces tienen esta visión un poco distorsionada.
Porque es de pena, la tremenda ignorancia religiosa que hay, sobre el valor de la Misa.
Algunos dicen que no van a Misa porque no sienten nada, y están en un error. Porque el cristianismo no es una cuestión de “emociones” sino de “valores”.
¡Y los valores están por encima de las emociones! Y tienen que aprender a prescindir de ellas.
Igual que una madre prescinde, de si tiene o no ganas de cuidar a su hijo, pues su hijo es para ella un valor, es algo tan importante que ella no deja de cuidar a su hijo.
Quien sabe lo que vale una Misa, prescinde de si tiene ganas o no, procura no perder ninguna y va de buena voluntad.
La voluntad no coincide con el “tener ganas” … Tú vas al dentista voluntariamente, porque comprendes que tienes que ir, pero no puedes decir que tengas “ganas de ir al dentista”.
UNA LAMENTABLE IGNORANCIA RELIGIOSA
Algunos dicen que no van a Misa porque para ellos no tiene sentido, pero ¿y cómo va a tener sentido, si tienen una lamentable ignorancia religiosa?
A nadie puede convencerle lo que no conoce, a quien carece de cultura tampoco le dice nada a un museo, pero una joya no pierde valor porque haya personas que no saben apreciarla.
Hay que saber descubrir el valor que tienen las cosas para poder apreciarlas.
Otros dicen que no van a Misa porque no les atrae, porque no les apetece, y para ir de mala gana es preferible no ir –dicen-.
Si la Misa fuera una diversión sería lógico ir solamente cuando te apetece, cuando tienes ganas, pero las cosas obligatorias hay que hacerlas con o sin ganas.
No todo el mundo va a clase o al trabajo porque le apetece, porque le gusta, a veces hay que ir sin ganas, porque todos tenemos obligación de ir.
Que uno fume o deje de fumar, según las ganas que tenga, está súper bien, pero que uno vaya a trabajar o no, eso no puede depender de tener o no tener ganas.
Lo mismo pasa con la Misa, le cumplimiento de las obligaciones no se limita a cuando se tienen ganas.
Lo sensato es poner buena voluntad en hacer lo que se debe.
“Señor Jesús, te pedimos que nos ayudes a dar la vuelta a estas cosas, que sepamos explicar con alegría, y que aprovechemos realmente la santa Misa.”
El padre Loring, es un jesuita bastante famoso por la claridad y contundencia de sus argumentos.
Él decía, que muchos cristianos no caen en la cuenta del valor incomparable de la santa Misa.
Y contaba, que una vez se fue de misiones en un sitio en Alicante, y se alojaba con los misioneros en el hotel.
VALOR INFINITO
Un día, uno de los sacerdotes que estaban en esa misión dijo: Hoy les dé dicho a los estudiantes una cosa que les ha hecho impacto.
¿Qué es? Le preguntaron los otros misioneros.
Hablando del valor de la Misa, les he dicho, que si a mí me dieran un millón de dólares para que dejara la Misa, yo dejaría el millón y no la Misa. ¡Y pusieron caras de admiración!
Y el padre Loring decía: ¡magnífica idea!
Unos días después el padre Loring fue a dar otra conferencia y les contaba de esto que había escuchado, y él decía:
-Yo haría lo mismo, pero me parece poco, yo dejaría 10, 50, 100, 1,000 millones, o todo el oro del mundo, por decir una sola Misa, por celebrar una sola Misa.
Porque repartiendo mil millones de dólares, yo podría hacer mucho bien, ¡Pues ayudo más a la humanidad, diciendo una Misa!
Pues los mil millones de dólares tienen un valor finito, y la santa Misa es de valor infinito.
Cuando sabes lo que vale una Misa, no te importan los sacrificios que tengas que hacer por no perdértela.
Salir antes de tu casa, levantarte más temprano, intentar hacer las cosas para que la Misa sea lo principal.
Hay tantas familias que ponen la Misa alrededor del fin de semana, eso quiere decir, que primero planifican a qué horas vamos a irnos a Misa y después hacen el resto de cosas.
COMULGAR CON DEVOCIÓN
Intentan hacerlo de todas las formas, y eso se nota, porque cuando unos chicos han crecido con esa fortaleza, con esa claridad entonces es más fácil transmitir la fe.
El otro día, un sacerdote comentaba una cosa que me pareció bastante sensata, y es que él decía: ¿Cómo podemos hacer para que haya más vocaciones sacerdotales?
Y él mismo decía: -Pues, que los padres comulguen con mucha devoción.
Si los padres que van a Misa, comulgan con devoción, y dan gracias después de comulgar, es lógico que los hijos vean que no se trata de un simple pan, que es realmente el cuerpo de Cristo lo que reciben cuando comulgan.
Y por eso, sí estarían dispuestos a dar su vida por traer el cuerpo de Cristo a la tierra.
Una Misa es una locura y hay que darle la importancia que tiene, en nuestra vida y en la vida de nuestra familia.
Solo de esta manera podremos transmitir la fe de forma contundente, solo de esta manera podremos llevar a nuestra familia al Cielo.
Por supuesto que hay gente que empieza desde más atrás, o que ha perdido la constancia o le resulta más difícil por alguna razón en concreto.
Después de la pandemia, lastimosamente ha disminuido la asistencia dominical, pero bueno, este es el momento de dar la vuelta.
De no quedarnos con esa sensación de abandono, o de que da igual ir o no ir a Misa.
EL CIELO EN LA TIERRA
Saber cuánto vale la Misa ¡Cuánto vale la Misa! No es una cosa pequeña, no es una exageración. ¡La Misa es el Cielo en la tierra!
Aunque no nos demos cuenta, aunque no percibamos el asunto, porque nosotros vemos al mismo cura gordito que está dando la homilía, o escuchamos las voces destempladas del coro…
O a veces, no sé, solo vemos a la gente que no va bien vestida, o que tienen impaciencia por salir, miles de cosas que podemos ver…
Pero justo al lado de esa poquedad, digamos al lado de todas estas cosas que no funcionan bien, que es el barro de la tierra, tenemos también “el milagro eucarístico”. Dios se hace pan, baja del Cielo, está presente, y para los que puedan comulgar, le tienen físicamente en su cuerpo.
“Señor Jesús, ayúdanos a encontrar siempre el valor de la santa Misa, para que lo sepamos transmitir a los que están a nuestro alrededor, que vean lo importante que es, por la forma en que nosotros le damos preeminencia sobre otras cosas.
Y recuerda como dice el Señor en el Evangelio que hemos tratado hoy, un hombre tenía dos hijos y aunque dijo el primero: ¡No quiero! después se arrepintió y fue. Y el Señor se alegra de ese hijo.
Bueno, que cuando nos pase eso también, estemos con esa conciencia clara, de que al Señor también le gusta, hasta cuando vamos a regañadientes.
Te pedimos, Señor, que nos ayudes a estar como la Virgen María, porque ella habrá estado en las primeras fracciones del pan, con los discípulos, las primeras Misas con los discípulos.
Y habrá estado tan atenta, habrá estado con tanto cariño, habrá estado como tenemos que comportarnos nosotros hoy.
¡Te pedimos Señor, que seamos así!