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LA SEÑORA DEL SEMÁFORO

Dios te Bendiga

Me acaba de suceder lo siguiente:

Venía en carro, después de celebrar la Santa Misa, rumbo a mi casa y me detuve en un semáforo.  Estaba más o menos ubicado de cuarto en la fila y vi cómo se aproximaba una señora (de estas señoras que piden dinero en los semáforos).

Cuando se acercó, no tenía nada a la mano y los vidrios del carro son un poco oscuros.  Le extendí las manos como diciéndole: “¡Discúlpame! Hoy no te puedo dar nada”.

Inmediatamente, asintió con la cabeza y me dijo:  “No pasa nada”. Entonces siguió al carro de atrás para pedir dinero, pero se devolvió y me dijo: “Padre, deme su bendición”.  Entonces le di la bendición y, en ese momento, se puso a llorar.  El semáforo se puso en verde y le dije: ¡Dios te bendiga! y arranqué.

¡ME DEVUELVO!

Pero no fui capaz de seguir adelante porque, inmediatamente, dije:  ¡Me devuelvo! Tuve que dar una vuelta grande (porque había ciclovía aquí en Bogotá) Una vuelta larga, de varias manzanas para volver al punto donde estaba esta buena mujer.

Orillé el carro en una bahía y la llamé:

EL ANGELUS

Cuando me contaba esto, lógicamente lo hacía entre lágrimas. Yo miro el reloj y en ese momento dan las 12 del día.  Le dije:

Y entonces, rezamos el Ángelus.  Cuando terminamos de rezarlo le dije:

LA VIRGEN ESTÁ ALEGRE

 

POSADA

Entonces así…  íbamos dialogando, le iba preguntando…

No fueron capaces de darle a la Virgen y a San José, un rincón… ¡un rincón!  Ellos no necesitaban más.  Un rincón digno, limpio para que Jesús pudiera nacer en la intimidad de sus padres: de San José y de la Virgen.

No, no les quisieron dar posada.  Se sentían solos, se sentían pobres en una noche oscura y fría. ¡Y estaba por nacer el Hijo de Dios!

LA VIRGEN NOS COMPRENDE

Entonces, esta mujer, ya serena, tranquila; en cambio yo, por dentro, bastante emocionado, le decía que tenía que -en ese momento- sentirse muy acompañada de la Santísima Virgen,

¡Mirada especialmente por María!  Que comprende cada situación dolorosa de angustia, por la que pasamos los hombres.

“Bueno, Señor… ¡Unos más que otros!”   Yo no me puedo quejar por nada.   Pero por ahí hay mucha gente desesperada; por ahí hay mucha gente con angustias muy grandes, con dolores en el corazón y en el alma muy profundos.

DIOS ESTÀ CON NOSOTROS

¡Pues para eso quiso venir Nuestro Señor! Jesús, misteriosamente, quiso que Su Madre María y San José, lo acompañaran también con esa incertidumbre, con esa pobreza, con esa soledad, con ese frío.

¡Todo eso es redentor! ¡Todo eso es un misterio! Y el dolor que hay en la humanidad, en tantas personas, es un misterio.

ABRIRLE LA PUERTA A NUESTRO SEÑOR

Venía reflexionando en el carro: ¡Dios mío! ¿Cómo será el juicio de aquellas personas, que no te quisieron abrir la puerta en Belén? Nos daremos cuenta, al final de los tiempos, quiénes fueron estas personas.

¡Que de nosotros no se pueda decir lo mismo! Que de nosotros no se pueda decir que no le hemos abierto la puerta a nuestro Señor; que hemos estado, más bien, pendientes -ahora- del ruido de la Navidad, de la bulla, de la alegría, de la fiesta (que es tan agradable en esta época) pero que nos demos cuenta de lo esencial.

Que no nos olvidemos de meditar en el silencio de nuestro interior aquel gran misterio, de que Jesús quiso venir en ese ambiente de soledad, de oscuridad.

¡CUÁNTO SILENCIO!

Cuando el mundo tuvo que haber temblado y gritado de gozo y de alegría… Silencio, oscuridad, frío, soledad.

Ese el misterio de Dios.  ¡Cuánto silencio! ¡Cuánta oscuridad en tantas almas!  Y Jesús viene a eso, para dar luz…  como esa estrella que anunciaba a los Reyes Magos y a los pastores la venida del Mesías.

Hoy comienza la “Novena de Aguinaldos” que vivimos, especialmente, en Venezuela, Ecuador y aquí en Colombia.  (En otros países no se vive esa tradición.  Ya te enterarás qué significa o qué es la Novena)

DETENERNOS A PENSAR EN LOS DEMÁS

Señor, que querramos hacer el propósito de vivir y de profundizar en ese gran misterio y que no seamos ajenos -tampoco en este mundo- a los dolores, a las angustias de las personas con que nos crucemos.

Basta quizá rezar, detenerse, darles una voz de aliento; quizá darles algo, no sé… de dinero o algún detalle de comida… no sé Señor, no sé.  Cada uno que lo considere en su oración personal.

Casi siempre escribo el guión de la meditación, pero hoy me ha salido así: espontánea.  Así le gusta a Jesús que hablemos con Él.   Y también que conversemos con Él de lo que nos va pasando en el camino y en el día a día.

Vamos a mirar a la Virgen y a terminar este rato de oración poniendo en sus manos todos los deseos, los propósitos, las ilusiones; todas las ilusiones de santidad de nuestro corazón.

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