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LAS VIRTUDES DE MARÍA

LAS VIRTUDES DE MARÍA

?María es esa mujer

que desde siempre el Señor se preparó,

para nacer como una flor

en el jardín que a Dios enamoró.?

Te lo recito a modo de poesía, porque estas no son horas mientras grabo la meditación, no son horas de cantar mucho. 

Pero así reza uno de los cantos más populares sobre nuestra madre. Y yo creo que es muy acertada esta imagen de un Dios que se quiso preparar la Encarnación del Verbo, la encarnación de su Hijo… Hasta el más pequeño detalle. 

Yo creo que muy probablemente la primera oración mariana que aprendimos todos desde pequeños fue el Ave María”.

Y ahí, de las primeras cosas que le decimos a nuestra madre, es ese recuerdo de que el Ángel Gabriel la saludó diciéndole que ella es la «llena de gracia», es esa flor que Dios diseñó desde la eternidad para que luciera mucho más que cualquier otra criatura. 

El Ángel Gabriel cuando le dice, que «ella es la llena de gracia», lo que quiere decir es que Dios la ha colmado de dones, de mercedes. 

ELLA: LA BIENAVENTURADA

Y esto, con una muy buena lógica, nos lo explicaba así san Josemaría:

¿Cómo nos habríamos comportado, si hubiésemos podido escoger la madre nuestra?

Pienso que hubiésemos elegido a la que tenemos, llenándola de todas las gracias. 

Eso hizo Cristo: siendo Omnipotente, Sapientísimo y el mismo Amor, su poder realizó todo su querer

(Es Cristo que pasa, 171). 

Y está de más decir que todas esas gracias que recibió nuestra Madre, la Santísima Virgen, las recibió en función del Cielo. No eran para su gloria, no eran para su vanagloria.

De hecho, nuestra Madre lo sabe perfectamente, porque en el Magníficat, ese canto tan bonito que utilizamos también en la Iglesia, que es repetición de ese himno de nuestra Madre, ella dice que todas las generaciones la van a llamar ‘bienaventurada’. 

Pero precisamente porque admiramos esas maravillas que Dios hizo en ella. Además, sabemos que de estas gracias que Dios le concedió a nuestra Madre -algunas que tienen que ver con la belleza física-, pero va mucho más allá que la belleza física. 

Cuando nosotros revisamos la historia del arte, pues si nos fijamos y nos impresionamos con esas grandes obras de los grandes artistas que pusieron todos sus sentidos para intentar plasmar la belleza de María, a través, por ejemplo, del esplendor de una mujer que fuese una mujer hermosa, que cumpliese con unos rasgos en la cara que siguiesen los patrones de belleza. 

Pero todo eso es apenas un reflejo de la belleza interior, que esa belleza es la que de verdad nos enamora, incluso cuando pasan los años. 

Y por eso no nos tiembla el pulso en decir que nuestra Madre poseyó en grado supremo, más que cualquier otra criatura, todas las virtudes. 

Es más, tampoco nos tiembla el pulso al decir estas cosas de María, pensando que no sé, qué capaz nos van a distraer la mirada de Dios. No, sino todo lo contrario. 

Lamentablemente nuestros hermanos protestantes esto no lo pueden entender tan fácil como nosotros.

Es que cuando admiramos a nuestra madre con todo el cariño del mundo, en el fondo lo que estamos es reconociendo la grandeza del Creador. 

MARÍA REFLEJO DE LUZ

Esa imagen tan bonita que hemos escuchado, seguramente es que María es como la luna, porque su luz es el reflejo de una luz superior” (Cf. Fulton Sheen).

Y por eso la preocupación de nuestra madre era de que toda la gloria, todo reconocimiento que le tributamos a ella, fuese encauzado hacia Dios. Que para Dios fuese toda la gloria. 

Y en este rato de oración, vamos a aprovechar para admirar las virtudes con que Dios colmó a nuestra Madre.

Pero eso sí, vamos a admirarla, no como admiramos una obra de arte en un museo, porque ella no es solamente para admirar, sino también para imitar. Ella es modelo a imitar en nuestras vidas. 

Evidentemente yo no soy el Romano Pontífice, yo no tengo autoridad para modificar las letanías lauretanas, esas letanías que le decimos a nuestra Madre como piropos después del rosario. 

Pero yo creo que por piedad popular, no sé, aquí me atrevo, yo a proponer una letanía nueva. Entre esas letanías que rezamos siempre decimos que nuestra Madre es ‘mater admirables’, es decir, que nuestra Madre es admirable en el sentido que es digna de admiración. 

