Antes de entrar al Evangelio de la misa de hoy, podemos ir con el corazón a Loreto, en Italia y luego a Nazaret en Tierra Santa, porque seguro a Jesús le va a encantar que pensemos en Loreto y en esos muros de la santa casa de Nazaret.
Vayamos con el corazón y con la imaginación, asomarnos allí a la gruta.
Y es que tanto en Loreto como en Nazaret dicen: Aquí,
“el Verbo de Dios se hizo carne”
(Jn 1, 14).
Ojalá que tengamos la costumbre tan bonita de rezar a la Virgen, de levantar el corazón y los ojos hacia nuestra Madre a las doce del día y rezar estas palabras que dice el Evangelio san Juan.
Allí en Loreto y en Nazaret, podemos irnos con la imaginación y ver al Señor siendo un niño de pocos años, siendo luego un joven.
LORETO
Aquí el hijo de Dios, Jesús, aprendió un montón de canciones. La Virgen María en un día normal, seguramente levantaba su corazón al cielo rezando con Salmos, los mismos que rezamos nosotros. Los mismos himnos que vamos a rezar hoy en la Santa Misa y que ya es algún Salmo musicalizado.
De alguna manera, aquí la Virgen rezaba y cantaba esos mismos Salmos. Es aquí donde quizás san José le sacó más de alguna espina al Niño, de esas espinas que se clavan en la planta del pie o en las manos. Quizás sentimos el dolor que se experimenta cuando se lo hemos hecho a nuestros hijos.
Aquí en Loreto y en Nazaret nos acordamos de Jesús, de María y de José, de la Sagrada Familia. ¡Qué bonito mirar sobre todo a la Virgen María!
PEREGRINACIÓN
Me acordaba también de algo que sucedió hace muchos años, en 1948, en una peregrinación en que fue san Josemaría y el beato Álvaro del Portillo (alguna persona más habría).
Y se cuenta en una biografía que, al salir de la Basílica en Loreto, san Josemaría le preguntó:
“- Álvaro, ¿qué has pedido a la Virgen? -¡Quiere que se lo diga?-, contestó don Álvaro. Ante el gesto afirmativo del fundador, comentó: “Pues le he dicho lo de siempre: Te pido lo que te pida el Padre”
(Álvaro del Portillo un hombre fiel, de Javier Medina Bayo, No.553).
A san Josemaria le encantaba recordar esta respuesta y estaba muy agradecido, muy contento de ver el corazón grande de don Álvaro, la fe y el cariño hacia la Virgen Santísima.
Y es esa unidad entre ellos, lo importante que era para don Álvaro y la escuela que es también para nosotros, de estar muy unidos a quienes Dios pone en nuestro camino, para acercarnos, para ayudarnos a ir al Cielo.
Don Álvaro fue un hombre tan profundamente fiel, tan profundamente cariñoso, tan profundamente unido en un montón de detalles.
Esto sucedió justamente allí en Loreto, a los pies de la Virgen, que le pide don Álvaro sencillamente eso:
¡Madre Mía lo que te pida el Padre!
COMO SI FUERA LA PRIMERA VEZ
Qué bonito lo que le decía, le pedía lo de siempre, pero aquí está el punto: “como si fuera la primera vez”. Es decir, con las ganas de la primera vez. Con la fuerza de la primera vez, con un cariño nuevo.
Ahora que estamos conversando con Jesús, seguramente también nos podemos impresionar y decirle: “Señor qué notable esta sintonía de corazones de los Santos, qué impresionante también estos dos santos juntos”.
Tiene razón el Papa cuando habla esto, de los santos, de la puerta de al lado de personas con corazón grande, de personas que de verdad te quieren querer un montón. Y es que efectivamente san Josemaría tenía un santo en la puerta de al lado: el beato Álvaro del Portillo y viceversa.
Qué buen ejemplo este de don Álvaro en Loreto. Le podemos decir ahora a Jesús cada uno de nosotros: “Jesús te pido lo que te pida el Papa. Pero de verdad Jesús”. “Te pido lo que te está pidiendo en estos días el obispo de mi diócesis”. “Señor te pido lo que te pide esta persona…”
ACUDAMOS A LA VIRGEN
Acudimos a la Virgen, allí en Loreto, en la gruta de Nazaret, ella, nuestra mamá y así como don Álvaro podemos pedirle tantas cosas.
El Evangelio de hoy es muy breve:
“Dijo Jesús a sus discípulos: ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se ha descarriado, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la descarriada?
Y si sucede que la haya, en verdad os digo que se regocija más por ésta que por las noventa y nueve que no se han descarriado. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los Cielos que se pierda ni uno de estos pequeños”
(Mt 18, 12-14).
El corazón del Señor así es, así nos lo ha mostrado Jesús. A veces uno está instalando una aplicación o poniendo un elemento con el computador o una actualización del sistema operativo y cuando va en noventa y nueve y solo queda uno, (no queda casi nada), ¡cuánto se ansía y con qué fuerza ese uno por ciento! Y parece que es como el cien por ciento.
DIOS SABE CONTAR HASTA UNO
Pues más es en el corazón de Dios. No sé si has escuchado esa expresión, que Dios sabe contar solamente hasta “uno”. Es decir, que el Señor no ve multitudes por decirlo así, el Señor nos ve de uno a uno. A este corazón, a esta persona, su historia y sus deseos, esto que quiere. Todos los corazones de uno a uno.
Yo hablo con Jesús de las personas que me rodean, de las personas de mi familia, de mis amigos, de mis compañeros de trabajo, porque el Señor mira a los de mi familia, mis compañeros de trabajo y a mis amigos y a las personas que frecuento de uno a uno.
Vamos a pedirle a la Virgen, Nuestra Señora de Loreto. Vamos a pedirle a la Virgen de Nazaret, que también nosotros tengamos un corazón así.
Es bonita esa expresión de San Josemaría:
“De cien almas nos interesan las cien”
(San Josemaría. Forja No. 183).
Todo con un cariño gigante.
Volvemos a pedirle a la Virgen y a pedirle a Jesús: “Señor yo quiero hacer esto, yo quiero tener también un corazón como el Tuyo: uno a uno”.