En el Evangelio de la misa de hoy, san Mateo nos cuenta que el Señor sale de una sinagoga. A continuación los fariseos empezaron a pensar y planear el modo de acabar con Él, porque les resulta molesto.
El Señor va en una dirección totalmente contraria a la que ellos se dirigen: las costumbres, las normas que se han hecho, todo ese sistema es un contraste muy fuerte con el mensaje de Jesús.
Y entonces el Señor que no es tonto, se enteró y se marchó de alli. Mucha gente lo siguió. Luego el Señor hace lo que está acostumbrado a hacer: Ser Pastor.
MI ELEGIDO, MI AMADO
Empezó a curarlos a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Jesús quiere trabajar, quiere instaurar ese Reino de los Cielos, ese Reino de Dios, y no quiere adelantar su hora, la hora de la Cruz.
Entonces nos dice san Mateo:
“Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Isaías: Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado en quien me complazco. Sobre Él pondré mi espíritu, para que anuncie el derecho de las naciones. No porfiará, no gritará, nadie escuchara su voz por las calles, no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aun humea, hasta llevar el derecho a la victoria; en su nombre esperarán las naciones”
(Mt 12, 15-18).
EL SEÑOR RESPETA NUESTRA LIBERTAD
Cuando leía este pasaje del Evangelio de san Mateo, pensé en cómo Tu Señor respetas nuestra libertad, esa libertad para amarte, para seguirte. Porque en estas palabras del profeta Isaías, vemos como Dios señala a Jesús, señala a Su Hijo,
“Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado en quien me complazco”
(Mt 12, 18).
Que son palabras semejantes a las que se escuchan cuando se abren los cielos, al ser bautizado Jesús en el río Jordán por Juan el Bautista. Dios Padre nos señala aquel que es su Hijo, el Mesías, mi amado, en el que se complace.
Continúa Isaías y nos dice que está lleno del Espíritu este ciervo, para que anuncie el derecho a las naciones, ese derecho que es libertad.
ESPERA QUE RESPONDAMOS A SU LLAMADA
Pero que esto lo hará no por la fuerza, no porfiará, ni gritara, sino solo esperando que tú y yo respondamos a su llamada, que nos atrevamos a seguir ese camino, que no es fácil.
Señor este camino no es fácil por distintos motivos, por dificultades que podemos encontrar en el camino. Nos habrá pasado esto de a veces subir una montaña, que no es fácil, porque hay que subir, y eso tiene dificultad, implica un esfuerzo.
Hay que estar en forma. Tal vez porque el terreno no es el mejor, quizás no tenemos el calzado que es para escalar justamente una montaña.
A veces encontraremos dificultades en el ambiente. Otras serán dificultades nuestras. O simplemente nuestra debilidad es el barro del que estamos hechos. Pero aún así, el Señor espera algo que se encuentra antes de todas estas dificultades, y es esa voluntad que nace de la libertad, la que nos lleva a amar a Dios, a vivir como hijos de Dios.
LA LUZ DEL MUNDO
Por eso al leer este pasaje, se me venía a la mente un cuadro que es conocido como “La luz del mundo”. Un cuadro que se expuso en una gira en el año 1904 y causó mucha impresión. Es un cuadro del del siglo XIX, de 1850 aproximadamente, de un autor inglés llamado William Hoffman.
En esta obra, que puedes encontrar en internet, vemos a Jesús que está tocando una puerta, lleva en su mano una linterna. Esta puerta no es cualquier puerta, es una puerta que no tiene dónde agarrar para abrir desde afuera, desde el exterior.
De hecho esa puerta la vemos que está cubierta de maleza, los clavos y las bisagras están oxidados. Nos lleva a pensar que esa puerta nunca se ha abierto.
TOCA A LA PUERTA, NOS LLAMA
Esta obra pictórica tiene como inspiración ese pasaje del Apocalipsis, en el que se dice:
“Aquí que estoy a la puerta y llamo, si alguien oye mi voz y abre la puerta, entonces entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo”.
Y es que el hecho, de que esta puerta no tenga pomo es importante, es decir que alguien que está desde afuera no puede entrar, sino que tiene que abrir la persona que está dentro.
Tal vez el dueño de la casa es así como Dios actúa con nosotros. Como Tú Señor actúas con nosotros, tocas la puerta de nuestro corazón y esperas a que tú y yo abramos esa puerta.
ABRAMOS NUESTRO CORAZÓN
El Señor no quiere justamente gritar, no quiere usar la fuerza, quiere que le sigamos y que le llamemos libremente. En esto el Señor actúa también a través de la gracia, a través de tantas personas que nos pueden ayudar a acercarnos a Dios, abrir esa puerta.
NOS ESPERA EN LA CONFESIÓN
A lo mejor es tu caso, o es el caso de algún familiar tuyo, de algún amigo o amiga que tiene muchos años alejado de Dios… Y justamente esa puerta estaba cerrada, las bisagras están oxidadas, con lo cual es difícil abrirla.
Pero Dios puede, y en ese sentido, el apostolado que tú y yo podemos hacer, los cristianos bautizados, es muy importante.
APOSTOLADO
El Señor se sirve de todos nosotros, para que muchos se acerquen a Él, pero siempre contará con la libertad.
Esperar a que libremente atrás de esa puerta. Por eso pensemos en la última vez que nos hemos confesado. Pensemos también en las personas que tenemos a nuestro alrededor… No podemos ser indiferentes las personas que a lo mejor viven alejadas de Dios, que no viven en gracia de Dios, porque tienen vergüenza…
Tú y yo con esa experiencia. Tu y yo que hablamos con Dios y que estamos aquí en estos 10 minutos con Jesús, sabemos lo hermoso y lo bueno que es estar con Dios. Y es lo que les vamos a contar, lo que le vamos a decir:
¡ Oye, abre la puerta! ¡No sabes lo que te estás perdiendo!
Y por otro lado también pensemos en que, a lo mejor tú y yo, si tenemos la puerta abierta para Jesús, pero no todas las puertas de nuestra casa, no todos los compartimientos de nuestra casa están abiertos.
Porque aún guardamos algo en nuestro corazón, sea para nosotros mismos o algo que es incompatible con lo que Jesús nos pide. Eso podemos resumirlo en el amor.
Y es que a lo mejor albergamos algún odio, algún resentimiento, algún modo de actuar de vida, alguna costumbre que contrasta con ser otro Cristo: el mismo Cristo. Así como aconsejaba siempre san Josemaría. Y si ya lo tienes ubicado, pues ahora mismo, dile al Señor:
Ayúdame Jesús, ¡yo te yo te doy permiso para que abras esas puertas!
Esos compartimientos de cada habitación de mi casa, de mi corazón, donde todavía no entra esa luz, esa luz del mundo que eres Tú.
ILUMÍNAME
Quiero que entres e ilumines todas las habitaciones, toda la casa para que no haya nada escondido, que no haya nada que al final me hace daño a mí.
Pues vamos a pedirle también a nuestra Madre Santísima, que por supuesto antes del anuncio, ella estaba dispuesta a lo que Dios le pidiera. Escuchaba la voz De Dios.
Vamos a pedirle a Ella que supo decirle: aquí está la Esclava del Señor. Para que tú y yo siempre tengamos esa puerta abierta para Jesús. Que cuando nos podemos extraviar, siempre sepamos volver a Él.
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