NADIE ES RECHAZADO POR NUESTRO SEÑOR
Hoy escuchamos en la primera lectura un texto que es mucho de dar ánimo, de dar ánimo a una persona que ha sufrido: a la estéril, que no solamente tenía la pena de no poder tener hijos, sino que muchas veces esa situación era ocasión de burla de los demás.
Incluso se podía entender como una maldición no haber sido bendecida con una prole, con muchos hijos, que se veía como un gran bien y efectivamente una bendición en la antigüedad, en el contexto del Antiguo Testamento.
Y esta mujer recibe una buena noticia: que ya empiece a preparar todo, a conseguir la cunita, los pañales, a agrandar la casa, preparar una habitación, porque esos hijos van a llegar, porque se viene una situación de cambio; porque no fue descartada ni rechazada por Dios, sino que recibirá esa bendición tan esperada. Dios les secará de alguna manera tantas lágrimas que lloró por su situación.
JESÚS TE QUIERE LEVANTAR
“Pensaba Jesús, nosotros que queremos hablar con Vos ahora, hacer nuestra oración, ¿cómo podemos hacernos destinatarios de este mensaje? ¿cómo podemos hablar con Vos? Sentirnos quizá que soy yo esa persona que de una manera u otra se encuentra en esa situación de pena, de incluso quizá de sentirme rechazado por Dios, y que viene tu mensaje -que venís Vos, Jesús- para decirnos: -No, nada de rechazado; vení acá, te voy a abrazar, te voy a levantar.
“Y si fuera lo que me hizo entrar en esa situación un pecado, me aparté de Vos por egoísmo, porque me dejé llevar, porque no estuve tan atento a tu voz, Vos venís para decirnos: -Podés pedir perdón; podés pedir perdón, y acá tenés mis brazos abiertos. Vine a salvarte, vine a rescatarte. Podés exultar, serás bendecido”.
EL SEÑOR A NUSTRO LADO EN LA CRUZ
Y esa exultación es por una alegría que viene y quizá si no es ese abatimiento, esa tristeza por el pecado, que sabemos que podemos pedirte perdón -en concreto, acercarnos al sacramento de la confesión-, quizá es una situación dura que estamos pasando y que nos quita un poco las ganas.
TENER SIEMPRE FE QUE DIOS ESTA CON NOSOTROS
Ayer pude estar con Matías, que lo conocí yendo a visitar una cárcel. Una persona, la verdad, encantadora y gracias a Dios pudo cumplir su condena y lo están ayudando. Yo fui con Los Espartanos, que es una ONG -fui solo algunas veces-, y ellos no solo visitan a los presos: rezan el rosario y generan muchas cosas buenas ahí en el ambiente de la cárcel. Se ve que también están intentando acompañar a los que salen para que puedan tener un trabajo.
UNA VIDA NUEVA
Estuvimos en la casa de Matías. Bendecimos la casa, la verdad que tiene una familia muy linda y viéndolo así, con trabajo, contento, decís: Mira todo lo que sufriste, lo que pasaste, el camino que se te abrió, curiosamente desde la prisión después de tantos años. Y bueno, quizás era parte del camino que te llevaba a una vida nueva, una situación difícil.
“Aunque no sea algo tan grande, quizá estas lecturas y ahora, Señor, en nuestra oración, podemos procurar que en los momentos difíciles no pierda del todo la esperanza, porque tengo fe”.
Me acordaba también de mi hermana que hoy cumpleaños -la saludo a Mery-, que cuando tuvo su primera hija no fue tan fácil el parto y sufrió. Estaba como no sé si enojada, adolorida, pero claro, es lo que dice la Sagrada Escritura: ¿Qué queda después? En el momento del parto hay dolor y después la alegría de un hijo que viene a este mundo y obviamente ahora tiene la alegría.
Le pedimos al Señor, tener esa perspectiva de esperar la bendición, de saber que si bien acá encontraremos sufrimientos, esperamos un día que se agrande nuestra casa nada menos que en el cielo, nuestra familia, nada menos que en el cielo con los bienaventurados, con Vos, Jesús, con tu Madre, con nuestro Padre Dios, con San José, con todos los santos, personas con las que hemos compartido en este mundo… “Para eso viniste, Señor, para darnos esperanza, para abrirnos las puertas del cielo”.
LA ALEGRíA TIENE SU RAÍZ EN LA CRUZ
Pienso también en aquella parábola del pobre Lázaro que estaba ahí afuera de la casa del rico, que no le daban ni las migajas que caían de la mesa. Y a veces la vida puede parecer un poco así, dura. Y después él recibe el premio del cielo y no solo el cielo cuando nos llames Señor a tu presencia, cuando terminemos nuestro camino en esta vida, sino también ese comprender las cosas y que el mal sea ocasión de bien cuando procuramos tener una mirada de fe y esperanza.
San Josemaría decía que la alegría tiene raíces de cruz, que a veces el estar alegres, felices tiene en su raíz una cruz de aceptar la voluntad de Dios, de unirnos a sus planes para nosotros. Y eso nos lleva a una alegría. Pero hay que pasarla.
La alegría quizá primero es aceptación de esto que me sucede, me cuesta y no me lo busqué. Después será unión de Señor, si vos lo querés, confío, yo también lo quiero. Que querés de mí a través de esto que estoy pasando, para finalmente que sea una cooperación con los con los planes divinos que son más grandes de lo que nosotros podemos entender. Y todo esto, Señor, es mucho más fácil.
UNIÓN Y ESPERANZA
Incluso es posible cuando no se puede entender, si te miramos a Vos, Jesús, si nos unimos en nuestra cruz a la tuya y confiamos en que después de la cruz viene también la resurrección. Que Dios sabe sacar de los males bienes, que todo es para el bien de los que aman a Dios. Y aunque tengamos esas pruebas, después llega también la consolación.
Ese pienso que es el mensaje que nos querés transmitir, Señor, en esta primera lectura de hoy y que nos llena de esperanza y de alegría.
Que en este tiempo de Adviento, de expectación de tu venida, que no nos falte, Señor, la esperanza y la alegría. Y en particular podemos pensar ahora, antes de terminar nuestra oración, en aquella situación que quizá me resulta un poco más sombría, más oscura, donde hay más cruz, me cuesta aceptar. Y ahí también, Señor, si lo rezo, si me uno a Vos, si lo vivo con Vos, aparecerá esa alegría que vos nos querés traer, esa liberación.