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P. Neptalí

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LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA

A ejemplo del Bautista recorramos con valentía y desprendimiento el camino que Dios nos ha señalado.

EL NACIMIENTO DEL BAUTISTA

Hoy leeremos el evangelio correspondiente a la solemnidad de la natividad de san Juan el Bautista. Y el pasaje de san Lucas que nos narra este acontecimiento nos dice que:

“A Isabel se le cumplió el tiempo y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño y lo llamaban Zacarías, como su padre. La madre intervino diciendo: No; se va a llamar Juan. Le replicaron: Ninguno de tus parientes se llama así. 

Entonces preguntaban por señas al padre, cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: Juan es su nombre. Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente, se le soltó la lengua, la boca, y comenzó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: ¿Qué va a ser de este niño? Porque la mano de Dios estaba con él”.

(Lc 1, 57-66).

“El niño iba creciendo y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel”.

(Lc 1, 80)

Hoy celebramos la natividad de san Juan Bautista, el precursor. Y tiene dos fiestas: la natividad, que solamente, en el calendario litúrgico, aparte de él, la tiene nuestro Señor y la Virgen María. Y, aparte de san Juan Bautista, otro que tiene dos fiestas es san José.

San Juan Bautista, hoy es la natividad, y el 29 agosto se conmemora su martirio. El Señor le decía que, entre los nacidos de mujer, no había nadie como él. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos, es mayor que él.

Bueno, esa es la diferencia, digamos, entre san Juan Bautista y san José. La Sagrada Familia, y entre ellos san José, es del Nuevo Testamento, es de ese Reino de los Cielos que el Señor vino a inaugurar.

LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA
EL LLAMADO DE SAN JUAN BAUTISTA

Cuando uno se imagina a san Juan Bautista, casi siempre viene a la memoria la descripción evangélica: un hombre con una severa austeridad, casi al extremo, con su pobre y, seguramente, muy áspera vestimenta de piel de camello. Un hombre valiente, que no tenía respetos humanos, con una gran libertad para decir la verdad que convenía a cualquiera, sin hacer acepción de personas.

Bien, al final esto le costó la cabeza, claro, pero con una vocación, una llamada de Dios, que cumplió a cabalidad; con una gran fe, además, y que llevó a cabo sin titubeos. Vocación, llamada de Dios, que era señalar al Mesías. El único de los profetas del Antiguo Testamento que señalaría al Mesías con su propia mano:

”He aquí el Cordero de Dios”

(Jn 1,29).

A diferencia de su padre, Zacarías, que era un hombre justo seguramente, pero que dudó y su falta de fe lo dejó sin habla, el Bautista hablaba con absoluta libertad, siguiendo ese camino que Dios, en su infinita providencia, le había señalado.

La incredulidad de su padre, de Zacarías, y sus pecados, bueno no consiste propiamente en dudar de que el anuncio viene de parte de Dios, porque total fue un ángel el que se lo anunció, sino en considerar -y he ahí lo que nos puede pasar también a nosotros-, solamente la incapacidad suya y de su mujer, olvidándose de la omnipotencia divina.

El mismo Arcángel explicará a la Virgen María, refiriéndose a la concepción del Bautista, que para Dios no hay nada imposible. 

Cuando Dios pide nuestra colaboración en algo suyo, tenemos que contar más con su omnipotencia que con nuestras pocas o escasas fuerzas.

A Zacarías, ¿qué le pasó? Que se miró a sí mismo. Se miró a sí mismo: sus limitaciones, su incapacidad… No miró al cielo. A diferencia de la Virgen -Ella si miró al Cielo.

SU TAREA, QUE TAMBIÉN ES LA NUESTRA

San Juan Bautista cumplió su misión. El señor destacó, dialogó con claridad su voluntad recia, su empeño en cumplir la misión que Dios le había encomendado.

