Bueno, pues hemos llegado al domingo 21 del Tiempo Ordinario, ya hemos pasado hace un buen rato la mitad del año. “También vamos recorriendo ese camino que Tú, Jesús, nos haces andar y nos acompañas a través de él.”
Es el camino de nuestra vida que a veces también tiene momentos de calorcito, momentos más agradables y otros quizá, dónde se presentan algunos nubarrones, incluso alguna vez alguna tormenta, pero no te olvides, con Jesús siempre puedes contar.
HABÍA QUE ANDAR
Para el evangelio de hoy escucharemos un fragmento tomado de san Lucas, y es curioso porque ¿Qué ocurre en este pasaje?
Ocurre que Jesús está como tantas veces lo vemos en el Evangelio: Viajando. La verdad es que buena parte de esas jornadas que presenciamos en el Evangelio, se la pasaban viajando.
¿Por qué? Bueno, porque no había servicios de taxi por aplicativo, o helicópteros, o servicio de taxis express, o cosas parecidas, mucho menos aviones… ¡había que andar!
Así que, esas distancias que no eran cortas, se hacían en muchas ocasiones días de camino.
Así que nos imaginamos, “Te imaginamos a Ti, Jesús, yendo por esos caminos bastante polvorientos, bastante secos también, y calurosos, junto con tus apóstoles y mucha gente que se acercaría a pedirte de todo… o quizá, a salir de tantas dudas que les vendría después de escucharte.”
¿SON POCOS LOS QUE SE SALVAN?
Eso precisamente le pasó al personaje que hoy, aborda a Jesús y le pregunta: Señor, ¿Son pocos los que se salvan?
Vamos a hacer un poquito de historia ficción o mejor dicho imaginarnos un poquito, ¿Qué tenía en la cabeza este hombre para preguntar esto?
No se nos dice quién es ni cuáles eran sus ideas previas, o qué había entendido del mensaje de Jesús.
Vamos a ver, ¿Quién pregunta? o ¿Quién preguntaría eso: si, son pocos?
Bueno, pues seguramente alguien que se ha convencido, primero; que Jesús nos llama a la salvación, Jesús habla del Reino de los Cielos como algo que hay que alcanzar, nuestra felicidad plena, lo que Él nos tiene preparado.
Y al mismo tiempo, nos advierte de peligros. “Hay que reconocer, Jesús, que Tú en el Evangelio nos dices siempre la verdad, aunque sea un poco costosa, aunque no nos gusta escucharla a veces en todo su realismo.”
Por ejemplo: el hecho de que nos podemos condenar. Tan solo la idea nos da escalofríos, ¡pero es verdad!
NOS REVELA LA VERDAD
“Jesús, si algo haces es revelarnos la verdad, y nos la dices con claridad.” Piensa, por ejemplo: -como un paréntesis- en aquel discurso del “Pan de Vida”, el Señor revela el misterio profundísimo de la Eucaristía y prácticamente todos, salvo los apóstoles, se van…
O cuando el joven rico se le acercó al Señor, y le dijo:
««Señor, ¿Qué tengo que hacer para ganar la vida eterna?»»
(Mc 10,17)
Y Jesús le dijo: Pues mira, lo que tienes que hacer es: Vende todo lo que tienes; y luego ven y sígueme… ¡Pues, no volvió!
O, la “Parábola de los talentos”, -por ejemplo-: A todos les dijo: “¡Muy bien, siervo bueno y fiel!” Pero al que escondió el talento, le dijo: “¡Siervo malo y perezoso!”
Jesús a todos nos habla siempre con claridad.
Y hoy también le responde a este hombre con claridad, ¿Señor, son pocos lo que se salvan?
Pues, este hombre estaba seguro de que Jesús lo invitaba al Cielo, pero se daba cuenta que no era fácil, había un riesgo, ¡Podemos no alcanzarlo!
Por eso no le pregunta: ¿Señor todos se salvan? No, él tiene claro que eso no es posible, ¡No todos se salvan!
Pero, le inquieta saber si son muchos o son pocos, y tira para abajo: ¿Señor, son pocos?
ESFUÉRCENSE
Aquí te doy una clave que seguro que ya te lo he dicho antes: Jesús, cuando habla con todos los personajes del Evangelio, ¡siempre tiene la respuesta correcta!
¡Ten presente que Jesús es Dios, perfecto Dios y perfecto hombre! Y, por tanto, en cuanto Dios, llega a penetrar hasta lo más profundo del alma humana, conoce hasta el último de nuestros pensamientos, y aquello que incluso nosotros mismos ignoramos, Jesús lo sabe.
