ESTAR VIGILANTES
Tenemos hoy el Evangelio de San Lucas, el pasaje que dice que en aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
««Tengan cuidado no se les embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero y se les echa encima de repente aquel día, porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estén siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manténganse en pie ante el Hijo del Hombre»»
(Lc 21, 34-36).
Nos viene hablando en estos últimos días, el Señor, con su discurso del fin de los tiempos, discurso escatológico. Y hemos también, al mismo tiempo, leído durante todos estos días en la Misa, en la Primera Lectura, el Libro del Apocalipsis.
En general el Señor siempre nos está mandando a estar vigilantes, porque no sabemos ni el día ni la hora en que el Señor vendrá a pedirnos cuentas. Que muchas veces no será el fin del mundo, sino será más bien, el fin de nuestro mundo.
Muchas veces decimos cuando una persona fallece: “Pues bueno, está en el otro mundo”, o “ya descanso”, o “se nos fue”.
Eso va a llegar también para nosotros, seguramente, lo más probable. Y para ello hay que estar ¡preparados! ¡hay que estar vigilantes! Hay que vivir en todo momento pendientes de la “divina voluntad”, haciendo en cada instante lo que debemos hacer, lo que Dios quiere que hagamos, hay que vivir de tal modo que cuando venga la muerte, pues siempre nos encuentre preparados.
¡Cuando quiera! ¡El momento que sea! ¡Del modo que sea! Porque, para quienes procuramos luchar y vivir de cara a Dios, la muerte repentina ¡nunca será una sorpresa!
Ojalá que el Señor, un poco de eso… “que no se nos embote la mente con el vicio, la bebida, la preocupación por el dinero”… pero nos habla de que tenemos que ser personas sobrias, y la sobriedad pues es una “gran virtud”.
LA SOBRIEDAD
En medio de este mundo, un poco complejo y agitado, y entre tanta indiferencia, entre también tanto materialismo. Bueno, los cristianos tenemos que acoger a ese “Dios de la Salvación” y dar un testimonio de vida distinto.
La sobriedad, que forma parte de una virtud mayor que la virtud de la templanza, una virtud que nos permite disfrutar de los bienes, pero con libertad, sin permitir que esos bienes nos esclavicen, nos dominen.
Porque, pues es natural, que como seres vivos que somos, inteligentes, sensibles, que deseemos lo agradable, que busquemos lo grato, que busquemos lo placentero, ¡Pero para eso necesitamos una virtud!. Porque si no, ese equilibrio que tenemos que tener en esa inclinación a lo agradable, pues lo perderíamos. Y eso es precisamente la virtud de “la templanza”.
LA TEMPLANZA
Qué consiste en una armonía interior, que permite a la persona elegir bien, modera todas esas inclinaciones, para que no nos perjudiquemos, para que ese afán, por ejemplo: “de tener más”, no nos esclavice, para que los placeres no nos dominen.
En general vemos como los placeres, los vicios, la avaricia del dinero, pues acapara un poco la vida de las personas, y entonces, estás pierden de vista ese fin, para el que han sido creados, para lo cual han nacido, que es: “Amar a Dios sobre todas las cosas y a los demás”, que es: hacer el bien, que es: alcanzar el Cielo, que es: a ser felices, entonces empezamos a buscar la felicidad donde no la vamos a conseguir.
Ciertamente, puede ser un poco difícil ese equilibrio, esa armonía, porque estamos heridos por el pecado original, y esas inclinaciones a veces pueden llegar a ser muy, muy fuertes. Y si somos arrastrados por ellas… pues las personas renunciarían a su grandeza, a su dignidad, se empequeñecen atraídas por una meta (que además, experiencia de sobra hay) que cuando se alcanzan no proporciona la felicidad que se buscaba.
Se quedan más bien, presas de las cosas, de los placeres. Entonces, se enceguece ante el horizonte, la persona no camina, no crece, no alcanza el fin al que Dios le llama. Y por eso es esta “Virtud de la Templanza”, porque es un escudo que nos protege de esa ambición desmedida, de la avaricia, de la codicia, de la gula, modera la ira, la envidia, la lujuria, el excesivo lujo, los vicios, excesiva comodidad, apegos desordenados que llevan siempre a la tristeza y nos hace como incapaces para tener otros valores, o para gozar de otros valores que si ciertamente nos llenan.
Tener una visión clara
Tiene que tener una visión clara sobre el sentido de la vida humana, y eso hay que pedírselo al Señor, ¡Que Él nos lo da! ¡Nos lo da con su Gracia! Nos ayuda a luchar en este sentido. Que nos dé una visión clara sobre el sentido de nuestra vida, de la vida de cada uno. Abierta a la generosidad, como hacen muchas personas. Vemos en general: como el voluntariado, pues muchas personas lo viven, cientos de proyectos sociales, que nacen y se desarrollan tan bien, gracias a la generosidad y a la solidaridad de muchas personas.
Y vemos también por otro lado, pues grandes diferencias sociales y económicas que existen y reclaman precisamente esa generosidad de los que más tienen, para que vaya así desapareciendo la injusticia. La Templanza nos ayuda a no cerrar los ojos ante la miseria que padecen tantas familias, el hambre de miles, ante las carencias que sufren personas, incluso personas cercanas. Es una injusticia muchas veces tan grande, que es difícil de medir.
LA CODICIA
¡Tener cuidado con la codicia! La codicia es una semilla que crece, lo invade todo, como la mala hierba, y una vez que arraiga en el alma, puede echar como fuerte raíces, que después son difíciles de arrancar. Conozco un doctor que dice: que el amor a la riqueza se parece al agua salada, cuanto más se bebe, más sed te da.
¡Un afán desmedido por poseer, que nunca tiene fin!, nunca satisface, evidentemente, lleva a la infelicidad, intenta llenar un vacío interior, y eso es imposible, nuestro Corazón está hecho para Dios y… ¡sólo Él puede llenarlo!. Bueno, no convertir en fin, lo que son sólo medios, ese es el ejercicio de “La Templanza”, elegir entre los bienes mejores.
LA TEMPLANZA, VIRTUD MUY VISIBLE
También influye en los demás, porque es una virtud que se ve mucho, se ve mucho, ¡es muy visible!, sus actos son evidentes ante los demás, aun cuando no sean llamativos. La templanza también sirve para moderar el carácter; pone fin a esas reacciones incontroladas, personas que se molestan con violencia, lo que hacen es perjudicar y amargar a los que tienen alrededor; las reacciones a veces que son por cuestiones de lo más banales, por pequeñeces; personas susceptibles, tenemos que luchar contra eso también.
Los cristianos tenemos que ser un reflejo vivo de Jesucristo, y eso se lo pedimos hoy al Señor especialmente, que nació y vivió pobre, llevo una túnica de buena calidad ciertamente, comió y bebió con personas de toda condición, pero muchas veces no tuvo un techo donde dormir, no tenía donde comer otras veces …
En total le pedimos a Nuestra Madre, Santa María, que entendamos que la felicidad y la bienaventuranza la nombró su Hijo, nombró a los pobres, los pacíficos, los limpios de corazón, los que lloran, los misericordiosos, y eso nosotros queremos vivirlo, y ponerlo en práctica.
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