Su vida estuvo siempre al servicio del plan salvífico de Dios, de la redención obrada por Cristo. Él preparó el camino al Señor, predicando la necesidad de hacer penitencia, y anunciando que el Mesías ya había llegado. Nos mostró a sus discípulos que se fueron después con el Señor. Es el pregonero de la salvación. Simple pregonero, simple voz que anuncia. 

También a nosotros se nos pide esta tarea: preparar el camino del Señor, anunciar a Cristo. Ciertamente no es una tarea fácil, pero es lo que Dios nos pide y contamos con su ayuda, con su omnipotencia, no tanto con nuestros propios recursos. Y como Juan el Bautista, lo haremos con humildad, con valentía, con espíritu de oración.

LA VERDADERA DICHA RESIDE EN DIOS

LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA

Y sentimos esa invitación del Señor de purificar nuestro corazón y nuestras malas inclinaciones; de buscar el amor de Dios por encima de todo. Nos enseña que la verdadera dicha no reside ni en la riqueza, ni en el bienestar, ni en la gloria humana, ni en el poder… en ninguna, digamos así, obra humana, por útil que sea: ni en la ciencia, ni en la técnica, ni en el arte, ni en ninguna criatura. Sino sólo en Dios que es fuente de todo bien, fuente de todo amor. 

Y vivimos esa virtud del desprendimiento, cada quien en el lugar que ocupa en este mundo, evidentemente, sabiendo tener un estrecho parentesco con la templanza, con la prudencia, con el sentido común.

“El dinero es el becerro de oro de nuestros días, decía un autor. Una cosa es tener las necesidades materiales cubiertas, [que es] un deseo legítimo fuertemente entroncado con el instinto de supervivencia, y otra, dedicar la vida a amasar fortuna sin otra finalidad. No es necesario -decía- ser muy observador para descubrir que la fijación por ganar dinero es otra de las pasiones modernas que funciona como una adicción tóxica y que en absoluto sirve para alcanzar la verdadera calidad de vida”.

(Francisco Fernández-Carvajal, Pasó haciendo el bien: Las virtudes humanas y la imitación de Jesucristo, 239).

Diríamos que tampoco sirve para alcanzar la verdadera felicidad. Fácil quedar atrapado por la codicia ¿no? Ese afán desear más de lo que se tiene, la ambición por conseguir siempre más y más, porque la codicia nunca se detiene, nunca muere. Es querer más, aunque ya no se necesite.

IR CONTRACORRIENTE

San Juan Bautista el precursor, que pide un cambio de mentalidad, exige de todos, en su tiempo -fariseos, publicanos, soldados-, una profunda renovación interior. Y se los decía en el mismo ejercicio de su trabajo, de su profesión, que les lleve a vivir las normas de la justicia, de la honradez.

Nosotros también debemos pedir un cambio de mentalidad y de costumbre a las personas, a los hombres, que conviven con nosotros en una sociedad que se puede decir que sí, está un poco descristianizada, pero da igual: el siglo I era igual.

Nos imaginamos a san Juan ir a contracorriente, a nosotros, bueno no nos queda otro remedio. Vemos como muchos semejantes nuestros viven como si Dios no existiera, una ausencia de lo trascendente en el horizonte de una gran mayoría de los seres humanos, una indiferencia religiosa. Y lo que es peor, cómo se rechaza a Dios en las leyes, en la familia, en las escuelas, en nombre del bien de la humanidad, que es lo peor.

Le pedimos a nuestra Madre Santa María que nos ayude a vivir con esa misma valentía, reciedumbre y desprendimiento que caracterizó a san Juan Bautista.


Citas Utilizadas

Is 49, 1-6

Sal 138

He 13, 22-26

Lc 1, 57-66. 80

Reflexiones

Madre Santísima, que sepa seguir el ejemplo del Bautista al anunciar a Cristo, con valentía y reciedumbre, a todos los hombres.

Predicado por:

P. Neptalí

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