Hoy día, el Salmo de la misa es muy de adentro. Bueno, todos los salmos son así. Y quizás nos sirve para rezar:
“Él es mi Dios y Salvador, confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor. Él fue mi salvación. Y sacaréis aguas con gozo, de las fuentes de la salvación”.
A mí me parece que es muy de adentro el salmo. No sé si a ti también te sirve para rezar, pero a mí sí. Ahora que estamos rezando, mirando al Señor, mirando a la Virgen, estando también con san José y, nuestro Ángel de la guarda.
“Confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor. Él fue mi salvación”. Y la promesa de Dios: “Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación”.
Son unas líneas, unos versos que de verdad sirven para rezar. Son oración. Oración de muchos siglos.
LA VIDA ENTERA, COMO KOLBE
Y hoy día especialmente, porque es la fiesta litúrgica de san Maximiliano Kolbe, un santo polaco del que más o menos conocemos su historia… La iré como repasando un poquito.
Acudamos también a san Maximiliano Kolbe, un hombre que de verdad entregó su vida no sólo en Auschwitz. Ahí la entregó al Señor. Por nosotros también, por la humanidad, y no sólo por ese hombre que había escapado. Condenaron a tantos hombres, y entonces él se dió.
Maximiliano Kolbe aceptó sufrir la pena de muerte en vez de aquel padre de familia en Auschwitz. Pero antes también lo había hecho ya. Es que su vida fue de entrega, de darse, de darse a Dios y a los demás: en Polonia, en Roma, en Japón, y luego de vuelta en Polonia.
NOS SIRVE DE MUCHO
Y de verdad, en su vida, -pienso yo-, que estas palabras del salmo de hoy:
“Porque mi fuerza y mi poder es el Señor. Él fue mi salvación (…)” .
Incluso en el búnker san Maximiliano Kolbe, con esa hambre, con esa oscuridad tan dura, y tan, tan cruel. E incluso hoy:
“Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación”.
Y nosotros sabemos cómo Maximiliano Kolbe rezaba ahí, y ahora nos sirve para rezar también a nosotros.
EN DISTINTAS CIRCUSTANCIAS
Pidámosle al Señor que, cada uno de nosotros, en las distintas circunstancias en las que vivimos, y tan distintas a la de Maximiliano Kolbe, saquemos aguas con gozo de las fuentes de la salvación en la oración; durante el trabajo, haciendo la comida en casa, lavando los platos, contestando el teléfono con amabilidad, con una atención, con cariño: convirtiendo todo eso en oración.
Maximiliano Kolbe lo consiguió en Auchwitz, en el búnker del hambre.
Del corazón, de estar Contigo, Señor. Así como estamos ahora rezando. Y es que aun en ese bunker, con una condena tan injusta y cruel, incluso ahí, pudo rezar. Y rezó Maximiliano Kolbe. Sacó aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
CONVERTIR MI ORACIÓN
Cuánto más nosotros también ahora, rezando estos minutos. Hoy día rezando y convirtiendo en oración, en cariño con el Señor, en compartirlo con Jesús.
Señor, yo también quiero decirte que yo quiero compartir Contigo las comidas, esos ratos de estar con otras personas o quizás a solas.
Señor, yo también quiero convertir en oración, compartir Contigo y sacar agua con gozo de las fuentes de la salvación, rezando el rosario.
Por supuesto, pero también quizá trabajando en el computador, u ordenando unos papeles, o secando unos platos, o enseñando matemáticas a un niño chico. Señor, todo como Maximiliano Kolbe: con cariño a Ti, con cariño a los demás.
Y de nuevo, “Salvo porque mi fuerza y mi poder es el Señor. Él fue mi salvación” … Mira el agradecimiento que hay aquí.
La fe en estas palabras. La experiencia que hay. Eso fue así también en la vida de Maximiliano, y es así en nuestra vida.
LA FUERZA DEL SILENCIO
Hay un libro que a mí me gustó mucho, con unos pasajes fantásticos. El libro del Cardenal Robert Sarah, que se llama “La fuerza del silencio”. Y entre muchas cosas, se detiene hablando del silencio, de la fecundidad de un corazón que reza. Robert Sarah también se detiene en la oscuridad, en el silencio, y en la vida de Maximiliano Kolbe.
Y dice esto, como introduciendo a esos párrafos:
“El hombre de fe debe mirar a Cristo en silencio. Los mártires acceden a morir sin ruido, porque saben que la muerte es una puerta. Ese tránsito es la puerta de la vida. Aunque todo esto viene de mirar a Cristo en silencio”.
Dice Sarah que, de la fe, de la oración, del cariño, hay que sacar aguas con gozo, de las fuentes de la salvación.
Ahora pienso en el padre Maximiliano Kolbe, que entregó su vida para salvar a sus compañeros y aceptó la muerte con inmensa sencillez el 17 de febrero de 1941. Después de ser arrestado por la Gestapo, fue brutalmente golpeado por no querer negar a Jesucristo. Fue identificado con el número 1 6 6 7 0.
El 28 de mayo lo trasladaron al campo de Auschwitz y nosotros conocemos como sigue la historia: se escapa un preso. En julio de 1941 desapareció un hombre del bloque 14, donde se alojaba el padre Kolbe. Como represalia, los nazis eligieron a 10 presos y los condenaron a morir de hambre.
LAS TORTURAS QUE SUFRIÓ
Maximiliano Kolbe se ofreció voluntario para sustituir a uno de esos diez hombres. Un padre de familia llamado Franciszek Gajowniczek. Y luego los diez fueron encerrados en un búnker subterráneo, débilmente iluminado. En pocos días, el hambre y la sed subieron al delirio de los condenados.
Pero Maximiliano, gracias a la oración, logró que entre sus compañeros de tragedia reinaran la calma y la piedad.
Al cabo de dos semanas y sin alimento, solo quedaba con vida el padre Kolbe, quien había prestado ayuda y había visto morir a todos sus compañeros.
Murió el 14 de agosto. Lo mataron con una inyección. ¡Lo mataron! Dio su vida como Jesús. A ti Señor también te mataron, pero no te quitaron así nomás la vida, no te la arrebataron: tú la entregaste.
Vamos a pedirle también nosotros al Señor, para terminar este rato de oración, a través de Maximiliano Kolbe, ser hombres de verdad, de entrega alegres y con sencillez, pero de la que se alimenta de la oración, de ese silencio cariñoso, de la Eucaristía.