Icono del sitio Hablar con Jesús

LA VÁLVULA DE ESCAPE DE JESÚS

LA VÁLVULA DE ESCAPE DE JESÚS

Jesús, este rato de oración dirigido sólo dura diez minutos, y diez minuticos es muy poco. Y como no hay tiempo, te propongo a vos una cosa: llevar la oración por tu cuenta la Segunda Lectura de la misa de hoy.

Hoy es domingo, les voy a comentar algo del Evangelio. La liturgia de cada día, está repleta de elementos que nos sirven para nuestra oración, para nuestro diálogo con Jesús. Ahora, que puede haber un poco más de tiempo, lo podemos hacer.

Les leo la Segunda Lectura de san Pablo a los romanos:

“Hermanos, ¿quién nos separará del amor de Cristo? La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada.

Pero en todo esto vencemos de sobra, gracias a aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor”

(Rm 8, 35. 37-39).

Es muy poderosa esta parte de la carta de san Pablo a los romanos. Pero como te dije, si quieres meditar por tu cuenta, hoy te la dejo. Ahora pasemos al Evangelio. Y lo que haré una vez más, es meterme como un personaje más en la escena.

TU VÁLVULA DE ESCAPE

Nos cuenta san Mateo en el capítulo 14:

“En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan Bautista, se marchó de allí en barca, a solas a un lugar desierto”

(Mt 14, 13).

 Nadie me hable, nadie me mire, estoy triste. Acaban de cortarle la cabeza a mi querido primo Juan. Necesito tiempo, necesito recuperarme. Y los apóstoles, sus amigos, más allá de darle el sentido pésame, que casi es la única fórmula que existe para decir algo cuando se muere un ser querido.

¿Qué le van a decir los apóstoles? Más bien guardan silencio. Respetan el tiempo que necesita para sobreponerse. Están todos callados, en silencio, al lado de Jesús, acompañándolo… pero en silencio.

Pero el Evangelio sigue:

“Cuando la gente lo supo, lo siguió por tierra desde los poblados”.

¿Sabemos nosotros qué mundo puede haber en el interior de una persona? Muchas veces podemos ser súper inoportunos. Como estoy metido en la escena, miro a esta multitud y pienso: ¿Qué hacen aquí, hermanos? ¡Vayanse, no es el momento!

Dice el Evangelio:

“Al desembarcar vio Jesús una multitud, se compadeció de ella y curó a los enfermos”

(Mt 14, 14).

Jesús, ¿cómo te dejaste conocer de bien por tus apóstoles, y también por nosotros? Nosotros te conocemos en el evangelio. Vamos conociendo la fibra de lo más íntimo de tu corazón.

HACER EL BIEN SIEMPRE

Estás triste. Conmovido. Absorto por lo que le ha pasado a tu primo en Juan. Y en cambio, ¿cuál es tu válvula de escape? Servir y evangelizar. Curar.

Compadecerte de aquellos que tienen la humildad de reconocerse enfermos, pecadores y que son capaces, porque son humildes, de reconocer la grandeza del Maestro.

«Nosotros queremos hacer eso en estos ratos de oración, acercarnos a ti con humildad y con la conciencia de que Tú eres lo más grande que tenemos: nuestro maestro, médico, amigo, consejero, padre. Todo.»

Listo. ¡Ya los atendí, ya los cure! ¿Cuántos serían? Ahora sí: vayan, descansen y, sobretodo déjenme descansar por el amor de Dios. Y es que, me quiero imaginar la escena yo así, que soy hombre y pienso como hombre, que cuando lleguen los apóstoles, sus amigos a proponerle justo eso.

Sigue el Evangelio:

“Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: -Estamos en despoblado y es muy tarde. Despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren comida”

(Mt 14, 15).

Claro, era lo suyo. Son precavidos. Están quizá admirados de aquel portento que acaba de hacer Jesús con ese gentío. Muchos llegaron allí con enfermedades y se fueron limpios, llenos de vida y de salud.

SON HUMANOS

Pero los apóstoles son como nosotros, humanos, y saben que ellos tienen que comer y que tienen que descansar. O sea, ya está bueno: Váyanse, por favor, y déjenos en paz.

Pero cuando le dicen a Jesús, ¿cuál es la respuesta?

“Jesús les replicó: “No hace falta que vayan. Dadles vosotros de comer. Qué quieres de nosotros Señor, si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces”

(Mt 14, 16-17).

Le dicen los apóstoles. O sea, no hay comida para todos, solo para nosotros algo de comer, y estamos en el desierto. Tenemos que comer alguna cosa para que no caigamos muertos en este desierto.

Y Jesús les dijo:

“Traédmelos aquí”

(Mt 14, 18).

¿Que Jesús? ¿Te traigo a las personas para que les digas por educación que se vayan? -Nooo, traédme los cinco panes y los dos peces. Señor, y aquí es cuando te escucho, y te entiendo y comprendo lo que tienes en el corazón.

Jesús me puede decir: -Se me acaba de morir Juan, el más grande de los profetas, que supo hasta el final cumplir la misión enviada por mi Padre. Y ahora tengo ante mis ojos, delante de mí, a mis ovejas. Aquellas a las que he venido a buscar, a curar, a consolar.

¿Y las voy a dejar irse sin más? No, no, no. Para eso he venido. Y eso es lo que calma mi hambre y mi sed.

LA VOLUNTAD DE TU PADRE

Nosotros, que vamos haciendo oración, pensamos: ¿Qué cosa calma mi hambre y mi sed? (…)

Recuerdo esa escena, en la que Jesús en Samaría se queda junto al pozo de Jacob porque se encuentra exhausto, agotado, muerto de hambre y de sed. Mientras los apóstoles van y se internan en el pueblo.

Y llega esa mujer samaritana que está conmovida en lo más íntimo. De hecho, va y empieza a llamar a la gente.

Y mientras tanto regresan sus apóstoles, que han venido de comprar comida y le ruegan: Maestro, come y bebe lo que te hemos traído. Incluso se pueden preguntar: ¿Será que alguien ya le dio de comer?

“Pero Jesús les responde: “Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis. Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra”

(Jn 4, 34).

 La voluntad del Padre. Es lo que le sirve de alimento. Y en el sermón de la montaña incluso va a decir a aquella multitud:

“Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia”

(Mt 5, 6).

Lo que a Jesús le sacia es que ésta voluntad se cumpla. Por eso se olvida de la comida y de la bebida de este mundo, de esta tierra.

Y termina el Evangelio:

Mandó a la gente que se recostara en la hierba y tomando los cinco panes y dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos. Los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos.

Y se saciaron y recogieron doces éstos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños”

(Mt 14, 19-21).

Señor, yo que decía que diez minutos es muy poco, y ya van once, pero vamos a terminar.

UN PROPÓSITO

¿Qué propósitos podemos sacar o qué afectos e inspiraciones? Y se me ocurre a mí decir lo siguiente: A veces Jesús nos pide imposibles, como el darle de comer a tanta gente.

Pero lo que realmente nos esta pidiendo, es que hagamos lo que podamos, que le entreguemos todo, y ya luego lo imposible lo hará Él.

¿Y qué es todo lo que el Señor nos pide? Que hagamos su Santísima Voluntad.

“Por eso, Señor, ahora que estamos haciendo oración, permíteme preguntarte: ¿Cuál es tu voluntad para mí?”

Acudimos a Santa María.

Salir de la versión móvil