MADRE IMITABLE

Yo me atrevería a añadir, -al menos por piedad personal, piedad particular-, una letanía nueva, mater imitables. Que significaría algo así como “madre imitable, madre digna de imitación”. Porque esa es nuestra madre. 

Sucede que a veces efectivamente reconocemos que ella es la “llena de gracia”.

Pero a veces lo pensamos de modo que Dios la llenó de una gracia tal, de una cantidad de dones suyos tan impresionante que nuestra Madre se parece más bien como a un robot. Un robot que Dios programó para que hiciera caso absolutamente en todo y que no tuviese ninguna otra posibilidad de actuar, de pensar y de querer que no fuese la de Dios. 

Repito esto como si fuese automático, y resulta que no, que eso sería quitarle mérito a nuestra Madre, porque, como sucede con nosotros, la gracia no anula nuestra libertad. Es cierto que Dios a nuestra Madre la cubre con muchísimos dones desde el momento de su concepción. Pero siempre respetando delicadamente esa libertad de María. 

Y esto lo notamos especialmente en esa escena de la Anunciación. Si la gracia hubiese anulado la libertad de nuestra Madre, ¿qué sentido tendría entonces el haber enviado a un ángel para preguntarle si ella estaba de acuerdo con esos planes del Cielo? 

Gracias a Dios notamos su respuesta libre. ¡Hágase! ¡Cúmplase! ¡Fiat! Y por eso, este considerar la plena libertad de nuestra madre a nosotros nos hace muchísimo bien. 

Y, sobre todo, al considerar que la libertad no está en contraposición con la gracia. Porque, como hemos dicho, si no conociéramos esa libertad de nuestra Madre, ella sería más bien como una estatua, un robot, algo que podríamos admirar, pero no imitar. 

En cambio, en ella esa gracia no eliminó la necesidad de la lucha. La necesidad de ir creciendo cada vez más en esas virtudes. Por eso decimos que es “la llena de gracia”, pero también llena de virtudes, que fue creciendo poco a poco en ella. 

LAS VIRTUDES DE MARÍA

Hay una lista de virtudes de nuestra Madre. Ahí la más famosa creo que es la de San Luis María Grignion de Montfort, que hace una lista de hasta diez virtudes que él considera que son las más importantes.

Nombra la humildad, evidentemente la obediencia, la vida de oración, la santa pureza, la paciencia heroica, etc.

Y es verdad que son importantísimas, pero son también importantes, no para admirarlas solamente, sino para imitarlas. 

Pero, ¿por dónde empezar? Bueno, podemos hacer un examen de nuestra vida y preguntarnos:

¿Qué me cuesta a mí imitar más de las virtudes de María?

¿Acaso me cuesta abandonarme en los planes de Dios?

¿Es que eso del servicio a mí no se me da con tanta naturalidad?

¿A mi lo de la humildad me parece siempre como ir viviendo de derrota en derrota delante de los demás? (…)

Bueno, eso cada uno tiene que verlo en el examen particular que me cuesta a mí más imitar. O, ¿qué es lo que yo creo que debo empezar a imitar más de nuestra madre? 

Yo creo que siempre podemos empezar, por ejemplo, por las virtudes teologales, la fe, la esperanza y la caridad. Aquí no me da tiempo, pero te recomiendo una homilía de san Josemaría que aparece en el libro «Es Cristo que pasa«, en el que san Josemaría va hablando de las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. 

Y va diciendo cómo nuestra Madre es maestra de cada una de ellas. Eso sí, te lo dejo ya más bien como tarea para que puedas hacer tu rato de oración.

Tal vez hoy no desaproveches estos días del mes de mayo para ver eso en nuestra Madre. Una mujer admirable, pero también una “mater imitable». Una madre a la que podemos imitar. 

Por eso vamos a procurar parecernos más a María, especialmente en esta lucha por crecer en estas virtudes. Porque en cierto modo, los rasgos que son característicos del cristiano se desprenden de estas tres virtudes teologales que nuestra Madre vivió en plenitud. 

Eso sí, vamos a contar siempre con la gracia de Dios. Con esa ayuda de la gracia que nos ha de faltar nunca si somos humildes y siempre poniendo en juego nuestra libertad, ¡poniendo nuestra libertad a tope!

Así que ella, que supo decir siempre que ‘sí’ a esos planes de Dios, nuestra Madre admirable, nuestra Madre imitable, nos conceda la valentía para responder siempre que sí libremente a los planes de Dios en nosotros.

 

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