Por tanto, cuando da una respuesta, cuando habla con alguien, cuando pregunta, enseña, corrige, siempre tiene el tono y las palabras adecuadas para esa persona.
Y también lo hace aquí, ¿Qué le responde Jesús a esa persona? Y quizá no lo había visto en su vida, pero lo conocía muy bien, porque es Dios.
Jesús le contestó:
“«Esfuércense por entrar por la puerta estrecha, porque les digo, que muchos intentarán entrar y no podrán»»
(Lc 13, 24)
A ver, a ver, ¿Qué ha pasado? Ha pasado que Jesús, “Tu, Señor, no le has contestado”. ¡Esta es la verdad! No le dice: -Si, son pocos. O -no, son muchos. O -casi todos… No, no, no. No le ha dicho ni una cosa ni la otra.
Le ha dicho: Esfuércense, luchen por entrar por la puerta estrecha. Que se ve que la puerta que lleva al Cielo es estrecha, -ahora entramos a eso…
ETERNAMENTE EN EL CIELO
Pero fíjate, Jesús no le contesta, si le hubiera dicho: Si, son pocos. Quizá este hombre se hubiera desanimado.
O, si lo hubiera dicho: ¡No, son muchísimos! Pues igual, se hubiera confiado. Este hombre que estaba un poco dudoso y temeroso, le viene a decir Jesús: No te preocupes por eso, lo importante es que tú lo consigas, y que tú te esfuerzas por alcanzarlo.
Piensa ahora en ti y yo también pienso en mí. Ya se ve Jesús, que tienes unas ansias muy grandes en tu corazón, de que lleguemos a estar contigo eternamente en ese lugar que nos has preparado en el Cielo.
Pero no hay salvación automática. Esto no es como las pulseras de los parques de diversiones, que con ese ingreso libre puedes acceder todas las veces que quieras a todos los juegos que quieras, es automática la entrada. ¡Pues, no! Al cielo no hay entrada automática, hay que esforzarse.
Te digo más: toda nuestra vida se decide, en si llegamos a entrar o no al cielo. Y no es fácil, tampoco es imposible, porque ¡para Dios todo es posible!
¿Qué hay que hacer entonces? Pues hay que buscar dónde está la puerta estrecha. Pregúntate tú ahora, ¿Dónde está tu puerta estrecha?
Pues, podríamos pensar: -Bueno, para mí la puerta estrecha está “en ser generoso”, la verdad es que a mí me cuesta muchísimo compartir mis cosas…
-Para mí la puerta estrecha, es “decir siempre la verdad”, ser sincero porque la verdad es que sufro mucho con “quedar mal”, tengo miedo que se burlen de mí…
-O, “para mí la puerta estrecha son mis estudios, la verdad es que soy un poco perezoso, Jesús…”
TU PUERTA ESTRECHA
La que tú tengas delante, la de tu vida ordinaria sobre todo. No vayas a pensar que esto de la puerta estrecha se decide ya cuando estemos muy viejitos, viejitos y haya que empezar a pensar en la muerte… No, no, no.
Busca tu puerta estrecha esta tarde, ¿Dónde está? -En tu generosidad, en tu responsabilidad, en tu obediencia, en tu capacidad de trabajo… ¿Dónde está? ¡Búscala! E intenta pasar por ahí, Jesús te va ayudar.
No es que te vaya empujar y te vaya a apretujar, porque te obliga a entrar por la puerta… No, depende de ti, depende de mí. Esforcémonos por eso, como nos dice Jesús, a entrar por la puerta estrecha.
Ahora bien, te doy un tip, ¿Cuál es la mejor manera de entrar por la puerta estrecha? Hay un secreto, ¡Hay que hacerse más chiquito! Así como tomar unas pastillas reductoras que nos hagan pequeñitos, pequeñitos. Como en una serie de niños que veíamos los de mi generación, te tomas una pastilla y te haces chiquito.
HAY QUE HACERNOS CHIQUITOS
Pero bueno, para entrar por una puerta muy estrecha hay que hacerse chiquito, ¿Y eso, cómo se hace? ¡Con la ayuda del Señor! Siendo humildes, esforzándonos, y el Señor se encargará de que pasemos por esa puerta.
Pero hay que hacernos chiquitos, es decir reconocer que necesitamos Tu ayuda, Jesús. Porque a veces me creo grande.
Pídele a la Virgen, que esto de hacerse chiquito lo conoce muy bien. Ella se hizo pequeña, humilde, y entonces Dios, la hizo madre suya.
Así que a ella le pedimos, Madre nuestra, ayúdanos a hacernos pequeños, porque con tu ayuda además entraremos por esa puerta estrecha, y viviremos contigo eternamente.